[Adaptado de Landow, Tipos victorianos, sombras victorianas: la tipología bíblica en la literatura, el arte y el pensamiento victorianos (Victorian Types, Victorian Shadows: Biblical Typology in Victorian Literature, Art, and Thought (1980). Para ver el texto íntegro, pínchese sobre full text. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. N. del T.: En su libro Elegantes Jeremiadas, George Landow explica la diferencia entre los escritores sabios tradicionales como Samuel Johnson, Emerson, o Montaigne que hablaban para la sociedad y a menudo adoptaban un tono sereno dando por sentado el consenso de la audiencia con ellos, y los llamados escritores sabios seculares o «sage-writers» como Carlyle, Ruskin, Arnold, Lawrence o Mailer entre otros, que se mantenían distanciados de la sociedad para atacar no sólo a ésta sino también a sus lectores. Se trataba de un género muy arriesgado que se utilizó para fines políticos tales como el movimiento antiesclavista, las campañas en contra de la economía clásica y a favor del estado del bienestar, etc. Los escritores seculares basaron su estructura literaria fundamentalmente en la profecía del Antiguo Testamento que no consistía en predecir el futuro sino en atacar a la sociedad por haberse apartado de las leyes de Dios y de la naturaleza. Hemos acuñado el término «sagístico», inexistente en castellano, para conservar la raíz del vocablo original en inglés «sage»].
La naturaleza de la empresa de los sabios seculares (sage's enterprise) exige tanto que su audiencia como él mismo piensen que el papel que éste desempeña es especial, una función, en realidad, que se distingue por su comprensión superior del significado de los fenómenos transitorios y de su relación con las leyes o principios eternos. El sermón, en concreto el sermón evangélico, encaja precisamente con la postura deseada del sabio secular en relación con sus lectores y ofrece simultáneamente otros elementos necesarios. Por ejemplo, el sabio debe persuadir a su auditorio no sólo de que posee una visión más elevada sino también de que sus temas y ejemplos son de hecho significativos. El predicador victoriano, que confrontaba los mismos problemas, a menudo llamaba la atención de su audiencia mediante la identificación de un punto crucial sobre la interpretación que presentaba como algo especialmente importante, misterioso o paradójico. Al mostrar a su congregación cómo las verdades inesperadas habitualmente se encuentran ocultas en los lugares más impredecibles, particularmente en la tipología, este predicador convencía a sus oyentes de que él podía proporcionarles algo valioso.
Una técnica relevante de este procedimiento adopta la forma de la definición o redefinición de términos esenciales, tales como «cristiano», «elemento tipológico» y «sacrificio». Esta práctica demuestra efectivamente que la congregación del predicador no comprende adecuadamente cuestiones cruciales: en el mejor de los casos sus miembros son ignorantes e iletrados, y en el peor, consideran que su condición pecaminosa les evita ver con ojos llenos de claridad. Este procedimiento en consecuencia evidencia a sus oyentes que necesitan su liderazgo. Una vez que ha establecido sus definiciones, el predicador a menudo indica el significado literal de su texto y adelanta cualquier lección o problema que éste pueda contener.
Posteriormente, si se interesa en la clarificación de la tipología y de las sombras de Cristo, el predicador nuevamente conduce y entretiene a su audiencia, revelando su habilidad para percibir verdades importantes en lugares inesperados. Algunos predicadores evangélicos, tales como Spurgeon, también solían relatar sus experiencias personales como modelos ante sus congregaciones, y nuevamente susodicha costumbre marcó los escritos del sabio secular victoriano, muchos de los cuales portan la notoria impronta de la tradición homilética. En particular, Pintores modernos (1843-60), Las siete lámparas de la arquitectura (1848), Las piedras de Venecia (1851-2), y «Tráfico» (1858) de Ruskin, que utilizan un número de argumentos sustentados tipológicamente, usualmente pueden leerse como sermones sobre la relación de las inquietudes estéticas con el hecho bíblico.
Las técnicas del sabio
- Grotescos inventados***
- La lectura del fuego escrito en la pared
- Descubrimientos grotescos (1): Carlyle y los niños asesinados***
- Descubrimientos grotescos (2): Carlyle yel Papa anfibio y el sombrero de siete pies***
- El significado del mundo en el significado de una palabra: definiciones desde Carlyle hasta Suleri
Modificado por última vez 1996; traducido el 20 de mayo de 2011