[••• = disponible sólo en Inglés. Traducción de Noelia Malla García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
En cualquier sociedad donde haya hombres y mujeres habrá por definición, hasta cierto punto, prostitución. Es un acto tan antiguo como el tiempo mismo (de hecho, hay alguna referencia en el código de Hammurabi de la sociedad de Mesopotamia que sugiere que la prostitución existía en el S. XVIII A. C.) No obstante, con el incremento de problemas sociales y el aumento de la moralidad doméstica en la clase media en el S. XIX de nuestra era la prostitución se convirtió en un mal de la sociedad de dimensiones épicas. Henry Mayhew en su publicación London Labour and the London Poor de 1862 sitúa los orígenes de la prostitución “en el año 1802, cuando la inmoralidad se extendió más o menos por toda Europa, debido a los efectos desmoralizantes de la Revolución Francesa” (p. 211).
A mediados del siglo diecinueve era cada vez más difícil para las mujeres encontrar trabajo en profesiones dignas Dicha situación conduciría a un ascenso de trabajos para las mujeres mal remunerados con horarios abusivos, como trabajos agrícolas, dependientas, sirvientas, costureras y operarias de fábrica (Sigworth et. al, 81). En consecuencia, estas mujeres buscarían otros medios de suplemento económico y buscarían en la prostitución un medio de sustento. Con la aprobación del Acto de Enfermedades Contagiosas (•••Contagious Diseases Act) de 1864, 1866 y 1869 (Acton, iii), se legalizaba la prostitución pero se permitía a la policía detener a las mujeres sospechosas de prostitución para examinarlas en caso de ser portadoras de enfermedades venéreas, lo cual se convirtió en un asunto de gran controversia social. En efecto, se trataba de la era “El gran mal de la sociedad”. Mayhew trata la definición de la prostitución en los términos que siguen:
Recurrir a la prostitución como una profesión [“obteniendo un beneficio económico al seducir a los más trabajadores o a los más ahorrativos con el fin de ganar una parte de sus ganancias”] es una cuestión de esta última clase y consiste —cuando se plantea como un medio de subsistencia sin trabajar, esto es, cuando mediante coacciones o cualquier otra acción inmoral apropiarse de una cantidad parcial del dinero obtenido. Si se interpreta literalmente, la prostitución puede entenderse como la acción o efecto de utilizar algo vilmente… se refiere especialmente al uso de los encantos de la mujer con fines inmorales. [4]
En el ensayo Prostitution Considered in its Moral, Social, and Sanitary aspects (second ed. 1870) William Acton, M.R.C.S. intenta dar un número aproximado de las mujeres que ejercían la prostitución en aquélla época. Las cifras vacilaban entre 6.371, como recogían las cifras policiales presentadas al Parlamento en 1839, y la estimación del Obispo de Exeter quien daba una cifra “que ascendía a 80.000” (p.3). Tras una serie de cálculos basados en las estadísticas de nacimientos y matrimonios, Acton propone una cifra aún mayor: “219.000 prostitutas o, de otro modo, una de cada doce mujeres solteras de la ciudad se han desligado del camino de la virtud”. En cualquier caso, la prostitución se convirtió rápidamente en una actividad prevaleciente en la Inglaterra victoriana, sobre todo, en la ciudad de Londres.
Había tres categorías bien diferenciadas por cuanto concernía al alojamiento de las prostitutas, según define Acton tras consultar el informe policial de noviembre de 1868 (p. 6). Estos datos se desglosaban del siguiente modo:
Número de burdeles y otros lugares Número de prostitutas
Donde alojan | Donde viven | Adonde recuuren | * | Total | De lujo que viven e burdeles | De lujo que vivien en najoamniento provados | En barrios de bajos securos | Total |
2 | 1756 | 132 | 229 | 2219 | 11 | 2153 | 4349 | 6515 |
*Cafeterías u otros lugares donde aparentemente donde el negocio es aparentemente la actividad principal, pero que son lugares conocidos por la policía por ser utilizados como prostíbulos o lugares de alojamiento de las prostitutas. [-véase el apéndice]
Con la evolución social de la prostitución surgió la necesidad de un gran cambio en la percepción de la sociedad: “Esa pazpuerca grosera y ebria, vestida con las galas más horteras y varios centímetros de maquillaje — símbolo de la prostitución por excelencia”. Según Acton, la referida descripción de una prostituta no era aceptable, pues ésta era generalmente “bella y elegante — normalmente con poco maquillaje”que había “desdeñado las borracheras” (p. 27).
En el poema “La casa de la ramera” (•••text), Oscar Wilde parece suscribir la hipótesis de Acton respecto al estereotipo indeseable:
Sometimes a horrible marionette
Came out, and smoked its cigarette
Upon the steps like a live thing.
A veces salía una horrible marioneta
Que encendía el cigarrillo
En los escalones, como si estuviese viva.
Podría interpretarse que la meretriz que describe Wilde podría caracterizarse como la prostituta que vive “en el lugar donde se custodian”, lugar que Acton define como casas “cuyos propietarios dedican abiertamente sus negocios al hospedaje y, en ocasiones, al hospedaje único de prostitutas”, lugares conocidos de otro modo como burdeles. A este respecto conviene señalar que a pesar de la existencia de dichos establecimientos en 1857, con un total de 410 en el distrito metropolitano —como se indica en un cuadro similar al anterior—, hacia 1868 la Policía sólo tenía conocimiento de dos burdeles en la capital de Londres. Por tanto, cabría argüir que el poema “La casa de la ramera” no representa con exactitud la realidad social, sino que se trata de un intento de embellecer la realidad. El consenso general indica que la prostitución “consiste ni más ni menos que en la perversión de los encantos femeninos, esto es, la entrega de su virtud a la satisfacción criminal” (Mayhew, 4).No resulta, pues, extraño que la prostitución pasase a ser conocida en la Inglaterra de la época victoriana como “El gran mal de la sociedad”, así como tampoco resulta extraño la conformidad de Wilde con dicha definición.
Se suponía que Oscar Wilde, en tanto que pionero del movimiento estético o decadentista, defendía el “arte por el arte” esto es, la creencia de que el Arte debía liberar al individuo de las cortapisas morales y conformar un ente en sí mismo. Precisamente con este argumento Wilde parte de las convenciones tradicionales, de gran argumento moral en obras de estilo victoriano como el ensayo “The Decay of Lying”. No obstante, en el poema “La casa de la ramera”, el autor deshumaniza a las prostitutas hasta extremos de crueldad:
Like strange mechanical grotesques,
Making fantastic arabesques,
The shadows raced across the blind.
We watched the ghostly dancers spin
To sound of horn and violin,
Like black leaves wheeling in the wind.
Like wire-pulled automatons,
Slim silhouetted skeletons
Went sidling through the slow quadrille
Cuál figures mecánicas grotescas,
En increíbles arabescos,
Las sombras se precipitaron sobre la cortina.
Miramos bailar a las fantasmas danzante
s
Al sonido de la trompa y del violín,
Como hojas negras en el viento.
Como títeres de cuerda,
Esqueletos de delgada silueta
sigilosamente en la lenta cuadrilla
Wilde se refiere a éstas como “mecanismos grotescos”, “autómatas”, “esqueletos”, “marionetas” y, en última instancia “las muertas”. Apenas podría haber encontrado sinónimos para “muñecas manipuladas”.Podría argüirse que el autor no expresa una opinión personal y que, por definición, está creando “arte por el arte”, pero dicha representación irrespetuosa de prostitutas sin vida resulta también evidente, en cierto modo, en el poema “Impresiones de la mañana” (Hawes):
But one pale woman all alone,
The daylight kissing her wan hair,
Loitered beneath the gas lamps' flare,
With lips of flame and heart of stone.
Una pálida mujer solitaria,
La luz del día besando sus pálidos cabellos,
Holgazaneaba tras la llama de la lámpara,
Labios de fuego y corazón pétreo.
La prostitución no implicaba solamente una corrupción de la moralidad victoriana: “El pervertido, el masturbador de niños, el homosexual, el histérico, la prostituta, primitiva y ninfómana, todos estos personajes se clasificaban como especies sexuales que guardaban un “secreto” que se revelaba tras el análisis de la ciencia” (Ridgway). En concreto, la homosexualidad se consideraba un crimen abyecto, imputable con la pena de muerte hasta 1861. Por tanto, resulta extraño el rechazo inicial de Wilde por las prostitutas, pues no sólo se sabía que el autor había tenido relaciones homosexuales hasta ese momento (e incluso después, en 1895 se le condenó a dos años de trabajos forzados por el mismo motivo) y, por tanto, cabría suponer cierta simpatía del autor por las prostitutas como compañeras al margen de la moralidad victoriana. Sin embargo, dicha simpatía sí la tenía por los hombres que ejercían la prostitución.
Cabría argüir que la aversión del autor por la figura de la prostituta suponga una forma de autocrítica o que ciertamente consideraba que las prostitutas eran la escoria de la sociedad o puede que, incluso, el poema “La casa de la ramera” represente “el arte por el arte”. En cualquier caso, la representación de las prostitutas en la obra de Wilde se sustenta en el consenso común de la sociedad victoriana como demuestra la definición de dicha actividad como “El gran mal de la sociedad”. El hecho de que por aquélla época hubiera reconocidos unos pocos burdeles demuestra la estrechez de miras de dicha sociedad y la percepción limitada de la prostitución.
Apéndice
Por cuanto se refiere a esta tabla, Acton afirma:
En primera instancia, resulta necesario que el lector entienda la distinción entre los tres tipos de alojamientos, conocidos por la policía como burdeles. El primer tipo, “donde se alojan las prostitutas” son establecimientos cuyos propietarios se dedican abiertamente al hospedaje, en ocasiones única y exclusivamente a prostitutas…
En las “casas donde viven las prostitutas” una o dos prostitutas ocupan un apartamento para ejercer su actividad con la connivencia o no de los propietarios…
Las “casas adonde las prostitutas recurren” para ejercer su actividad representan las casas de actividad nocturna, es decir, los burdeles dedicados al entretenimiento de estas mujeres y sus acompañantes, así como cafeterías o restaurantes que frecuentaban…
Las prostitutas “de lujo que viven en burdeles”son aquéllas que se abstienen de “hacer la calle”…
Las prostitutas “de lujo, que hacen la calle” son aquéllas que ejercen su actividad únicamente en la calle…
La “prostituta que ejerce su actividad en barrios de bajos recursos” no necesita definición, pues su propio nombre lo indica (p. 7).
Más adelante, por lo que a la diferenciación de “clases” de prostitutas se refiere, Acton hace constar:
El orden de clases de prostitutas se divide en tres: “la mantenida” (término repulsivo del que no encuentro sinónimo), es decir, aquélla que tiene o pretende tener un solo amante con quien en ocasiones convive; la prostituta común, al servicio del primero que llegue sin demasiados reparos y que no tiene otro medio de subsistencia; y, por último, la prostituta cuya actividad supone un ingreso económico secundario (p. 28).
Obras citadas
Acton, William. Prostitution, Considered in Its Moral, Social, and Sanitary Aspects in London and Other Large Cities and Garrison Towns, with Proposals for the Control and Prevention of Its Attendant Evils. London: John Churchill and Sons, 1870. Print.
Allingham, Philip V. “Oscar Fingal O'Flaherty Wilde (1854-1900).” The Victorian Web. Web. 17 May 2010.
“Contagious Diseases Acts.” Wikipedia. Web. 17 May 2010.
Hawes, Kenna. “The Pervasion of Prostitutes.” The Victorian Web. Web. 17 May 2010.
•••Landow, George P. “Early and Mid-Victorian Attitudes towards Prostitution.” The Victorian Web. Web. 17 May 2010.
Mayhew, Henry, and William Tuckniss. London Labour and the London Poor: a Cyclopædia of the Condition and Earnings of Those That Will Work, Those That Cannot Work, and Those That Will Not Work. London: Griffin, Bohn, and Company, 1861. Print.
Ridgway, Stephan. “Sexuality & Modernity: Victorian Sexuality.” Isis Creations: Weaving Webs With Peoples. Web. 17 May 2010.
Sigworth, E.M. and T.J Wyke. “Study of Victorian Prostitution and Venereal Disease.” in M. Vicnius, Suffer and be still. Women in the Victorian Age. London: Methuen, 1980. Print.
Walkowitz, Judith R. Prostitution and Victorian Society: Women, Class, and the State. Cambridge: Cambridge UP, 1980. Print.
Modificado por última vez el 22 septiembre de 2009; traducido el 9 de febrero de 2012