[Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

Reinterpretando el Cristianismo

Como muchos pensadores revolucionarios, Anna Kingsford y Edward Maitland se vieron a sí mismos como los restauradores de un sistema corrupto o perdido más que como los ejecutores de un cambio radical. En El camino perfecto o el encuentro con Cristo, proclamaron:

Definiremos ahora con mayor precisión la naturaleza del sistema que buscamos restaurar y su relación con el sistema que durante tanto tiempo ha controlado a Occidente. Aunque este sistema no es ni cristiano ni católico en el sentido aceptado de la palabra, afirma ser tanto cristiano como católico en el sentido original y verdadero y ser el heredero legítimo, cuya herencia ha sido usurpada por un presente completamente corrupto, falso, supersticioso e idólatra [49].

La nueva religión que Kingsford y Maitland comenzaron a formar juntos fue desde el principio una reinterpretación del Cristianismo, no una recreación o destrucción. No fue hasta 1882 cuando alinearon sus creencias con las de la Teosofía, e incluso entonces se mantuvieron a una distancia discreta. Las enseñanzas de Cristo y las Escrituras serían el principal objetivo teológico de Kingsford durante toda su vida. Sin embargo, la naturaleza y la temática de su interés nunca fue convencional. Estaba convencida de que había un mensaje esotérico detrás de la interpretación tradicional de la Biblia y comprendió que era su misión interpretar e impartir esta nueva «verdad divina».

La unidad esencial de todas las religiones

Las ideas religiosas son ideas verdaderas, y como tales, son comunes a todas las edades de la historia y a todos los pueblos, radicando la diferencia simplemente en la manera de expresarlo [É] El hecho de que cada nación en cada época haya concebido, de alguna u otra forma, a Dios, constituye en sí mismo una prueba de que Dios existe realmente [Vida, 412].

Kingsford creía que todas las religiones derivaban de una «Verdad divina» esencial, que posteriormente las instituciones religiosas y materialistas malinterpretaron y pervirtieron, es decir, la Iglesia. El argumento de que los dioses son reales porque creemos en ellos es un argumento en cierta manera cíclico, que muestra la fuerte convicción que Anna tuvo desde el principio en la universalidad de la doctrina. Las comparaciones entre el Islam, el Espiritualismo, el Budismo, el Cristianismo y el mito de Egipto, por nombrar unos cuantos ejemplos, abundan en sus escritos. Las desviaciones entre las religiones son atribuidas al error humano.

La naturaleza del alma

Nuestras almas, entonces, son las esencias aglomeradas de las numerosas conciencias que nos conforman. Han crecido, evolucionando gradualmente desde entidades rudimentarias que a su vez evolucionaron, mediante la polarización, desde la materia gaseosa hasta la mineral. Y estas entidades se combinan y se unen para formar entidades superiores debido a su complejidad. El alma del individuo representa las fuerzas combinadas de múltiples conciencias, polarizadas y centralizadas en una unidad inalienable [El camino perfecto, 38].

El sistema religioso de Kingsford y Maitland fue, cuando menos, complejo. La parcialidad victoriana por la taxonomía y la descripción se reconoce inconfundiblemente en la obra de Kingsford y de Maitland. Las categorías y subcategorías documentan la disociación de la verdad elusiva y en ocasiones, la idea de que el Camino perfecto es repetitivo y que está sobreescrito. El componente crucial de la teoría de Kingsford que hay que recordar son los cuatro elementos del ser humano: el cuerpo material, el cuerpo astral, el alma y el espíritu. El modo en el que estos cuatro elementos interactúan determina la proximidad de un individuo a la verdad divina. El alma es el elemento más importante del humano dado que se reencarna y por tanto, evoluciona. El espíritu, por otra parte, es el «primer principio»; es divino en origen y comparable al Espíritu Santo cristiano. Es el elemento más elevado y sublime de los humanos, y a menudo el más ignorado. El cuerpo astral es quizá el concepto más difícil de asimilar, que, a diferencia del alma y el espíritu, existe en el plano material y por ello, es realmente físico. Sin embargo, no puede detectarse por los sentidos, a menos que el individuo sea un «adepto espiritual». El cuerpo astral constituye el vínculo entre el alma y el cuerpo material y el mejor modo de describirlo es el liminal. Es la manifestación física del alma o la manifestación espiritual del cuerpo. Físicamente, parece una sombra del cuerpo y cumple con las mismas reglas de espacio y tiempo.

El Cristianismo y la Teosofía

Para cuando Kingsford se convirtió en la presidenta de la Sociedad teosófica londinense, ya había tenido con Alfred P. Sinnett desencuentros. El enfoque erudito y racional de Kingsford hacia la religión entró en conflicto con la tendencia de Sinnett hacia el drama y el misticismo. Anna se sentía también cada vez más frustrada con el giro de interés por las religiones misteriosas de Oriente y con la resultante indiferencia por el Cristianismo. Su «Discurso presidencial» expresó por tanto «su pena y su inquietud por la tendencia creciente de la Sociedad teosófica por introducir en su método las supersticiones, la veneración exagerada por las personas y la autoridad personal, un elemento que ha sido la ruina de todo sistema religioso en el pasado» (83). El alcance de «las religiones del mundo» estaba decreciendo. La brecha llegó a ser tan intensa que Madame Blavatsky tuvo que ir a Londres desde la India para suavizar los ánimos encendidos. Apoyó a Sinnett públicamente. Éste visitó a Kingsford en privado y le dijo que creía que ella debía seguir siendo presidenta.

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Referencias

Kingsford, Anna y Edward Maitland. The Perfect Way or the Finding of Christ. Boston: Esoteric Publishing Company, 1972.

Kingsford, Anna, "Presidential Address." Theosophical History 2 (1987): 82-85.

Maitland, Edward. Anna Kingsford: Her Life, Letters, Diary and Work. 2 Vols. Whitefish: Kessinger Publishing, 2003.


Modificado por última vez el 14 de agosto de 2007; traducido 12 de deciembre de 2010