*** = disponible en inglés. Traducción de Elisa Alaya Mallagray revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. En los títulos de las obras no traducidas al castellano, la traductora indica con la anotación «Nota del Traductor (N. T.)" entre paréntesis que la traducción de los mismos es obra suya. En caso contrario, la traductora se basa en las traducciones ya disponibles que figuran en el registro ISBN. Del mismo modo, en lo referente a las citas literarias, la traductora indica las traducciones disponibles en castellano. Aquellos casos en los que no se hace referencia a ninguna traducción previa, aluden a la labor traductora de Elisa Alaya Mallagray.
l utilitarismo es una escuela de pensamiento identificada con los escritos de Jeremy Bentham y James Mill. Defiende el principio y la meta de conseguir “la mayor felicidad del mayor número”. Aunque admirable, su propuesta de lograr la felicidad era algo así como un estímulo o respuesta centrada en la influencia del placer y la pena y las asociaciones negativas y positivas creadas mediante la alabanza y el castigo. Su propuesta educativa era formas asociaciones positivas con acciones buenas para la sociedad y asociaciones negativas con las cosas dañinas para la sociedad.
John Stuart Mill sostiene que las teorías morales están divididas en dos enfoques distintos: las de las escuelas intuitivas y las de las escuelas inductivas. Aunque ambas escuelas están de acuerdo en la existencia de un único y más alto principio normativo (siendo esas acciones correctas si tienden a promover la felicidad y malas si tienden a producir lo contrario de la felicidad), discrepan en si nosotros tenemos conocimiento de este principio de manera intuitiva o inductiva. Mill critica imperativo categórico afirmando que es esencialmente el mismo que el utilitarismo, ya que implica el cálculo de las consecuencias buenas o malas de una acción para determinar la moralidad de esa acción.
Mill define la “felicidad” como aquello que da placer tanto intelectual como sensual. Sostiene que tenemos un sentido de la dignidad que hace que prefiramos los placeres intelectuales a los sensuales. Añade que el principio de utilidad consiste en evaluar las consecuencias de las acciones y no los motivos o los rasgos de carácter de la persona. Mill alega que el principio de utilidad debe ser visto como una herramienta para generar principios morales secundarios, que prometen la felicidad general. Así, la mayoría de nuestras acciones serán juzgadas de acuerdo con estos principios secundarios. Mill considera que debemos apelar directamente al principio de utilidad únicamente cuando se enfrenta un dilema moral entre dos principios secundarios. Por ejemplo, un principio moral de caridad dicta que se debe alimentar a un vecino muerto de hambre y un principio de auto-conservación exige que uno deba alimentarse a sí mismo. Si no se tiene alimentos suficientes para hacer ambas cosas, entonces uno debe determinar si la felicidad general estaría mejor al alimentar al vecino, o al alimentarse uno mismo.
Mill habla de nuestras motivaciones para cumplir con la norma de la moralidad utilitaria. Generalmente el hombre no está motivado por unos actos específicos tales como matar o robar, en cambio, nos sentimos motivados para promover la felicidad general. Mill sostiene que hay dos clases de motivaciones para promover la felicidad general. En primer lugar, existen motivaciones externas derivadas de nuestra esperanza de agradar y el temor de desagradar a Dios y a otros seres humanos. Más importante aún, hay una motivación interna para las personas, que es el sentimiento del deber. Para Mill, un sentimiento de deber como éste está constituido por una amalgama de sentimientos diferentes desarrollados con el tiempo, como la compasión, los sentimientos religiosos, los recuerdos de la niñez, y la autoestima. La fuerza vinculante de nuestro sentido del deber es la experiencia de dolor o remordimiento cuando se actúa en contra de estos sentimientos al no promover la felicidad general. Mill sostiene que el deber es subjetivo y se desarrolla con la experiencia. Sin embargo, el hombre tiene un sentimiento instintivo de la unidad, que guía el desarrollo del derecho a la felicidad general.
La prueba de Mill sobre el principio de utilidad señala que ningún principio fundamental es capaz de ser una prueba directa. En cambio, la única forma de demostrar que la felicidad general es deseable es mostrar el deseo del hombre por ella. Su prueba es la siguiente: si X es lo único que desea, entonces X es la única cosa que debe ser deseada. Así, si la felicidad general es la única cosa deseada, la felicidad general es la única cosa que debe ser deseada. Mill reconoce la controversia de esto, por lo que se anticipa a las críticas. Un crítico podría argumentar que, además de la felicidad, hay otras cosas, como la virtud, que deseamos. En respuesta a esto, Mill dice que todo lo que deseamos se convierte en parte de la felicidad. Así, la felicidad se convierte en un fenómeno complejo compuesto de muchas partes, como la virtud, el amor, el dinero, el poder y la fama.
Los críticos del utilitarismo argumentan que a diferencia de los supuestos de los utilitaristas, la moralidad no se basa en las consecuencias de las acciones. En cambio, se basa en el concepto fundamental de la justicia. Mill considera que el concepto de justicia como un caso de utilitarismo. Así, usa el concepto de justicia, explicado en términos de utilidad, para abordar el argumento central contra el utilitarismo. Mill ofrece dos argumentos en contra. En primer lugar, sostiene que la utilidad social gobierna todos los elementos morales de la noción de justicia. Los dos elementos esenciales en la noción de la justicia son: el castigo, y la violación de los derechos de otro. Los resultados de sanción de una combinación de venganza y simpatía social colectiva. Como una entidad única, la venganza no tiene ningún componente moral, y la simpatía social colectiva es igual a la utilidad social.
a violación de los derechos también se deriva de la utilidad, así como los derechos, que se tienen en la sociedad para protegernos. Por lo tanto, la utilidad social es la única razón por la que la sociedad nos debe proteger. En consecuencia, ambos elementos de justicia se basan en la utilidad. El segundo argumento de Mill es que si la justicia fuera fundamental, la justicia no sería ambigua. Según Mill, hay diferencias en la noción de justicia al examinar las teorías de penas o castigos, la distribución equitativa de la riqueza y justicia fiscal. Sólo apelando a la utilidad se pueden resolver estas disputas. Mill llega a la conclusión de que la justicia es un concepto genuino, pero debe ser visto comen base a la utilidad.
Última modificación octubre de 2000 y traducido en 22 de marzo 2012