decorated initial C

arlyle, Schiller y Goethe recuperan el idilio doméstico recurriendo a la institución de la literatura. En el primer libro de Carlyle, La vida de Schiller (1823-25), el joven Schiller quiere convertirse en sacerdote, pero el duque de Würtemberg convence a su padre para que lo emplace en un colegio militar y le haga estudiar derecho, lo cual es “representativo” para Schiller de las restricciones de la educación por medio de la “instrucción militar” (10, 9). El deseo de Schiller ante una vocación más elevada más allá de los límites de la ley, le hace entrar en conflicto con la figura autoritaria del padre, el duque. Incapaz de perseguir sus intereses teológicos, comienza a leer y a escribir poesía. Su primera obra, Los ladrones, representa temáticamente su rebelión contra la autoridad del duque, al tiempo que busca establecer su propia autoridad como artista. El duque, reconociendo el desafío a su autoridad, condena Los ladrones como una obra peligrosa y amenaza a Schiller con una mayor represión. Pero cuando su transformación en un autor de éxito libera a Schiller “de la tiranía de la escuela y la constricción militar”, éste rechaza su carrera prescrita, huye de Würtemberg, y se establece como hombre de letras (24).

Dado que carece de dudas religiosas, Schiller, a diferencia de los otros héroes de Carlyle que sustituyen su carrera religiosa por la literaria, no desecha las creencias religiosas de su propio padre. Pero al insubordinarse contra la figura paternal, el duque, se exila efectivamente del idilio “religioso” de la familia, que desaparece de su biografía tras abandonar Würtemberg. Precisamente porque no pierde su fe religiosa, el exilio de Schiller hace que su carrera en la literatura se torne problemática. La literatura no le permite regresar a casa porque no puede reemplazar íntegramente lo que no ha rechazado plenamente. Se convierte en un “vagabundo” que busca interminablemente, y sus incesantes peregrinaciones y actividades literarias figuradas, fracasan necesariamente a la hora de encontrarse con su opuesto, y aunque es “coronado con laureles”, sigue “careciendo de un hogar” (81; véase 50. Carlyle concluye con que Schiller nunca fue capaz de regresar al hogar y que no logro “ni descanso, ni paz” ("no rest, no peace", 203). Si hubiera permanecido en Würtemberg, le habría oprimido una autoridad que no le habría permitido seguir una vocación más elevada, pero su nueva autoridad literaria no le permitió desplazar al duque para poder retornar al idilio infantil.

En vez de crear una tierra prometida a la que pudiera conducir a su pueblo, Schiller se convierte en un viajero comercial. Inicialmente, conceptualiza la literatura como un idilio que, al igual que la familia, existe al margen de las leyes económicas. Antes de su exilio, reivindica que “honra” a la literatura “demasiado como para desear vivir de ella”, pero, cuando [17-18] corta toda relación con su “casa madastra”, debe “seguir hacia adelante, solo y sin amigos, para buscar su fortuna en el gran mercado de la vida” que “disuelve” sus “conexiones” con su familia y las sustituye por las exigencias de un “público” variopinto (12, 28, 40; énfasis añadido). En lugar de descubrir un nuevo idilio, trabaja en ciudades como Leipzig, que es el “centro de un comercio de todo tipo, en el que el de la literatura no es una excepción” (54). Aunque el sistema de la venta de libros le libera, como lo hacían otros, de la dependencia en el patronazgo aristocrático de duque, no es verdaderamente libre, porque el nuevo sistema suple la ley del benefactor con la ley del público y su demanda de clases particulares de productos literarios. Ningún sistema productivo puede satisfacer el deseo de Schiller por lo trascendental. Aunque La vida de Schiller concluye afirmando el “credo” de la literatura, no visualiza con éxito la capacidad de la literatura para reproducir el idilio perdido.

El primer ensayo y el más importante de Carlyle sobre Goethe (1828) resuelve este problema separando la pérdida del hogar del acto de la rebelión y eliminando las constricciones económicas de la representación de la carrera literaria. El ensayo divide la vida de Goethe en dos fases: la del joven “incrédulo” que escribió Las desventuras del joven Werther, y la del “creyente” maduro que escribió Wilhelm Meister (CME, 1: 210). Debido a que su padre encarna la autoridad de la ley, no de la creencia religiosa, el hogar de Goethe no es el idilio doméstico de Schiller. El padre de Goethe desempeña el papel que el duque había jugado en La vida de Schiller al tiempo que el padre de Schiller es eliminado. El padre de Goethe representa la ley, tanto porque es un abogado como porque, al igual que el duque, ordena a su hijo que estudie derecho. No sólo se rebela Goethe contra la ley establecida por su padre, sino que, negándose a convertirse en abogado, cuestiona la autoridad de la carrera paterna.

Puesto que el idilio religioso está ausente, la rebelión de Goethe sólo constituye en un principio un rechazo de la autoridad de su padre más que un intento por establecer la suya. La rebeldía de Schiller frente al duque y su adopción de la literatura fueron un paso único y unificado. La carrera literaria con la que intentó recuperar el idilio doméstico estuvo inextricablemente vinculada con la insumisión que le imposibilitó dejar de deambular y comenzar a encontrar el camino de regreso a casa. Mediante la eliminación del idilio doméstico en su narrativa de la carrera de Goethe, Carlyle desplazó la subversión de Goethe a la primera etapa de la narración, separando la negación insurrecta de la afirmación posterior de la autoridad en la literatura. [18/19] Las desventuras del joven Werther no crean todavía una nueva mitología, sino que simplemente refutan la creencia. Durante su periodo de “incredulidad”, Goethe, como Schiller, se convierte en un ser errático, llevado de aquí para allá por el “aliento Harmattan de la duda”, una “innombrable inquietud” le impide crear un nuevo idilio (CME, 1: 216). Únicamente durante la segunda etapa de la narrativa, cuando consigue creer, es cuando Goethe se convierte en un autor profético que puede conducir a su pueblo a “casa”, a la tierra prometida (217, 224).

En su ensayo sobre la correspondencia de Schiller (1829; publicado en 1830), Carlyle utiliza la nueva estructura de “Goethe” para revisar la narrativa de la carrera de Schiller. De igual modo que divide la vida de Goethe en fases de descreimiento y de credulidad, ahora bifurca la existencia de Schiller en la época “mundana” antes de tomar sus “Votos literarios” y la época “espiritual” posterior (CME, 2:175). La vida de Schiller había retratado que ambas épocas planteaban los mismos problemas, su juventud dividida entre su deseo de una alta vocación y las exigencias de la economía. Pero “Schiller” gesta una oposición estructura entre ambas: “lo que yace antes de este tiempo y lo que yace después presenta dos personalidades completamente diferentes” (175). Schiller ya comienza a vivir en la “época mundana” del tiempo y de la historia donde experimenta la “opresión, la distorsión, el aislamiento” de la economía y la ley del duque (177). Mientras el ensayo menciona una “estación feliz” de la juventud en un momento en el que Schiller todavía vivía en el idilio doméstico, la estructura bipartita la excluye de la secuencia narrativa básica, sugiriendo que este idilio existe fuera del tiempo, en un reino antes que la vida de Schiller propiamente dicha se iniciara (178; véase SR, 90 [19-20]) y su carrera literaria adoptara un molde religioso mucho más nítido. Este Schiller no sólo descubre su autoridad, sino que recupera con creces el ámbito de lo trascendental y descubre una tierra prometida.


Modificado por última vez el 28 de diciembre de 2009; traducido el 31 de julio de 2012