[••• = Disponible solo en inglés. Este apartado forma parte del la introducción deLa novela victoriana de institutriz de Cecilia Wadsö Lecaros, disponible en Lund University Press. Traducción de Cristina Salcedo González, revisada y editada por Ana Abril y Ana González-Rivas Fernández. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.] En los títulos de las obras no traducidas al castellano, la traductora indica con la anotación «Nota del Traductor (N. T.)« entre paréntesis que la traducción de los mismos es obra suya. En caso contrario, la traductora se basa en las traducciones ya disponibles que figuran en el registro ISBN. Del mismo modo, en lo referente a las citas literarias, la traductora indica las traducciones disponibles en castellano. Aquellos casos en los que no se hace referencia a ninguna traducción previa, aluden a la labor traductora de Viviane de Moraes Abrahão
Como saben muchos lectores de novelas victorianas, la institutriz fue ciertamente una figura común en la ficción de ese período. Menos conocido, quizás, es que un amplio grupo de novelas del siglo diecinueve tratan a las institutrices de formas tan similares en cuanto a tramas, caracterizaciones y escenas, y también en cuanto a su objetivo e intención, que pueden considerarse pertenecientes a un género específico. Aunque un pequeño número de novelas institutrices, como Agnes Grey (1847) de Anne Brontë y Jane Eyre (1847) de Charlotte Brontë, aún se leen en la actualidad, muchas de las novelas de este género pertenecen a la masa de ficción victoriana olvidada.
La novela de institutriz debe conectarse con la preocupación del siglo diecinueve sobre el empleo de las mujeres de clase media en general, y el trabajo de institutriz en particular. La situación de las institutrices generó un debate que fue especialmente activo desde 1840 hasta el final del siglo. También fueron publicados un gran número de manuales para institutrices y sus patronos durante todo el siglo diecinueve. El debate de la institutriz se centraba en cuestiones de empleo, en salarios, y en la posición social intermedia de la institutriz. En las novelas, esta posición intermedia funciona como herramienta para sacar a la luz la situación de la institutriz, y proveer al escritor de una infraestructura para el desarrollo del personaje femenino. Al compartir muchas características en cuanto a, por ejemplo, la retórica y el argumento con el debate coetáneo de la institutriz y los manuales, las novelas forman una parte importante de ese debate.
Aunque la caracterización ficticia de institutrices puede encontrarse en las historias escolares del siglo dieciocho, las novelas sobre institutrices internas y sus relaciones con sus patronos y pupilos no aparecieron hasta el cambio de siglo. Los ejemplos más tempranos son Anécdotas de Mary; o, La buena institutriz (1795) de H.S. y La buena institutriz francesa (1801) de Maria Edgeworth. Los personajes de institutrices en esas historias difieren del prototipo del género que se desarrolló a partir de 1830. Mientras que la mayoría de los primeros retratos literarios de institutrices tienen un objetivo claramente didáctico y presentan profesoras muy apreciadas, parece que hubo un cambio notable de actitud en 1830. Desde entonces, la heroína institutriz aparecía normalmente retratada como una víctima de las circunstancias a la merced de patronos poco hospitalarios o incluso hostiles. Los cambios económicos y sociales ocurridos a mediados de 1800 afectaron a la posición de las institutrices, y esos cambios parecen haber influido e intensificado la línea ficticia de las institutrices.
Aunque diferentes en algunos aspectos, las novelas como Caroline Mordaunt, o, La institutriz (1835) de Mary Martha Sherwood, Emily, la institutriz (1836) de Julia Buckley, La institutriz; o, Política en la vida privada (1836) de Miss Rose, y La institutriz (1839) de Margarite Blessington representan conjuntamente este nuevo tipo de novela de institutriz. Temas como la pobreza repentina, la ausencia de una figura paterna, y conflictos con patronos nuevos ricos se introdujeron en la trama. Es con novelas como estas que el género empezó a tomar forma. Aunque los libros aún tenían intención didáctica, las tramas ahora se centraban en las condiciones de trabajo y la posición social de la heroína institutriz de una forma más marcada que en las obras anteriores.
El género de novela de institutriz debe estudiarse en relación con otros géneros coetáneos. Ya quela heroína institutriz podía convertirse fácilmente en una observadora de la vida de su patrono, no sorprende que algunas novelas de institutriz compartan rasgos con novelas de tema aristocrático. La marginación típica de la heroína institutriz, por ejemplo, se podía plasmar fácilmente enfrentándola con patronos arrogantes de clase alta que entendían poco o nada de su situación. A mediados del siglo, cuando la cuestión de la institutriz se fue convirtiendo en un problema cada vez mayor en el debate social, vemos un enfoque más dogmático del trabajo de institutriz en las novelas de este género. Pan sobre el agua: Vida de una institutriz (1852) de Dinah Mulock Craik se publicó expresamente para el beneficio de la Institución Benéfica de Institutrices, y también Historias de la institutriz (1852) de Anna Maria Hall. Cuando se desarrollaron nuevos géneros como la novela de sensación y la novela policiaca, algunos escritores usaron rasgos del género de la novela de institutriz, que para entonces ya estaba sólidamente establecida. Un aspecto que probablemente atraía a los autores era el hecho de que una institutriz podía ser retratada fácilmente como una mujer de la que se conocía poco o nada. Este es el caso en novelas como El día a día de la institutriz; o, Autosuficiencia (1861) de Harriet Maria Gordon y Vidas truncadas (1860-1861) de Mrs. Henry Wood. La caracterización de la protagonista institutriz en las novelas de sensación y policiacas difiere de las novelas de institutriz convencionales, principalmente en que la institutriz podía convertirse en un personaje enigmático u ocasionalmente en una malvada manipuladora, como en la historia de institutriz americana Detrás de la máscara, o El poder de una mujer (1866) de Louise M. Alcott.
Aun así, la caracterización de la institutriz, y el tipo de situaciones a las que se enfrentaba, fueron consistentes durante todo el siglo diecinueve. Debería señalarse que una cantidad de novelas de institutriz ‘tradicionales’ también fueron publicadas durante las últimas décadas del siglo. Margaret Stourton, o Un año en la vida de una institutriz (1863) de autor anónimo, La joven institutriz; Una historia para chicas (1871) de Henry Courtney Selous y La pequeña institutriz (1900) de Irene Clifton muestran poca diferencia en la forma de tratar el tema de la institutriz de las novelas en las décadas de 1830 y 1840. Tras el cambio de siglo, cuando el alcance del empleo de institutriz disminuyó en la vida real, el interés en la institutriz como personaje literario mermó en consecuencia. Otras esferas ocupacionales abiertas a la mujer, y representaciones literarias de otros tipos de mujeres trabajadoras rompieron con el casi-monopolio de la institutriz como heroína profesional. Sin embargo, la influencia literaria de la institutriz no ha desaparecido completamente. Muchos romances modernos han incorporado •••características pertenecientes al género victoriano de la novela de institutriz.
traducido 6 de diciembre de 2018