Carlyle, cuya influencia sobre Ruskin aumentó en torno al tiempo en el que la de Wordsworth comenzó a decaer, le proporcionó además un ejemplo sobre el simbolismo, en última instancia arraigado en la tipología bíblica. A diferencia del empleo esencialmente ortodoxo de figuras que Wordsworth extendió hasta incluir el mundo natural, la concepción de Carlyle del símbolo se había vaciado en gran parte de su significado cristiano original. Esta relación genética del símbolo con el elemento tipológico o la figura aparece con mayor claridad en Sartor Resartus donde, tras enfatizar que los hombres viven mediante los símbolos, el profesor de Carlyle señala hasta qué punto estos últimos, que poseen un significado intrínseco, son muy superiores a los estandartes y a los emblemas: “¡Dejad que la divinidad se manifieste por ella misma, dejad que la eternidad mire, más o menos visiblemente, a través de la figura del tiempo (Zeitbild)! Por lo tanto, ¿es apropiado el que los hombres se unan allí y adoren juntos a tal símbolo…? De esta segunda clase son todas las verdaderas obras de arte: en ellas (si conoces una obra de arte procedente de un artificio pintarrajeado) discernirás a la eternidad mirando a través del tiempo, volviendo visible lo divino” (Obras 1, 178). El uso del término “figura del tiempo” que recuerda obviamente al término común latino designado para un elemento tipológico, demostraría su deuda con las lecturas tradicionales de la Escritura. Asimismo, el énfasis sobre “la eternidad mirando a través del tiempo” y “volviendo visible lo divino” surge aparentemente de la tipología convencional.
A lo largo de los escritos de Carlyle se pueden percibir insinuaciones parecidas sobre la idea de que sus nociones del simbolismo derivan de una tipología vacía de trasfondo cristológico. Sartor, por ejemplo, enfatiza que “en lo que podemos catalogar como símbolo, siempre existe… alguna encarnación y revelación del infinito. Lo infinito se ha creado para mezclarse con lo finito, para hacerse visible, y por así decirlo, para ser algo alcanzable” (Obras 1, 175). Sin el énfasis en Cristo, sin el énfasis en el plan eternal que se va desarrollando a lo largo del tiempo humano, persiste la noción esencial para la tipología de que el elemento tipológico existe conjuntamente en sí mismo y como un significado más profundo—que la eternidad realiza una incursión e irrumpe en el mundo del hombre, portando nuevas desde el infinito. Asimismo, aunque Cartismo elimina por completo la noción de Carlyle de la historia sagrada, apartándola de su fuente original, aún podemos percibir los hábitos mentales adquiridos por la tradición cristiana: “Los acontecimientos son lecciones escritas que destellan mediante una escritura de enormes pinturas jeroglíficas que todos pueden leer y conocer: el terror y el horror que inspiran no es sino la nota preparatoria de la verdad que enseñan” (XXIX, 155). Aquí, en Cartismo, aunque nos encontramos alejados del evangelio de la salvación que la tipología revela, la terminología sigue siendo cristiana. Como el predicador fundamentalista, bien sea Presbiteriano, Evangélico, o Metodista (Presbyterian, Evangelical, or Methodist), Carlyle considera los acontecimientos como “lecciones escritas”, y al igual que el predicador, utiliza la noción de la enseñanza “jeroglífica” mediante los acontecimientos y de una historia significativamente estructurada.
Cuando Carlyle se inspiró en la tipología cristiana para sus ideas sobre el simbolismo, vació su fuente tanto del significado ortodoxo cristiano como de su hincapié en lo literal. Como ya hemos visto, la tipología, a diferencia de la alegoría helenística, conserva la integridad no sólo del significante sino del significado: Moisés, aunque mucho menos que Cristo, sigue siendo real (still real). Una concepción del simbolismo o de la alegoría, como la de Ruskin basada en la tipología, enfatiza en consecuencia la realidad y la importancia de lo literal. Carlyle, por otra parte, continúa sin confiar en la realidad esencial de este mundo. Su actitud central aparece en su afirmación en Sobre los héroes y el culto de los héroes con “este mundo material y su apariencia tan sólida, en el fondo, en cada hazaña, no es nada: es una manifestación visual y factual del poder y la presencia de Dios—es una sombra que Él ha colgado sobre el pecho del vacío infinito, nada más” (V, 65). La diferencia entre Carlyle y Ruskin es con toda seguridad una cuestión de énfasis de gran importancia, puesto que aunque Ruskin, como Wordsworth, cree que este mundo es una simple sombra de las cosas que han de llegar, nunca pierde de vista la realidad esencial de lo material ni de lo terrenal. Esta divergencia entre Ruskin y Carlyle, una divergencia que va más allá para explicar por qué Carlyle desconfió de ese modo del arte que Ruskin amaba, sugiere que Carlyle influyó pobremente en las nociones de Ruskin sobre el simbolismo, que, en cualquier caso, ya habían tomado forma antes de que Carlyle ejerciera una influencia destacada en su pensamiento.
Modificado por última vez el 26 de julio de 2005; tracidio el 15 de febrero de 2011