[The following material is based on the author's book Lewis Carroll in His Own Account published by Jabberwock Press, London. ISBN 0954941608. Readers might wish to look at her website, which also contains Ms. Woolf's Lewis Carroll blog. Traducción de Adriana Osa revisada y editada por Esther Gimeno y Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

La biografía siempre ha sido un arte algo impreciso, y esto es particularmente cierto en el caso del Reverendo C.L. Dodgson. Muchas personas sospechan que Lewis Carroll no era como lo pintaban. Su famosa Alicia era ’y todavía es’ memorable y única, pero se pensaba que su creador era un soso sin remedio. Rechazó toda publicidad personal y ninguna de sus siete hermanas, tres hermanos o los innumerables primos, tías y tíos, hablaron jamás de él con personas ajenas a la familia. La correspondencia que de él se conserva parece animada y encantadora, pero da pocos elementos para conocer algo de su vida privada. Los documentos que podrían ser más reveladores han sido controlados exhaustivamente — en algunos casos mutilados — por miembros de su propia familia.

El resultado ha sido que las biografías de Dodgson tienden a ser confusas y poco coherentes, esforzándose por meter a la fuerza al catedrático de Oxford en una camisa de fuerza hecha a medida de los hechos que los biógrafos suponen verdaderos, aunque éstos puedan descansar sobre una base censurada e incompleta.

Sin embargo, durante más de cien años ha perdurado escondida en el archivo otra fuente sin censurar de información de C.L. Dodgson: su cuenta bancaria personal. Olvidada durante más de 100 años, la cuenta contiene información completamente nueva para los estudiosos. Ahora, transcrita e interpretada por primera vez, es el único documento importante de Dodgson no censurado del que se tiene constancia, y esto ha abierto nuevos e intrigantes campos de estudio de su vida, aunque también ha planteado nuevas dudas sobre ésta.

Dodgson depositó sus ingresos en Parsons Thomson (también conocido como "Old Bank") en el número 92 de High Street, Oxford. Tras ser absorbida, el Parsons Thomson finalmente se convirtió en una rama del Banco Barclays. Sus archivos terminaron en el archivo central de grupo Barclay cerca de Manchester, una verdadera cueva de Aladino de la historia financiera, ya que contiene material tan dispar como antiquísimos terminales de ordenador o peticiones de sobregiro del siglo XVIII.

Al principio, la masa de cifras y nombres contenidos entre las tapas de estos libros gigantescos parece aplastante y abrumadora al que pretende interpretarlas. Sin embargo, poco a poco se empiezan a hallar conexiones con cartas, diarios y otros archivos y surge una parte de la vida de Dodgson que se corresponde con hechos ya conocidos de su vida. Pero la verdadera emoción surge cuando se halla información completamente nueva ’a veces información extraordinaria y alarmante. Por primera vez, vemos un lado de él que no ha sido mostrado al público.

La reputación de Dodgson siempre ha sido la de un obseso quisquilloso, tan minucioso y detallista que podía volver locos a los que le rodaban. Como recordaba la actriz Isa Bowman, antes de tomar un ferrocarril Dodgson sentía la necesidad de llevar las cuentas exactas de los gastos que supondría un viaje (“calculaba la cantidad de dinero que se debía gastar y guardaba en lugares distintos de su monedero las diferentes sumas necesarias para pagar los portes, los periódicos, los refrigerios y otros gastos del viaje”).

Además estaba su correspondencia con Macmillan, que comenzaba en 1875 y después de que él hubiera analizado las cuentas de Alicia. “De cada mil copias vendidas”, se lamentaba, "su beneficio es ’20.16s 8d, el mío ’56.5s 0d y el del vendedor ’70.16s.8d. Esto me parece bastante injusto..." Tras bombardear a Macmillan con cartas, Dodgson finalmente comenzó a fijar los precios de venta de sus libros él mismo a fin de asegurarse una ganancia más grande, ganándose también así la enemistad de todos los libreros y reafirmando su reputación de agudeza financiera.

Entre bastidores en el banco Parsons Thomson, sin embargo, era una historia diferente. Cuando no tenía una batalla en la que enzarzarse o un intrincado e interesante plan que implicaba viajes en el ferrocarril, Dodgson no se molestaba en saber cuánto dinero había en su cuenta de un mes para otro. Casi desde el principio comenzó a gastar más de lo que tenía.

En la octava transacción su cuenta bancaria entró en números rojos, de tal manera que nada más salir de un sobregiro volvía a entrar en otro, una situación que no era común entre los buenos ciudadanos de Oxford.

Si igualamos cincuenta libras esterlinas modernas a una libra victoriana, el sobregiro de 148’ de Dodgson en junio de 1863 era equivalente a 7.500’ ahora, y esto era bastante típico. Durante muchos años, estos sobregiros eran suficientemente bajos como para ser saldados tan pronto como Dodgson recibía su paga semestral del Christ Church. Después de la publicación de Alicia comenzó a producir ingresos que rápidamente alcanzaron los varios cientos de libras por año, lo que también ayudó a su solvencia.

Sin embargo, esta situación cambió de repente a principios de los años 1880, cuando Dodgson tenía aproximadamente cincuenta años. Quizás no encontró la estabilidad que esperaba después de abandonar su trabajo docente que tan poco le gustaba, así como los ingresos que suponía. Se había sentido obligado a aceptar el puesto de Conservador de la Sala de Reuniones de Christ Church, admitiendo en su diario que lo hizo “con ninguna alegría... [pero] puede hacerme bien. Mi vida comenzaba a parecer la de un recluso”.

Un vistazo a las copias de su correspondencia durante este periodo revela una mente que era todo menos fácil. El contenido de sus cartas es insoportablemente minucioso, lo que contrasta con la desidia y descuido que mostraba al tratar sus asuntos financieros. Entre el 25 de septiembre de 1883 y el 22 de enero de 1885, se encontraba constantemente en una situación de impago, y no se trataba de pequeñas sumas. Su sobregiro se elevó a más de 666’ en enero de 1884, una suma que podía costear (si se hubiera tratado de un crédito) una casa relativamente grande de entonces. Ni siquiera sus ingresos anuales de Macmillan podían pagarlo, y la única estrategia posible era reducirlo a proporciones manejables. Esto es lo que hizo, aunque esté claro por las anotaciones encontradas en el archivo que el banco tuvo que escribirle sobre este asunto, y el interés a pagar era sustancial.

Ninguno de los diarios o de las cartas que se conservan insinúa que existiera esta crisis financiera, ni mucho menos lo que pensaba Dodgson de todo ello. Esto debe hacernos plantear hasta qué punto son estos documentos una fuente fidedigna sobre otros aspectos de la vida de Dodgson. ’Quizás su silencio sobre asuntos principales es en parte culpable de la idea popular que supone que Lewis Carroll tuvo una vida tan extraordinariamente aburrida!

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Last modified 28 June 2008; traducido 18 January 2010