La historia

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raik condensó los ideales de la nueva clase media comercial e industrial en John Halifax, caballero (1856), la historia arquetípica de un niño pobre que tiene éxito gracias a la honestidad, la iniciativa y el trabajo duro. El libro hizo eco del estado de ánimo de la Great Exhibition de 1851, con su celebración de la tecnología, la industria y el comercio británico. Fue una de las primeras novelas en tener un comerciante como héroe. Confirma la ética Protestante mostrando que las virtudes que llevan al cielo también llevan al éxito en la tierra. El libro ayudó a derrotar la resistencia a la ficción entre los inconformistas, que eran mayoría entre los artesanos, tenderos, dependientes y pequeños fabricantes de la clase media en expansión. La vida ejemplar de John Halifax podía ser leída como una historia y como una guía práctica para la virtud y la prosperidad.

Cuando el libro comienta, en 1794, John Halifax es un huérfano de catorce años que ha estado automanteniéndose trabajando en una granja. Las primeras palabras que dice son “Señor, quiero trabajo; ¿puedo ganar un penique?” (John Halifax, caballero, chap. 1). Abel Fletcher, un curtidor cuáquero, le paga a John para que ayude a su hijo inválido Phineas a volver a su casa. Phineas Fletcher, que es el narrador del libro, inmediatamente adora la independencia de John, su caballerosidad y su buen humor.

John trabaja para Abel Fletcher en el menos deseable de los trabajos de la curtiduría, llevando una carretilla para recoger los malolientes pellejos de los animales. Vive en un ático, se enseña a sí mismo a escribir y a contar (Phineas le da libros, incluyendo Robinson Crusoe y The Pilgrim’s Progress), y en su tiempo libre hace modelos de maquinaria. Una vez alfabetizado, John es ascendido a una posición de más responsabilidad como dependiente. Tiene suficiente iniciativa y previsión para vigilar la curtiduría una noche durante una inundación; después, como su acción muestra que se identifica con los intereses de los dueños, se le permite ser amigo de Phineas Fletcher y empleado de Abel Fletcher. Cuando hay disturbios por la comida durante las Guerras Napoleónicas, John Halifax salva la vida de su amo de una masa hambrienta. Fletcher toma a John como aprendiz y le promete que le hará socio cuando cumpla los veintiuno.

El verano siguiente John va con Phineas a pasar un mes en el campo cerca de Enderley. Otro inválido − un caballero, Mr. March, un antiguo gobernador de las Indias Orientales − se aloja en la otra mitad de la cabaña. John se enamora de la hija de March, Ursula. También ve un viejo molino de tela y comienza a pensar en las máquinas que podría idear para hacer el molino productivo. Mr. March muere. John discretamente se vuelve útil y se gana el respeto de Ursula, pero es imposible para el aprendiz de un comerciante cortejar a la heredera de un caballero. John enferma y piensa en emigrar. Sin embargo, Phineas se dirige a Ursula, quien prueba es que lo suficientemente autosuficiente como para ignorar la convención y pedirle a John Halifax que se quede en Inglaterra.

El fideicomisario de Ursula, Squire Brithwood, no aprueba el matrimonio y retiene el dinero que Ursula ha heredado de su padre. Ursula y John viven en la satisfacción doméstica con bastante pocos recursos. Tienen algunas penas: su hijo mayor nace ciego, la prosperidad de la curtiduría disminuye, el sueño de mecanizar el molino de tela sigue sin realizarse. Entonces Lord Luxmore, dueño de la propiedad de Enderley, ofrece a John el arrendamiento del molino y obliga a Brithwood a pagar la herencia de Ursula para que John tenga el capital que necesita. Luxmore espera de vuelta tener asegurados a los votantes en Kingswell. Pero el honesto John Halifax anima a sus arrendatarios a que voten con libertad, y así matiene al candidato corrupto de Luxmore fuera del Parlamento.

Luxmore contraataca desviando un riachuelo que cruza su hacienda para que no haya suficiente agua para hacer funcionar la rueda del molino. Enfrentándose a la ruina financiera, John Halifax convierte la adversidad en una oportunidad de oro. Idea una manera de hacer funcionar su maquinaria con vapor, llama a mecánicos de Manchester para construir los motores, se gana la confianza de los trabajadores, y pacíficamente trae la Revolución Industrial a Enderley.

El último cuarto del libro muestra a John Halifax aceptando las responsabilidades que llegan con la riqueza. El molino prospera en la economía de posguerra en expansión. John y Ursula son reacios a dejar la modesta casa en la que sus hijos crecieron y en la que su vida privada estaba restringida a la familia. Sin embargo, John decide que el deber requiere que se mude a una imponente residencia de caballero. Beechwood Hall indica su posición y le permite ejercer poder e influencia en su comunidad. Se convierte en un magistrado; apoya al banco local durante un pánico financiero; reduce la agitación entre las clases bajas; rechaza la candidatura al Parlamento solo por su salud en declive. En las últimas páginas John Halifax tiene un buen final: él y Ursula mueren tranquilamente al final de la vida el uno con el otro y sin ningún miedo o dolor.

La alegoría histórica

John Halifax, caballero está fechado con precisión. El héroe nace en 1780, cuando el lugar estaba borrando los últimos vestigios de agricultura medieval y Boulton y Watt estaban trabajando en la fuerza rotativa que haría a los motores de vapor últiles para algo más que para bombear las minas. El libro comienza en 1794, cuando los aristócratas ingleses vieron a sus equivalentes al otro lado del Canal desaparecer en medio del Reino del Terror. Termina en 1834, dos años después de que el Reform Bill aboliera el caciquismo y le diera el voto a la mayoría de los hombres de clase media. Los logros y experiencias de John Halifax corresponden alegóricamente a los eventos que transfirieron el poder de la aristocracia a la clase media.

Las piedras fundacionales son la alfabetización, la tecnología, y lo que Samuel Smiles, autor del best seller de 1859 Autoayuda, llamaría “el arte de aprovechar las oportunidades” (Samuel Smiles, Autoayuda, p. 86). John Halifax, como la clase que simboliza, se eleva desde una posición subornidada aprendiendo a leer, jugueteando con la maquinaria y asumiendo los riesgos necesarios para introducir el sistema de fábrica y el motor de vapor. Su vida abarca los orígenes de la clase media industrial; evoluciona de un trabajador de granja a un trabajador manual, a dependiente, a aprendiz, a comerciante, a inventor-capitalista-productor. Las etapas de su crecimiento en comparación con la vieja jerarquía de clases son evidenciadas por dos matrimonios: John Halifax se casa con la hija de un caballero; treinta y tres años después su hija Maud se une con un aristócrata.

Sin embargo, la intransigencia conservadora de la aristocracia crea las condiciones que hacen que sea necesario y posible para la clase media tomar el poder. Tras las elecciones de Kingswell el Conde de Luxmore se da cuenta de que su modo de vida peligra; el productor tiene suficiente influencia para evitar que el aristócrata controle la representación parlamentaria. Luxmore intenta volver al pasado desviando el arroyo para así abolir la fábrica y sus máquinas. Llegados a este punto, John Halifax puede inclinar la balanza a favor de la nueva clase. Introduciendo el vapor para hacer funcionar las máquinas no solamente provee un método más eficiente de producción; altera la fuente de poder económico. Durante siglos los terratenientes habían controlado los recursos naturales y el abastecimiento de energía. Pero con la llegada del vapor, los productores ya no dependían de la tierra y sus arroyos. El poder económico pasó de los dueños de la tierra a los productores de bienes.

Los eventos políticos del libro muestran el nuevo poder en el trabajo. John Halifax no sólo evita que el aristócrata controle las elecciones, sino que también se convierte en magistrado, y tiene el suficiente dinero para apoyar la economía y previene una quiebra bancaria. En otras palabras, John Halifax ejercita el poder político incluso antes de que él y su clase tengan un rol en el gobierno. La invitación para presentarse a un escaño en la Cámara de los Comunes después de 1832 muestra que el Reform Bill simplemente ratifica la transferencia del poder real que ya había tenido lugar.

Los detalles menores de la historia reflejan otras transformaciones en los años cincuenta. John Halifax vacuna a sus niños contra la viruela. El estatus de las profesiones viejas (como la curtiduría) disminuye. Las desventajas religiosas desaparecen: al principio de la historia la milicia no quiere proteger la propiedad de Abel Fletcher porque es un cuáquero, y el hijo católico de Luxmore no tiene derecho a sentarse en el Parlamento. El ferrocarril une Londres con las provincias cuando los niños de Halifax alcanzan la edad adulta. La intemperancia disminuye. El control social es transferido de las manos de los negligentes jueces de paz como Squire Brithwood a magistrados responsables como John Halifax. El orden público queda establecido − para el final del libro John Halifax ya no va armado cuando tiene que llevar grandes cantidades de dinero, aunque en los últimos años del siglo dieciocho incluso el cuáquero Abel Fletcher tenía una pistola junto a su caja del dinero.

Los valores sociales son fortalecidos por los personajes emblemáticos. Squire Brithwood y el Conde de Luxmore representan los fallos de la clase alta. Luxmore es una caricatura del aristócrato disoluto; se encuentra más en casa en Francia que en Inglaterra y está simbólicamente destrozando su propio país cortando los árboles de su hacienda para pagar sus deudas. Brithwood es un superviviente del siglo dieciocho: el hacendado ordinario, corpulento, bebedor y que caza zorros. Se alía con la decadencia aristocrática casándose con la hija afrancesada de Luxmore, Lady Caroline.

Sir Ralph Oldtower representa los viejos valores ingleses. Es indentificado con la caballerosidad, el deber público y la vida sencilla. Reside en su propiedad, lleva una vida familiar ejemplar, y cuida del bienestar de sus arrendatarios. Es lo suficientemente democrático como para ofrecer su amistad a John Halifax.

Otros personajes admirables representan las profesiones tradicionales de la clase media: el banquero, el doctor y su mujer la institutriz. Estos personajes funcionan como un puente; valoran a John Halifax por su trabajo duro y su valor moral, y su reconocimiento social ayuda a integrar al comerciante en alza en la clase media. El tipo erróneo de interacción entre clases puede verse en la desconsiderada (y francesa) egalité de Lady Caroline, que trata con condescendencia a John Halifax, como un “hombre de las personas” románticamente idealizado. La referencia xenofóbica indica que su actitud está mal porque destruye el orden establecido en lugar de cambiarlo gradualmente, y porque el igualitarismo mecánico falla al medir la diferencia en el valor entre un hombre y otro.

Las apariciones de Lady Caroline Brithwood en la novela hacen gráfico el declive de la aristocracia y la ascención de los valores morales de la clase media. Al principio de la historia ella es un foco de atención y admiración; su matrimonio de la casa de Lady Hamilton une a Norton Bury con emocionantes eventos nacionales. En este punto John Halifax es un trabajador en la curtiduría y está demasiado abajo como para ser ni reconocido; cuando salva a Squire Brithwood de ahogarse, el Señor le tira media corona en lugar de darle las gracias.

Por la mitad del libro, la muerte del Almirante Nelson ha revelado los detalles de su aventura extramarital con Lady Hamilton y ha incitado insinuaciones dudosas sobre la conexión de Caroline Brithwood con el círculo Hamilton. Ambos John y Ursula Halifax se sienten moralmente incómodos cuando Lady Caroline − que ahora les trata como iguales − les hace una visita social. Al final del libro es una adúltera loca y pintada como una puerta que vaga por las calles de Norton Bury. Ursula Halifax demuestra una admirable caridad dejándola que se quede con ellos y cuidándola hasta que muere.

La historia del hijo de Luxmore indica la adaptación de la aristocracia a los valores de la clase media. Al principio John Halifax se niega a dejar que Lord Ravenel corteje a su hija Maud, no por la diferencia de posiciones, sino porque Ravenel ha sido un holgazán. Se redime yendo a America y trabajando como un dependiente. Cuando hereda la hacienda, la vende para pagar las deudas de su padre y se convierte en el simple William Ravenel, un socio en la empresa familiar de Halifax y un buen marido burgués para Maud. De este modo, aunque los matrimonios de John Halifax y de su hija Maud prestan la sanción de la legitimidad aristocrática a la nueva clase media, no solamente absorben a los recién llegados en la vieja estructura de clase, sino que más bien incorporan a la aristocracia en un sistema de valores de clase media.

Aún así claramente es importante que John Halifax sea visto consiguiendo los matrimonios y la casa grande y la aceptación social. Para muchos lectores, el idealismo democrático del libro está queda aún más arruinado por otra inconsistencia. El British Quarterly Review la llamó una “estupidez artística e intelectual − la irresolución característica de esta escritora” (“The Author of John Halifax”, p. 42). John Halifax tiene una posesión heredada de su padre − un Testamento Griego con la inscripción “Guy Halifax, Caballero”. La inscripción y el idioma indican que aunque John no tenía las ventajas sociales y materiales que los caballeros podían darle a sus hijos, él era de hecho, por sangre, un portavoz de la clase nacida para la propiedad y la educación, y, además, lo sabía. ¿Esa ventaja − que, quizás, le predispuso a la inteligencia y le dio confianza − explica su ascenso? Si es así, la premisa del libro queda completamente negada, y Craik (como otros victorianos supuestamente democráticos, incluyendo a Dickens) parece reticente a aceptar la mobilidad social a menos que pueda ser explicada con una historia de “buena sangre”. Por otro lado, Frances Martin, que era cercana a Craik y ayudó con las lecturas de prueba del libro, insistió en que el Testamento Griego era un símbolo, y en que la inscripción “Caballero” era “la inalienable posesión de todo ser humano” (p. 539).

Craik creía que la caballerosidad era un sentido del honor, de la fidelidad y de la obligación. La fuerza de la clase media venía de su inclusividad y de su posición en el medio − o en el centro − de la sociedad. John Halifax preserva la nación estando entre una aristocracia que ha abandonado la resposabilidad social y los pobres que tienen demasiada poca visión de futuro como para gobernar. El libro comparte el tono Dickensiano de la benevolencia humanitaria. Las muchedumbres de Craik no tienen la sofisticación política para identificar la fuente de su descontento, ni están lo suficientemente bien organizados como para ser realmente una amenaza. La solución de la clase media para los problemas sociales es reformista. Los pobres causan problemas porque tienen hambre, y John Halifax ofrece la solución doméstica inmediata de una buena cena en lugar de pararse a analizar la causa de su hambre. Durante los disturbios por la comida el autoritario Abel Fletcher tira su grano en el río antes que dárselo a la fuerza de la muchedumbre. Ellos responden − naturalmente − amenazándole con quemar su casa. Porque John Halifax está en medio entiende tanto el hambre como la propiedad; salva la casa dando toda la comida que hay en ella a los alborotadores. Este acercamiento a los problemas sociales parece − incluso para mediados del siglo XIX − extraordinariamente superficial. Sin embargo, refleja una confiada suposición de inclusividad moral. La clase media − como Craik y sus lectores creían − podía entender los sentimientos y necesidades de ambas la clase alta y la clase baja, y por ello eran los mejores dirigentes en una época de progreso y cambio.

La voz del lector

John Halifax, caballero es inusual porque celebra plenamente a su personaje central y su sociedad. Los novelistas que escriben con un propósito social en mente casi invariablemente lo hacen mostrando ejemplos de los males que necesitan ser corregidos. Craik, en su lugar, aportó un modelo a imitar, una visión del mundo que debería ser. Hizo que el libro atrajera al público lector reforzando sus propios valores, convirtiendo a un hombre ordinario en un héroe de proporciones épicas, y usando técnicas literarias que dan forma y guían a la respuesta emocional del lector.

El propio John Halifax es un compendio de virtudes de la clase media. Personifica la santísima trinidad del individualismo económico: autosuperación, sacrificio y autocontrol. Es tan obviamente honesto que no surgen ocasiones que pudieran ponerle a prueba. La bebida nunca aparece en su presencia. Es lo suficientemente ahorrador como para vivir en un ático incluso después de que le han hecho director de la curtiduría. La higiene le separa de la masa de chicos pobres cuando aparece por primera vez. El estudio le permite alzarse por encima del trabajo manual. Usa su tiempo libre constructivamente creando modelos; mucho después, planea dar un curso de lecciones públicas después de retirarse del molino. La iniciativa y el deber le llevan siempre a hacer más de lo requerido. La prudencia económica evita que arriesgue su dinero especulando cuando ya es rico, y así le otorga las bolsas de oro para salvar el banco. La moralidad sexual existe sin esfuerzo; nunca piensa en mujeres hasta que ver a Ursula. No malgasta tiempo en la sociedad superficial; su vida privada está enteramente centrada en la familia. Tiene el coraje suficiente para rescatar a March y a Brithwood de un río y enfrentarse a una muchedumbre armada, pero no asume riesgos innecesarios; introducir el vapor en el molino es la mayor indicación de su “cualidad intrépida enteramente inglesa” (cap. 27).

Las luchas y fracasos del héroe − si es que existen− casi no tienen cabida en el libro. La historia, sin embargo, no es contada por un autor omnisciente − es narrada por un hombre que admira a John Halifax. Sólo las más simples pistas de conflicto interno indican que John hace uso de su fuerza de voluntad para convertirse en una persona tan admirable. A los veinte años le confiesa a Phineas que

“muchas cosas malas son agradables − justo ahora, en lugar de levantarme mañana, e ir a la pequeña y oscura tesorería, y rayar papeles de ocho a seis, ¡me gustaría marcharme! − adentrarme en el mundo, encariñarme con todo tipo de bichos raros, hacer todo tipo de cosas increíbles, y quizás nunca más volver a la curtiduría.” [cap. 5]

El my pequeño camino de juergas de John − un viaje al teatro − es inmediata y drásticamente castigado. El plan general de Craik, sin embargo, era animar más que asustar. Asumió que la gente era básicamente buena y que admirarían los mismos rasgos que ella admiraba. Así que escribió escenas que muestran a John Halifax ganándose el respeto y el amor de la gente en todos los rangos de la sociedad.

El personaje de Ursula Halifax está construído bajo el mismo principio: una mujer modelo para igualar al hombre modelo. Sin embargo, ella no es tan central ni está tan ricamente detallada. Para la mitad del libro se convierte en un estereotipo; generalmente es llamada simplemente “la madre”, y las limitaciones de su personaje revelan que Craik no podía aceptar con tanto entusiasmo el rol como una expresión englobadora de la femineidad ideal.

Ursula March, soltera, es una heroína atractiva. En la primera escena lucha para hacer uso de la caridad y heróicamente sale herida por la causa; se corta con un cuchillo de cortar pan cuando un sirviente intenta evitar que le de un trozo del pan a un chaval trabajador hambriento. Está bien educada, es leal a su padre, es energética, fresca, saludable y para nada etérea. Es tan autosuficiente como para marcharse de la casa de su fideicomisario cuando comienza a sospechar que Lady Caroline Brithwood es una compañera inapropiada. E ignora las convenciones para amar a John Halifax.

Ursula Halifax mantiene algunas de estas virtudes. Alarma a los vencinos cuando ofrece refugio a Lady Caroline. Después de que John se convierta en dueño del molino de Enderley se dice que Ursula tiene “’media docena de planes’” (cap. 24) para hacer el bien a los hombres y mujeres que trabajan para su marido.

Sin embargo, los deberes públicos de Ursula Halifax se quedan en meras palabras − nunca la vemos llevándolos a cabo. Su vida en la novela queda encerrada en su rol, y la total absorción en la maternidad tiene algunas reverberaciones negativas. La preocupación por sus hijos hace enfadar a Ursula cuando Mary Baines trae la viruela a la casa; John tiene que recordarle que la regla de oro le prohíbe echar a un bebé al frío. Las habilidades intelectuales que tenía cuando era una muchacha son trivializadas; Phineas nos cuenta que Ursula Halifax es una influencia moral inestimable para sus hijas, pero que es una profesora inapropiada para las lecciones ordinarias. Cuando una institutriz llega a la casa, se vuelve celosa y ruin. De hecho, es demasiado “la madre”; quiere a sus hijos con demasiada totalidad y no puede sobrevivir más allá del fin del rol. Cuando su hijo mayor Guy se va de casa, Ursula Halifax entra en la decadendia física que le llevará a la muerte.

La neblina de sentimientos que cubre “la madre” falla en ocultar la manera en la que Ursula Halifax merma dentro del confinamiento del rol. “La madre”, sin embargo, es sólo un aspecto de la mujer. El libro explora otros de incógnito. Como uno de los primeros críticos remarcó, “es difícil suprimir el miedo de que Phineas Fletcher se enamorará perdidamente de John Halifax, tan difícil como recordar que Phineas es de sexo masculino” (R.H. Hutton, p. 475). Phineas es pasivo, indefenso, admirador, una decepción para su padre porque nunca podrá tomar el relevo en el negocio y continuar el apellido, un oyente de los planes de los demás, un escritor de notas, oyente de lecciones, un ávido espectador de los sucesos en los que no puede tomar parte. Estos rasgos podrían ser admirables en una mujer; el hombre que los tiene es minusválido.

Finalmente, los críticos a menudo han llamado a John Halifax un “hombre de mujeres”. En contexto, las palabras implican que Craik, como otras mujeres escritoras victorianas, no tenía la suficiente experiencia e inteligencia para crear un hombre completo por dentro y por fuera, y entonces generalizó los rasgos de apariencia que podía observar. El criticismo moderno le da a la frase otra dimensión. “Dinah Mulock Craik and the Tactics of Sentiment: A Case Study in Victorian Female Authorship” de Elaine Showalter, sugiere que los personajes como John Halifax permitían a Craike proyectar “sus propias ambiciones y luchas en héroes masculinos que podían más adecuadamente personificar sus ideales” (“Dinah Mulock Craik and the Tactics of Sentiment”, p. 18). John Halifax puede ser honesto sobre su ambición y ser alabado por sus hazañas; una mujer, incluso una escritora profesional competitiva, no podía hacerlo sin que se le acusara de ser poco femenina.

John Halifax lucha para abrirse su propio camino en el mundo, pero no daña a aquellos que se encuentra. Puede ser sin duda una “mujer con pantalones” − esto es, una idealización de las creencias de Craik sobre como las mujeres se comportaban y sobre lo que las mujeres podrían conseguir su tuvieran la libertad y la independencia que se les daba a los hombres, incluso a un hombre extraño. Algunas de las virtudes de John Halifax elevan los rasgos femeninos tradicionales a un estatus heróico: se enfrenta a los alborotadores con persuasión en lugar de con la fuerza; sofoca la ira con comida. Evita recurrir a la ley por el dinero que Brithwood debe, justo como una mujer no podía recurrir a la ley por justicia en su propio nombre. Incluso la caballerosidad, la crianza, el profundo amor por la más indefensa de sus hijos, la ciega, parecen más admirables en un hombre porque son voluntarios.

Las tácticas narrativas de John Halifax, caballero captan la respuesta emocional del lector interviniendo en las fuentes de sentimiento y animando a la identificación. El narrador inválido es un puente entre las esferas separadas de mujer y hombre; tiene un punto de vista femenino pero puede compartir la vida y los pensamientos de un hombre. Craik le hace tocayo y descendiente del histórico Phineas Fletcher, un erudito, clérigo y poeta pastoril jacobino. La tradición pastoril provee un modelo para la mezcla paradójica de la distancia fingida y la subjetividad real creada por el narrador; el poeta pastoril, con su máscara de pastor, podía introducir la emoción personal en su verso mientras fingía escribir objetivamente sobre un mundo inventado. La obra maestra de Fletcher, La isla púrpura (que es mencionada varias veces en la novela es, como John Halifax, caballero, una épica cristiana con un ciudadano ordinario como héroe.

La función primaria de Phineas Fletcher, sin embargo, es admirar a John Halifax. Ama descaradamente a su amigo; puede obsesionarse con la personalidad de John, alabar sus fortalezas, y aprobar sus acciones de una manera que sería imposible para un autor omnisciente. Así controla la respuesta emocional; su mediación personal le da al lector permiso para sentir y suministra las emociones que Craik quiere sonsacar sobre su personaje central.

La narración de Phineas también suministra una tensión recursiva que hace la parte de la historia dedicada al éxito de John Halifax más interesante de lo que podría ser de otro modo. Por ejemplo, al final del libro, cuando John Halifax se está ganando la gratitud de ambos los de arriba y los de abajo depositando sus bolsas de oro en el banco, Phineas Fletcher sale de la casa del banquero recordando cómo una vez acudió a Ursula en ese mismo jardín cuando el aprendiz de curtidor era demasiado pobre para declarar su amor. El revestimiento emocional no solo nos permite reexperimentar el previo placer de tensión despertada y satisfecha sino que también recrea la tensión original para intensificar el efecto de la última escena.

El anacronismo esencial del libro provee una recompensa emocional similar. El personaje central aparece amenazado por las opiniones y el comportamiento del mundo en el que vive. Sin embargo, John Halifax está simplemente adelantado a su tiempo. En la época en la que Craik escribió, la mayoría de la gente aprobaba las cosas que John Halifax apoyaba. Así la tensión despertada cuando el héroe se encuentra con un conflicto con las normas sociales crea una ironía agradable; las propias opiniones de los lectores parecen estar siendo atacadas y la identificación emocional lleva a una deliciosa satisfacción cuando − como la historia hace inevitable − John Halifax y el lector son justificados.

Sin embargo, no todos los lectores podían estar envueltos en los sucesos del mundo. A pesar del amplio lienzo de la alegoría histórica, Craik garantizó el mayor grado de identificación del lector confinando las escenas primariamente al círculo doméstico. Porque el narrador inválido controla la historia contando sólo lo que sabe, la mujer novelista no necesita seguir a John Halifax a la curtiduría o a la fábrica ni entender los detalles de sus invenciones. De hecho, las virtudes domésticas transgreden incluso en el mundo de la fábrica; una razón por la que los trabajadores aceptan el vapor tan fácilmente es que las mujeres del molino quedan conmovidas por el amor de su amo hacia su hija ciega. Las únicas amenazas verdaderas al mundo perfecto de la novela son las amenazas que golpean a la familia: la enfermedad y la muerte de los niños, el dolor y el disentimiento cuando dos hermanos se enamoran de la misma mujer.

El problema de la siguiente generación es una ironía implícita en la historia de autosuperación. Guy Halifax queda brevemente arruinado por la riqueza de su padre; anhela salones de baile y cazas de zorros y se mete en una pelea cuando bebe demasiado. Guy se redime con ruina, privación y trabajo duro en America donde no tiene ni clase ni padre, consolando a cada lector con la demostración de que las ventajas que se merecen son solo las que se ganan con esfuerzo individual.

El material fortuito refleja otros prejuicios del público de masas: sentimiento anti-francés, nostalgia rural, provincianismo incondicional, un leve pacifismo y desconfianza en lo militar. Craik se las arregla para no ofender los sentimientos religiosos de ningún lector. La caída de Lord Ravenel en un escepticismo temporal podría reflejar el miedo de la influencia Romana despertada por la conversión de Newman en 1845, pero los viejos católicos son tratados con simpatía. La fe del héroe es cuidadosamente indeterminada. No hay ningún clérigo entre los personajes. Una crisis de última hora fuerza a Phineas a quedarse en casa durante la boda del libro, así que no tenemos una descripción de la iglesia o de la ceremonia. La única observación religiosa que vemos es la lectura de la Biblia de la familia, que tanto Anglicanos como disidentes podían aprobar.

La respuesta

John Halifax, caballero fue un libro enormemente exitoso. Hurst y Blackett estuvieron muy ocupados reseteando el tipo; cuatro juegos de láminas habían sido usadas para 1858. La primera edición barata fue ilustrada con un grabado de acero del pintor Pre-Rafaelita J.E. Mllais. Una lista de 1863 de los libros más populares de la era puso a John Halifax, caballero justo detrás de La cabaña del tío Tom. Y las ventas continuaron durante los siguientes cincuenta años. Se hicieron copias de once editoriales inglesas distintas en 1898; piratas americanos (que iban desde las grandes casas de Nueva York y Philadelphia hasta el Chicago Union School Furnishing Company) produjeron por lo menos cuarenta y cinco ediciones diferentes antes de 1900. En el siglo XX el libro ha sido resumido, recontado, publicado como un libro de lectura complementario, incluido en colecciones de clásicos encuadernados en cuero de imitación que se piden por correo, y ofrecido en papel muy fino para que los soldados lo pudieran llevar en el bolsillo. También ha sido una serie de televisión.

A veces Craik introducía sus ensayos con el modesto descargo de responsabilidad de que no se esforzaba por ser original, sino que solo esperaba ser capaz de expresar con palabras las ideas que se le habían ocurrido, quizás sin ser del todo consciente, a una gran cantidad de personas. John Halifax, claramente, dio exactamente en el clavo. Dio una forma dramática al mito heróico de la clase meda, hecho accesible con la ambientación doméstica, y añadió las atracciones emocionales del amor y el pathos. El libro satisfizo las necesidades y los deseos de los lectores, reflejó sus propias creencias y les dio la dignidad de la importancia literaria. Expresó la fe en progreso continuo, ofreció respeto al negocio, dijo que la pobreza no era una desgracia sino más bien un estímulo necesario para la industria y que el éxito económico era una meta meritoria. Mostró las recompensas del trabajo duro y de la autosuperación y proclamó que cualquier ocupación práctica era valiosa.

Además de expresar los sentimientos de los lectores, el libro suministró la recompensa psíquica que la identificación con los personajes más importantes. El brillo de la admiración aprobatoria rodeaba no sólo al exitoso John Halifax sino también a la doméstica Ursula y al espectador Phineas. Los lectores estaban personalmente involucrados. Los personajes aceptaron el desafío de la existencia independiente que desdibuja la distinción entre vida y literatura; los turistas acudieron en bandada a Tewkesbury para ver los lugares en los que John Halifax había vivido. Para algunos lectores el libro se convirtió en un tipo de testamento, un evangelio personal que era comparado con The Pilgrim’s Progress y Imitation of Christ.

La institución literaria no dio la misma aprobación. Los primeros críticos dijeron que el libro era el mejor de Craik hasta la fecha, pero no previeron su enorme éxito. Encontraron cosas que criticas: la historia estaba demasiado idealizada; un chaval trabajador podía hacerse rico pero no era probable que se volviera tan refinado como para entrar en la buena sociedad. Algunos críticos encontraron la amistad entre Phineas y John absurda, aunque otros se conmovieron, y se preguntaron por qué las novelas no describían más a menudo las emociones de la amistad masculina. Los intelectuales tenían tendencia a burlarse. William de Morgan y Edward Burne-Jones satirizaron a Ursula y a Muriel Halifax; George Eliot pudo haber estado pensando en John Halifax cuando insistió en que Tom Tulliver en The Mill on the Floss no estaba “moldeado en el tipo embobado del Aprendiz de Industria” (See Colby, p. 219).

Hasta cierto punto, la popularidad del libro lo puso fuera del alcance del criticismo literario y dañó la reputación de Craik entre los escritores serios. “Hay algo casi espantoso”, escribió Henry James,

en la idea de un escritor comprometiéndose para dar una imagen detallada de las acciones de un ser perfectamente virtuoso. … No podemos sino pensar que, si Miss Muloch {sic} hubiese sopesado su tarea con más detenimiento, se habría retraído con consternación. Pero ni antes ni después de su exitosa encarnación fue John Halifax sopesado o medido. Es infinito; dura más que el tiempo; está consagrado en un millón de corazones inocentes; y ante su horrible perfección y eterna durabilidad nos arrodillamos respetuosamente. [Henry James, Notes and Reviews, pp. 167-68]

Para finales del siglo resultaba difícil para los críticos considerar al libro si quiera literatura. Aquellos que creían en él lo elevaban al estatus de fuerza social, que había ayudado a cambiar la nación borrando del mapa los viejos hábitos y convenciones y creado un clima de respeto por la igualdad democrática y la dignidad del trabajo. Aquellos que no se sentían afectados lo describían como un panfleto. Mientras el péndulo oscilaba en contra del victorianismo y los valores victorianos, el libro era bastante típicamente etiquetado como “completamente inofensivo, e impecablemente correcto, e irremediablemente corriente” (Walker, p. 748).

John Halifax, caballero sigue siendo la más conocida de las novelas de Craik. Los eruditos literarios modernos aprecian − aunque pueden no aprobar − la celebración de la autora de los valores de la clase media y encuentra el libro útil como artefacto de la historia social. El conocimiento de Craik del público lector, su propia


Modificado por última vez en 16 de agosto de 2007; traducido el 28 de mayo de 2018