[Octava parte de «El renacimiento religioso y la transformación de la sensibilidad inglesa a principios del siglo XIX»© Herbert Schlossberg. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
a reputación de Thomas Arnold, director de Rugby, se ha establecido en gran parte gracias al testimonio de su crítico más influyente, John Henry Newman, quien conoció a Arnold por primera vez como uno de los «noéticos» de Oriel College y a quien se sintió tentado a seguir al liberalismo. En Apología, Newman dijo repetidamente que el gran enemigo contra el que luchaba era el liberalismo, y dejó claro que Arnold era un ejemplar destacado de esta ideología detestable. En un famoso incidente, preguntó retóricamente si se podía incluso considerar a Arnold como cristiano [Apologia, 52]. En este punto, Newman intentó suavizar su malestar hacia Arnold declarando que había sido algo temporal, pero reveló de hecho la profundidad de su distanciamiento debido a su comprensión de lo que Arnold significaba. Muchos evangélicos (Evangelicals) tenían opiniones similares a Arnold y al movimiento de la Iglesia extensa (broad church movement) en general. Por otra parte, hay una buena razón para cuestionar la exactitud de esta aseveración. Thomas Hughes fue quizá el más famoso de los graduados de Rugby desde los días del régimen de Arnold debido a su novela Los días escolares de Tom Brown, que proporcionó al público inglés una mirada introspectiva en la vida dentro de Rugby. Posteriormente, Hughes se convirtió en uno de los líderes del mal llamado movimiento cristiano socialista. En ese periodo posterior dirigió un discurso a una asamblea de escolares en la que dijo lo siguiente:
Os digo que todas las desgracias de Inglaterra y de otras tierras consisten simplemente en esto y en ninguna otra cosa . . . que nosotros, los hombres, hechos a imagen de Dios, hechos para conocerle, para ser uno con Él y con su Hijo, no confesaremos que el Hijo, nuestro Señor y Hermano, es el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, la cabeza viviente de nuestra raza y de cada uno de nosotros [Citado en Norman, Los socialistas cristianos victorianos, 81].
¿Pudo Hughes haber aprendido este mensaje del Doctor Arnold en Rugby? No, de acuerdo con la mayor parte de los críticos de Arnold, pero los sermones que Arnold predicó en el colegio sugieren lo contrario.
En la introducción a los sermones publicados, Arnold se muestra crítico con aquellos que apoyan ciegamente las formas externas de la fe cristiana pero son reacios a admitir «sus principios en las preocupaciones de la vida común, en los asuntos pertenecientes a su propia profesión o cargo, o sobre todo, a la conducta de los cuestiones nacionales. No toleran su espíritu en su práctica diaria, sino que la ridiculizan como visionaria e impracticable» [Arnold, Sermones, 1: iv.]. Éste es precisamente el mensaje central de La visión práctica (Practical View) de Wilberforce y de Pensamientos sobre la importancia de las costumbres de los poderosos de Hannah More. Él reconoce que algunos ingleses estaban familiarizados con el mensaje del Evangelio desde su infancia. «Pero no hace falta decir que nuestra congregación no es como éstos; sino que un gran porcentaje de ellos necesita perennemente que se les diga nuevamente cuál es el propio fundamento de la vida cristiana» [2].
Llama superstición al hecho de pensar que el bautismo es «una clase de encantamiento» que preservará a un individuo de la pena de la condenación [44].
Habla enérgicamente en contra de confundir la fe cristiana con la moralidad. Lo que se requiere no es «mejorar . . . sino un cambio de corazón y de vida; un cambio de principios, de esperanzas, de miedos, de Señor; un cambio de la muerte a la vida, de Satán a Dios» [53]. La denigración de la simple religión exterior sin una devoción interior es un tema constante de los sermones. Véase por ejemplo, 3:178f. En uno de los sermones sobre la ceremonia de confirmación exhorta a los muchachos:
Deja que tu plegaria más profunda se dirija a Dios, para que puedas seguir a Cristo con una mente sencilla y un corazón sencillo; no con los afectos divididos entre él y sus enemigos, con un deseo de agradarle que no interfiera con agradar al mundo. Pégate a tu Salvador que ha muerto por ti, y déjale que sea eternamente tu aliento de vida [2: 336].
Arnold ha sido asociado con el Antinomianismo de la Iglesia extensa, pero él mismo se separó de todo «lo bajo en principios o en sentimientos, de cualquier cosa que mereciera el nombre de latitudinario» [3: iv]. Se inclinó hacia las tradiciones de la Iglesia, negando la novedad: «Y si en algún principio . . . me encuentro difiriendo de estas autoridades realmente grandes, será para mí tanto una cuestión de sorpresa como de lamento» [vi]. Me aventuro a decir que todas estas ideas se pueden encontrar en los escritos de Wesley y en las cartas de Wilberforce, y muchas de ellas concuerdan también con el pensamiento tractariano.
La relevancia de Arnold no es simplemente la de un director de escuela, incluso de una escuela renombrada como Rugby. El colegio no era famoso antes de su mandato, y después, el sistema del colegio público (public school) se reformó siguiendo los parámetros que él estableció. En su parodia venenosa en la que trataba a Arnold como un mero suministrador de respetabilidad, Lytton Strachey reconoció en cambio su enorme influencia. «Después del Doctor Arnold, ningún colegio público se pudo atrever a ignorar las virtudes de la respetabilidad» [Strachey, Victorianos eminentesü213]. He visto una carta de Wilberforce, que probablemente date de la década de 1790, en la que advierte a un amigo de que los colegios públicos son muy perjudiciales para la fe de un muchacho de tal manera que no resulta muy sabio para un padre cristiano enviar a un hijo a uno de ellos. Esto sugiere la magnitud del logro de Arnold. De Rugby y posteriormente de colegios públicos nuevamente fundados o reformados, surgió una corriente de chicos que proporcionaría el liderazgo de la nación durante las décadas futuras. No podemos saber cuántos de ellos se imbuyeron de las convicciones de Thomas Hughes, pero yo diría que el número fue considerable.
Modificado por última vez en 1998; traducido 2 de noviembre de 2010