[••• = disponible sólo en Inglés. Traducción de Noelia Malla García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
a novela puede, así, definirse como una representación simbólica de una dialéctica entre dos aspectos de la personalidad de Wilde. Dorian representa una imagen arquetípica en la que ambos aspectos están fascinados. Esto sugiere que su comportamiento simboliza las actitudes no reconocidas de Wilde (esto es, lo no reconocido). Dorian se caracteriza por su evasividad y obsesión con objetos de arte. Por ejemplo, cuando Basil se acerca para consolarle por la muerte de Sibyl, no quiere discutir sobre el asunto. No quiere admitir la posibilidad de que su comportamiento fuese reprensible. Le dice a su amigo: “Basta con no hablar de algo para que no haya sucedido nunca” (Retrato 155). Más tarde, tras asesinar a Basil, busca de nuevo evitar reconocer lo que ha hecho: “Comprendía que el secreto del éxito consistía en no darse cuenta de lo sucedido” (Retrato 226).
Dorian escapa de cada comprensión desagradable dirigiendo su atención a otros objetos. Busca refugio en el arte al no querer reconocer que sus acciones conllevan implicaciones morales. Al enterarse de la muerte de Sibyl, acepta una invitación para ir a la ópera esa misma tarde. Aprende a ver la vida únicamente desde una perspectiva estética. Reflexiona:
La forma es absolutamente esencial. La vida social debe tener la dignidad de una ceremonia, y también su irrealidad, y combinar la insinceridad de una comedia romántica con el ingenio y la belleza que la dotan de encanto para nosotros. [Retrato 202]
La consecuencia de esta actitud es que se sitúa cada vez más fuera de sus experiencias para observarlas desde una perspectiva distante. En lugar de vivir sus experiencias con más intensidad, las observa como si se encontrara en un teatro. Respecto al suicidio de Sibyl, Dorian confiesa a Lord Henry:
“Y sin embargo he de reconocer que lo que ha sucedido no me afecta como debiera. Me parece sencillamente un final estupendo para una obra maravillosa. Tiene la belleza terrible de una tragedia griega, una tragedia en la que he tenido un papel muy destacado, pero que no me ha dejado heridas” (Retrato 144).
Le dice a Basil: “Convertirse en el espectador de la propia vida, como dice Harry, es escapar a sus sufrimientos” (158). Unos dieciocho años después, Dorian ya no se siente parte de su propia obra teatral. Se ha convertido en un mero espectador, pero lo que ve es una proyección grotesca que su personalidad ha asumido. Observa a Basil con frialdad mientras que éste reacciona contra su ya cuadro deforme.
Su joven amigo, apoyado contra la repisa de la chimenea, lo contemplaba con la extraña expresión que se descubre en quienes contemplan absortos una representación teatral cuando actúa algún intérprete. No era ni de verdadero dolor ni de verdadera alegría. Se trataba simplemente de la pasión del espectador, quizá con un pasajero resplandor de triunfo en los ojos [Retrato 221]
Ya no está observándose a sí mismo solamente. Está observando la reacción de otra persona ante la insensibilidad y crueldad que se niega a reconocer en sí mismo.
A lo largo de la novela, el mecanismo a través del cual la trama adquiere una perspectiva estética se asocia con el miedo. Por ejemplo, cuando Dorian conoce a Lord Henry, para distraerse de las últimas palabras, se gira para observar una abeja:
Dorian Gray la observó con el extraño interés por las cosas triviales que tratamos de fomentar cuando las más importantes nos asustan, o cuando nos embargo alguna nueva emoción que no sabemos expresar, o cuando nos embarga alguna nueva emoción que no sabemos expresar, o cuando alguna idea que nos aterra pone repentino sitio a la mente y exige nuestra rendición (Retrato 40).
Dorian tiene la virtud de disfrutar de la vida al máximo, no obstante — paradójicamente —, teme a la vida. En consecuencia, busca refugio en un pseudo esteticismo. Por ejemplo, cuando Dorian conduce a Alan Campbell a la habitación donde se encuentra el cadáver de Basil, teme, de repente la consecuencia de lo que ha hecho: “A continuación se inmovilizó, temiendo volverse, y sus ojos se concentraron en las complejidades del motivo decorativo que tenía delante” (Retrato 245). La consecuentepasión del personaje por obras de arte, tan extensamente descrita en el capítulo IX, es simplemente una “manerade escapar, durante una temporada, al miedo que a veces le parecía casi demasiado intenso para poder soportarlo” (Retrato 199). Dorian teme esa parte de su propia personalidad por lo que no está preparado para aceptar su responsabilidad.
Dorian es el dandy wildeano por excelencia. Es lo que tanto Basil como Lord Henry anhelan ser. Cabe mencionar que Wilde escribió sobre los personajes en su única novela: “Basil Hallward es lo que creo que yo soy: Lord Henry lo que el mundo piensa de mí: Dorian lo que me gustaría ser — en otra época, quizá” (Letters, 352). Dorian personifica un conflicto entre los elementos dionisíacos y apolíneos, particularmente fascinantes para su creador. Le encanta “el color, la belleza, el disfrute de la vida” (40), no obstante, evita implicarse en cualquier experiencia por miedo a que ésta le ocasione algún daño. La fascinación de Basil y Lord Henry en él representa la obsesión de Wilde con un joven dandy cuya evasividad y pseudo esteticismo simbolizan sus propios temores inconscientes.
Referencias
Miller, David L. “Achelous and the Butterfly: Towards an Archetypal Psychology of Humour.” Spring (1973):. 1-23
Wilde, Oscar. The Letters of Oscar Wilde. Ed. R. Hart-Davis. London: Hart-Davis, 1962.
Modificado por última vez el 22 septiembre de 2009; traducido el 8 de febrero de 2012