[*** = en inglès. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

En su fascinante biografía, John Brown, el abolicionista, David S. Reynolds muestra convincentemente que el a menudo racista Carlyle contribuyó importantemente en la Guerra civil americana y en la consiguiente abolición de la esclavitud. El argumento sigue este curso: John Brown, un descendiente calvinista de los puritanos que, más que nadie, precipitó la guerra, se modeló a sí mismo emulando a Oliver Cromwell, y tanto los abolicionistas como los propietarios de esclavos le vieron también como a un Cromwell renacido. Según Reynolds,

Aunque los contemporáneos de John Brown lo compararon con muchas figuras históricas (Moisés, Sansón, Washington, Garibaldi, y Kossuth), Cromwell se mencionaba con mucha frecuencia. Para Frank Sanborn, Brown fue un “soldado puritano, tales como los que fueron habituales en los días de Cromwell, pero que desde entonces ha dejado de ser visto a menudo como tal”; para George Steams, fue un “hombre de hierro cromwelliano introducido en el siglo XIX con un propósito especial”; para Mary Steams, “un antiguo héroe cromwelliano dejado caer repentinamente”; para Wendell Phillips, “un cromwelliano regular, desenterrado de dos siglos atrás”; para Richard Hinton, “un Puritano traído de vuelta de los tiempos de Cromwell”; para James Hanway, “el Oliver Cromwell de América”, y así sucesivamente.

Thoreau estableció la conexión con mayor elocuencia: “Falleció recientemente durante la época de Cromwell pero reapareció aquí”. Sus duras palabras sobre los propietarios de esclavos fueron, dijo Thoreau, “como los discursos de Cromwell comparados con los de un rey cualquiera”, y a su banda de soldados en Kansas le faltó ser “una tropa perfectamente cromwelliana” sólo porque ningún clérigo digno quiso unirse a ella.

No supone una exageración decir que los defensores de Brown lo veneraron porque previamente habían venerado a Cromwell. Estaban preparados para secundarlo mediante su iniciación en el culto a Cromwell.

Y Thomas Carlyle creó este culto a Cromwell. El gran líder puritano, como Reynolds señala, “no era fácilmente admirable. Durante más de un siglo tras su muerte, fue vilipendiado como un asesino y un duro dictador” (230), pero Carlyle “casi sin ayuda” lo convirtió en un “héroe independiente”:

Si se podía favorablemente comparar a John Brown con Cromwell, fue porque Carlyle convirtió a Cromwell en una figura digna de emulación: no en un asesino despiadado o en un fanático intolerante, sino más bien en la encarnación de un rudo heroísmo y una devoción religiosa sincera. Las manchas principales atribuidas a la reputación de Cromwell, su masacre de los irlandeses inocentes durante la Guerra civil o su abrupta disolución del parlamento llamado “Rump” y el establecimiento de una dictadura militar, fueron escogidas por su admirador Carlyle como medidas excusables ante la severidad de los tiempos. La versión de Carlyle sobre Cromwell influyó en el Trascendentalismo y se extendió por la cultura popular americana. Si los trascendentalistas alabaron a John Brown porque se parecía al Cromwell de Carlyle, fue debido a que Brown ya se había modelado a sí mismo como Cromwell, tal y como le describió el escritor americano Joel Tyier Headley, cuya biografía de Cromwell en 1848 recicló a Carlyle para las masas [230-31].

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Referencias

Reynolds, David S. John Brown, Abolitionist: The Man Who Killed Slavery, Sparked the Civil War, and Seeded Civil Rights. Nueva York: Vintage Books, 2005.


Modificado por última vezel 28 de diciembre de 2009; traducido el 31 de agosto de 2012