[*** = disponsible en inglés. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
“Esto que hago ahora es algo mejor, mucho mejor que todo lo que hecho en la vida, y el descanso al que me dirijo es mejor, mucho mejor que el que conocí anteriormente”. –Últimas palabras de Sydney Carton en ***Historia de dos ciudades [1859].
“Yo soy la resurrección y la vida, dijo el Señor: aquel que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente” [Juan 11: 25].
El murmullo de infinitas voces, los movimientos de sus rostros, la premura de las innumerables pisadas que rodean a la multitud, que se hincha como una masa, como un gran surtidor de agua, todo resplandece para luego extinguirse [Historia de dos ciudades, capítulo 45].
El auto-sacrifico, como el de Cristo, implica un ataque casi evangélico (evangelical) al pensamiento cristiano de Dickens. Con frecuencia, Dickens se centra en la hipocresía y en el fanatismo a la hora de describir lo que para él no es el Cristianismo, como con Stiggins (en Los papeles Pickwick [***The Pickwick Papers]), Melchisedek Howler (en Dombey e hijo [Dombey and ]), Chadband (en La casa desolada [Bleak House]), y la señora Clennam (en La pequeña Dorrit [***Little Dorrit]). Su último modelo para la aplicación de la fe activa es el amable herrero Joe Gargery (en Grandes esperanzas [Great Expectations]), pero en ningún lugar de sus novelas articula Dickens un credo personal, porque para encontrarlo, debemos mirar al libro que escribió exclusivamente para educar cristianamente a sus propios hijos, La vida de nuestro Señor (1846):
¡Recuerda! Es propio del Cristianismo el hacer siempre el bien, incluso a aquellos que nos hacen daño. Es propio del Cristianismo amar a nuestro vecino como a nosotros mismos, y hacer a todos los hombres lo que nos gustaría que ellos hicieran con nosotros. Es de cristianos ser amable, misericordioso, perdonar y conservar todas estas virtudes en la serenidad de nuestros corazones; nunca jactarnos de ellas, de nuestras oraciones o de nuestro amor a Dios, sino siempre mostrar que le amamos intentando humildemente hacer en todo el bien. Si cumplimos esto, y a tal efecto debéis recordar la vida y las lecciones de nuestro Señor Jesucristo, buscando equiparnos con ello, podemos con toda confianza esperar que Dios perdonará nuestros pecados y errores, y nos permitirá vivir y morir en Paz [La vida de nuestro Señor, capítulo 11 p. 474, de la Edición Everyman].
Ampliamente protestante en su educación y en sus convicciones personales, Charles Dickens se vio probablemente influenciado tanto por El progreso del peregrino de Bunyan como por la Biblia, y desaprobó igualmente las formas radicales de la religión, especialmente el Evangelicalismo y el Catolicismo romano que inhibían la capacidad del individuo para cumplir sus sueños y desarrollar todo su potencial. El pasaje de más arriba que condensa los principios de la fe cristiana, La vida de nuestro Señor, nunca se publicó durante la vida de Dickens debido a la intensidad y la privacidad de los sentimientos personales que transmite el libro así como su mensaje de caridad. Claramente, considera que la compasión y la disolución de las clases forman la nueva religión (a pesar de las numerosas representaciones erradas por parte de aquellos que lo manipularon para el egoísmo de sus propios fines) para que esta particular “Religión pueda gradualmente convertirse en la gran religión del mundo” (474). ***Observó que en Italia el Catolicismo encarnaba una manifestación dictatorial, institucionalizada y altamente supersticiosa del Cristianismo, dedicada a enviar a la mayoría de sus seguidores a la pobreza, la enfermedad y la ignorancia, pero que privilegiaba a una pequeña élite. En el panfleto, “El domingo bajo tres cabezas” (1836), atacaba a la Iglesia de Inglaterra (Church of England) y al Sabatarianismo (***sabbatariansim), apoyado por los evangélicos, como estructuras que negaban a las clases trabajadoras el alivio del esparcimiento tan merecido como consecuencia de la rutina diaria. En La vida de nuestro Señor, aunque se refiere a menudo a Jesús como “Nuestro Salvador” (una locución protestante), Dickens parece casi unitario (Unitarian) en su concepción de Cristo como maestro, sanador, líder ético, un Cristo del Nuevo Testamento que predicó el perdón y la tolerancia. Quizá entonces, Dickens debería ser descrito como “Liberal” en primer lugar, y como un sentimental y un racionalista después que, como en Cuento de Navidad (1843) percibía la misión social de la religión cristiana como su función principal, puesto que ofrecía consuelo y tranquilidad a los sufrientes al tiempo que unía una comunidad diversa bajo un humanitarismo común y unos principios altruistas, sin excluir a nadie (¡Que Dios nos bendiga a todos!). Asistir a misa, permite a Bob Cratchit y a su hijo participar en un gran festival, así como a los otros celebrantes mientras contemplan al afligido muchacho cómo recuerda a Aquel que hizo a los ciegos ver y a los paralíticos andar. Así, Tiny Tim se convierte en un artefacto de la fe y en un correlativo objetivo del mensaje esencial de esperanza del Cristianismo.
Sin embargo, si caracterizamos el Protestantismo de Dickens de latitudinario impedimos que englobe su aversión tanto al Evangelicalismo extremo como al Catolicismo romano tal y como lo experimentó en Italia. Utilizar La vida de nuestro Señor como un índice exhaustivo de sus convicciones cristianas sería poco sabio, puesto que pretendió que fuera un libro introductorio para sus propios hijos acerca de un Cristianismo un tanto estancado, que nunca quiso publicar, donde ensalzaba a Cristo como hombre (a pesar de las escenas de resurrección del capítulo 11) más que como Cristo el Hijo de Dios. No obstante, Dickens se detiene en los milagros, probablemente porque consideraba que eran de interés narrativo para una audiencia infantil. Como un simpatizante “radical” de la década de 1840, Dickens transforma a los doce apóstoles en figuras específicamente “pobres” (capítulo 3), y sugiere que Cristo fue una especie de “pre-cartista” por cuanto escogió a tales discípulos para “que los pobres pudieran saber siempre después de lo acontecido y en los años venideros, que el Cielo estaba hecho para ellos así como para los ricos, puesto que Dios no hace diferencias entre aquellos que llevan buenas ropas y aquellos que van descalzos y visten harapos” (445, Edición Everyman). Hubo un periodo durante los Hambrientos años cuarenta en el que Dickens rechazó violentamente a la Iglesia establecida, y flirteó con el Unitarianismo. En cuanto a la adquisición de un título universitario (que por supuesto, él no tenía), Dickens veía la necesidad de que el solicitante tuviera la apropiada educación religiosa (esto es, la Iglesia de Inglaterra) como un ridículo impedimento a la hora de avanzar en la carrera, siendo esto una desventaja para aquellos no Conformistas (Nonconformist) con las habilidades requeridas:
características de una vasta controversia: durante la mayor parte del siglo XIX, la cuestión de la educación religiosa demostró ser el obstáculo clave para el desarrollo de un sistema escolar nacional generalizado. Dickens elaboró imaginativamente esta idea en “Una visión en diciembre”, que contiene un retrato de los sacerdotes y los profesores que debaten sobre lo que enseñar, pero que nunca llegan a un acuerdo, (Palabras de andar por casa 2, 14 de diciembre de 1850). [Leon Litvack]
En consecuencia, aunque al igual que los científicos y los ingenieros cuyo trabajo estaba transformando la sociedad inglesa, Dickens fue un “viajero” en el camino de los principios cristianos y el progreso material que no vivió su fe de acuerdo con los no Conformistas de mediados del siglo XIX, como percibe Paul Davis,
Se describe a sí mismo como un Cristiano del Nuevo Testamento que rechaza las rígidas y negativas doctrinas de las sectas protestantes que sobresalieron en el Antiguo Testamento, como el calvinista señor Clennam hizo. A la hora de volver a narrar los Evangelios a sus hijos, enfatizó las enseñanzas morales y las parábolas del Nuevo Testamento [327].
En su vida posterior, sus convicciones tomaron un giro declaradamente “anti-institucional”, si podemos llegar a esa conclusión a partir de los comentarios presentes en la apertura del ensayo, El viajero sin propósito comercial (28 de enero de 1860 en Durante todo el año), cuando se describe al clérigo que ha enterrado a las víctimas del naufragio:
¡Siempre tan alegre en su espíritu y tan libre de culpa y artificiosidad como es el verdadero practicante del Cristianismo! Leí más el Nuevo Testamento en el fresco y franco semblante durante los cinco minutos en los que subía conmigo al pueblo que en todos los discursos llenos de anatemas (que ejercían su presión con una enorme floritura de trompetas) que haya podido leer a lo largo de mi vida. Escuché más sobre el Libro sagrado en aquella voz cordial que no tenía nada que decir sobre su propietario, que en todos los posibles bramidos celestiales que han soplado su presunción ante mí [Periodismo de Dickens, 32].
En resumen, para Dickens el Espiritualismo (Spiritualism) era un anatema, no sólo porque ser una distorsión de los principios cristianos, sino también porque descartaba o contradecía los hallazgos de la ciencia decimonónica, ejemplificados en la obra pionera de ***Michael Faraday y de Sir David Brewster, así como en el Cristianismo intelectual de William Paley, autor de Las evidencias del Cristianismo (1794) y otros libros que buscaban armonizar el Cristianismo con la ciencia (véase “Más bien una dosis fuerte” en Durante todo el año, 21 de marzo de 1863).
Referencias adicionales
Davis, Paul. "Religion." Charles Dickens A to Z: The Essential Reference to His Life and Work. Nueva York: Facts On File, 1998. Pp. 337-38.
Dickens, Charles. "The Life of Our Lord." Holiday Romance and Other Writings for Children. Ed. Gillian Avery. Everyman Dickens. Londres: J. M. Dent, 1995. Pp. 441-74.
Litvack, Leon. "Charles Dickens and Victorian Education." Our Mutual Friend. The Scholarly Pages. Leído el 26 de mayo del 2011. http://dickens.ucsc.edu/OMF/litvack.html
Slater, Michael, y John Drew. The Dent Uniform Edition of Dickens' Journalism: 'The Uncommercial Traveller' and Other Papers 1859-1870. Londres: J. M. Dent, 2000.
Modificado por última vez el 9 de junio de 2011; traducido el 20 de marzo de 2012