Tal subrogación se puede distinguir de la disociación, un tipo de doble más dramático representado en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr, Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson. Jekyll y Hyde son como una personalidad dual, una única entidad disociada en dos. Ambos se han convertido en lo que Otto Rank denomina “yo opuesto”. Según Rank, en sociedades primitivas el doble se concibe como una sombra que representa tanto a la persona viva como a la muerta. Esta sombra sobrevive al yo, asegurando inmortalidad y funcionando, de este modo, como una especie de ángel de la guarda. En las civilizaciones modernas, sin embargo, la sombra se vuelve una profecía de muerte para la persona consciente de sí misma. Los dobles se convierten en opuestos, en demonios más que en ángeles de la guarda (Rank, 71-76). Esto es particularmente cierto en sociedades modernas inhibidas o auto-contenidas como lo era la Gran Bretaña Victoriana.
En Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Hyde se convierte por tanto en el demonio de Jekyll, en su yo monstruoso. Ciertamente, Stevenson lo presenta como tal desde el principio. Silbando cuando habla, Hyde posee una "especie de negra frialdad despreciativa . . . como Satanás" (32). También sorprende a aquellos que lo ven deforme — "pálido, con apariencia de enano" (SC, 40) y rasgos de simio. Es tanto monstruo como sombra par excellence — otro yo, no solo para Jekyll, sino para todos los presuntos solterones rígidos victorianos de la historia, que perciben sus deformidades y para quienes él se torna demonio y sentencia de muerte. El extraño caso se despliega con la búsqueda que realizan esos hombres para destapar el secreto de Hyde. Tal y como el narrador/abogado, Utterson, declara, "Si él es Mr. Hyde . . . yo seré Mr. Seek" (SC, 38) (N.T., Utterson juega con el nombre de Hyde y con los verbos to hide -homófona del nombre propio-, esconderse, y to seek, buscar), y del mismo modo todos lo serán. Utterson comienza su misión con una búsqueda somera de sus propios demonios. Temiendo por Jekyll, ya que el buen doctor ha modificado extrañamente su testamento en favor de Hyde, Utterson examina su propia conciencia, "y el abogado, atemorizado por el pensamiento, meditó por un rato en su propio pasado, buscando a tientas en todos los rincones de la memoria, para ver si por suerte, algún demonio [N.T. Jack-in-the-Box >http://en.wikipedia.org/wiki/Jack-in-the-box]de una antigua iniquidad saliera a la luz allí" (SC, 42). Como muchos victorianos eminentes, Utterson vive una moderada doble vida, y se siente moderadamente aprensivo al respecto. Un enano feo como Hyde podría saltar de su propio yo encerrado, pero para él, una criatura tan poco probable se sigue viendo como un juguete. Aunque desde el principio Hyde se llena de desagrado por la vida (SC, 40, no es hasta la noche última y fatal, tras irrumpir en el gabinete, cuando Utterson puede concebir la enormidad del segundo yo de Jekyll. Solamente entonces se da cuenta de que "estaba contemplado el cuerpo de un auto-destructor" (SC, 70); Jekyll y Hyde son uno solo en la muerte, tal y como debían haber sido en vida.
Poole, el sirviente de Jekyll, y Lanyan, su colega médico, son aún más incrédulos. Cuando Poole ve a Jekyll/Hyde en su forma final, cree haber visto a su maestro con una “máscara” en el rostro: "aquélla cosa no era [118/119] mi amo, y esa es la verdad" (SC, 66). Una vez más, la “cosa” de Poole es simiesca y con rasgos de enano, y llora "como una mujer o un alma perdida" (SC, 69). Cuando Poole y Utterson oyen a Jekyll al otro lado de la puerta esa última noche, reaccionan como aspirantes a rescatadores de Ralph Nickleby. La voz que oyen suena como “otra”, no como la persona que conocen. Lanyan nunca sobrevive a esa noche final. Sabedor de que Jekyll y Hyde son la misma persona, Lanyan ya ha perdido la vida frente a este secreto. Un hombre que cree en el racionalismo y en la rectitud moral, Lanyan no puede, sencillamente, adaptarse a las verdades descubiertas en la revelación de Hyde: improbabilidad y "absoluta bajeza moral" (SC, 80). Lentamente se dirige a la muerte; su cuerpo sigue el hilo de su alma "enferma". La suya es también una especie de suicidio, una muerte consentida, si no deseada. Lanyan, sencillamente, no puede acomodarse al horror desvelado por Jekyll.
Y tampoco puede el propio Jekyll, que es un suicida, como su propio nombre indica (Je, “yo”, en francés; y "kyll", kill, en inglés, “matar”). Su doble lo va matando incluso en las fases más iniciales de su asociación, cuando cree que puede deshacerse a placer de Hyde con impunidad. Inicialmente, a Jekyll no le importa si Hyde sobrevive o no: "No puedo afirmar que me importe lo que le ocurra a Hyde; he terminado con él" (SC, 52). Pero a medida en que sus yos opuestos demuestran estar inextricablemente unidos, Jekyll acaba "descuidando" la vida misma (SC, 97). Sabe que se arriesga a morir al tomar la droga, pero la toma de manera deliberada. Si no está siempre presente en su mente, el suicidio se esconde ahí de todas maneras. Jekyll a menudo usa un lenguaje revelador, palabras como "He llegado a una encrucijada fatal" (SC, 85). Aun así, su yo-Hyde siente un miedo absoluto por la muerte. A medida que Jekyll se mantiene "ocupado por un pensamiento: el horror de mi otro yo" (SC, 95), se deleita, simultáneamente, al darse cuenta de que tiene el poder de la muerte por encima Hyde. Por otro lado, Jekyll siente fascinación por el “maravilloso” amor de Hyde por la vida y observa que "cuando descubro de qué manera teme mi poder de acabar con él suicidándome, encuentro en mi corazón que siento lástima por él" (SC, 96). Estas vacilaciones continúan hasta que la puerta del gabinete es forzada — y con ella el casi involuntario suicidio de Jekyll/Hyde.
A través de las actitudes opuestas de Jekyll/Hyde respecto al suicidio, Stevenson pone el misterio de su cuento en su lugar, tal y como hizo Le Fanu. Como todos los personajes de Stevenson carecen de auto-conocimiento, no llegan, en último término, a entender los vínculos entre la dualidad, los demonios y la muerte. Los lectores de Stevenson se ven, como consecuencia, forzados a tratar de resolver el misterio del extraño caso. Sin embargo, Stevenson nos dirige, más que Le Fanu, en dicho intento. Ya que incluso in extremis, su Jekyll teme más la exposición que la muerte. Esa es la razón por la que la mentira finalmente lo mata cuando fuerzan la puerta. Se debe esconder a Hyde, aunque se requiera la muerte para ocultarlo, y Jekyll debe, en última instancia, ser su propio asesino para evitar la divulgación completa de [119/120] la dualidad. Aquí, Stevenson no solo revela la profundamente entretejida doble naturaleza humana; también castiga la hipocresía Victoriana. El tipo de doble vida que los personajes del libro llevan no es solo falsa sino suicida. Como Stevenson declara en su ensayo “Lay Morals” “[N.T. la palabra ‘lay’ parece aludir a ‘law’ = ley y al mismo tiempo al verbo lie = mentir y al ‘lay’ = yacer): “Debemos vivir no solamente con nuestras tendencias opuestas en un continuo sube y baja de deseo y asco, sino encontrar además un camino en el que estas tendencias no se opongan sino que se sirvan unas a otras para un fin común” (Osbourne, vol. 24, 208) Comportarse de otra manera, insinúa el relato, es cortejar la muerte de la autenticidad, la pérdida de uno de los yos. Si tanto el altruismo como la bestialidad están integrados en la naturaleza humana, debemos no solo percatarnos de ello de manera racionalmente consciente, como Jekyll, sino también debe poder sobrevivir con este conocimiento.
Muchos de los contemporáneos de Stevenson no vivieron así, ni les agradaba el vínculo con el suicidio que la historia de Stevenson establecía. John Addington Symonds escribió a Stevenson que uno "debería traer creencias más allegadas a los recursos de la naturaleza humana, más fe, mayor simpatía por nuestras debilidades, de lo que usted ha hecho.... El tinte científico de la alegoría actuará como un incentivo hacia un suicidio moral para aquellos que perciban la profundidad de la alegoría" (Steuart, II, 83). Pero Stevenson estaba, a pesar de todo, actuando como moralista. Su "chelín sorpresa", concebido en un sueño y escrito al rojo vivo, capturaba tanto sus propias divisiones más profundas, como más profundas perspectivas sobre la cruel locura de la hipocresía de finales de la era Victoriana. El propio Stevenson había considerado el suicidio por lo menos tres veces, y aun así sobrevivió su enferma salud hasta llegar a una muerte natural. (34) Lejos de aconsejar un “suicidio moral”, su oscura historia de monstruosos alter egos aconsejaba integración. Lejos de dar rienda suelta a otra manía a lo Werther, Dr. Jekyll y Mr. Hyde es una admonición moderna y pionera al comportamiento ciego y auto-destructivo. Los científicos y abogados ficticios de Stevenson muestran peligrosas segundas dimensiones por no haberse mantenido en el auto-conocimiento. Sus trabajadores, como el mayordomo, Poole, ven máscaras en lugar del “horror” en que sus presuntos superiores se han convertido, ya que han optado por una visión distorsionada que se encuentra por encima de la claridad y de la perspicacia.


Incluido en este sitio el 10 de abril de 2001; modificado por última vez el 7 de septiembre de 2012; traducido el 27 de diciembre de 2013