[Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
El movimiento tractariano comenzó alrededor de 1833 y terminó en 1845 con la conversión de John Henry Newman al Catolicismo romano. También se denominó el Movimiento de Oxford porque Newman, miembro del Oriel College (parte de la Universidad de Oxford) y vicario de Santa María, la iglesia de la universidad, junto con otros, se estableció allí cuando empezó con los Tratados para los tiempos en 1833. (A diferencia de Cambridge, que era más liberal tanto en la política como en la religión, la universidad de Oxford en la década de 1830 era políticamente conservadora y se identificaba con la Iglesia de Inglaterra). Newman localizó el movimiento en el sermón del reverendo John Keble, «Apostasía nacional» (14 de julio de 1833/texto íntegro: full text), que atacaba el plan del Parlamento para desmantelar, es decir, abolir el estatus oficial de la Iglesia de Inglaterra de Irlanda en este país primordialmente católico romano. Los liberales arguyeron que dado que la mayor parte de los irlandeses eran católicos romanos, sus impuestos no deberían sostener a la Iglesia anglicana. Como contraste, Keble, Pusey, y otros tractarianos sostenían que puesto que la religión cristiana era superior al gobierno, los poderes seculares no tenían ningún derecho a interferir en los asuntos espirituales, independientemente de la causa.
Había exactamente 90 tratados, la mayoría escritos por Newman, cuyo argumento general era que la verdad de las doctrinas de la Iglesia de Inglaterra descansaba sobre la posición moderna de la Iglesia como descendiente directa de la Iglesia establecida por los apóstoles. Obviamente, tal argumento era una respuesta conservadora a los varios desafíos contemporáneos a la autoridad de la religión en general, al Cristianismo en particular, y específicamente, al Anglicanismo y al Catolicismo, alimentado por la misma necesidad de seguridad que el renacimiento evangélico (Evangelical). Desde el siglo XVI, la Iglesia de Inglaterra se había enorgullecido de ser la vía media o término medio, entre el Catolicismo romano y el Protestantismo más radical.
Newman rompió completamente los tratados en 1841 después del tratado número 90, en el que argumentaba que los Treinta y nueve artículos por medio de los cuales la Iglesia inglesa se distinguía de la romana, no eran necesariamente opuestos a la doctrina católica romana. Más bien, dijo, habían sido enmarcados dentro de una ambigedad considerable para evitar tal conflicto y aún así, satisfacer las necesidades políticas temporales de Enrique VIII. El método de Newman (según Richard Altick) era muy similar al tipo de crítica literaria que intenta recrear la intención autorial en el momento en el que la obra en cuestión se compuso. Muchos seguidores de los tratados infirieron después del tratado 90 que Newman se convertiría en breve en un católico romano; los cínicos sugirieron que ya lo era. Su conversión en 1845 (conversion in 1845) sin embargo, fue impactante. Dada la antipatía inglesa al «Papismo» (a pesar de los acontecimientos recientes como el Acta de emancipación católica de 1828, la conversión de Newman recortó el movimiento de Oxford al sugerir que el Tractarianismo conducía inevitablemente a Roma, y también creó un clima importante de mala voluntad personal hacia Newman. La sospecha de que mientras había permanecido en Oxford no había sido sincero sobre sus creencias o al menos no sobre la dirección que éstas llevaban, salió a la luz en 1864, desencadenando la escritura de su Apología pro vita sua, una autobiografía espiritual que, extraordinariamente, cambió la opinión pública sobre él.
El movimiento de Oxford añadió una opción conservadora a la atmósfera caldeada del debate religioso victoriano. Los victorianos que aborrecían el ateísmo (atheism) de los utilitaristas (Utilitarians) y el agnosticismo (agnosticism) de los científicos, se quedaron desconcertados ante el entusiasmo de los evangélicos, y encontraron que la Iglesia extensa era demasiado latitudinaria para que ningún significado pudiera imprimirse en su doctrina, no pudiendo aceptar la conversión a Roma. En suma, encontraban que los anglicanos de la Iglesia alta eran la solución conservadora perfecta.
El movimiento eclesiástico, que buscaba más decoración ritual y religiosa en las iglesias y que estaba íntimamente ligado al renacimiento gótico, fue un compañero natural del Tractarianismo, dado que ambos movimientos se retrotraían a la Edad Media en un momento cuando la Iglesia satisfizo las necesidades de sus parroquianos tanto religiosa como estéticamente. Estos movimientos tuvieron alguna influencia sobre la hermandad prerrafaelita (Pre-Raphaelite Brotherhood), que también miraba hacia Rafael y a sus precursores medievales para tomar su inspiración artística. De todos los asociados con la hermandad prerrafaelita, Cristina (Christina) y Dante Gabriel Rossetti probablemente extrajeron sus referentes especialmente de los tres movimientos asociados que implicaban la Eclesiología, el Tractarianismo y el renacimiento gótico. El católico Hopkins se inspiró igualmente en estos movimientos.
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Modificado por última vez en 1998; vínculos añadidos el 14 de diciembre de 2007
Gracias a Josh Kupershmidt por señalar la inoperatividad de un hipervínculo, 2002