[Una versión más corta de esta reseña apareció originalmente en Quadrant. Traducción de Mª Soliña Barreiro revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. En los títulos de las obras no traducidas al castellano, la traductora indica con la anotación “Nota del Traductor (N. T.)“ entre paréntesis que la traducción de los mismos es obra suya. En caso contrario, la traductora se basa en las traducciones ya disponibles que figuran en el registro ISBN. Del mismo modo, en lo referente a las citas literarias, la traductora indica las traducciones disponibles en castellano. Aquellos casos en los que no se hace referencia a ninguna traducción previa, aluden a la labor traductora de Mª Soliña Barreiro.]
The Collected Letters of George Gissing. Ed. Paul F. Mattheisen, Arthur C. Young, and Pierre Coustillas. Volume one (1863-1880); Volume two (1881-1885). Athens, Ohio: Ohio University Press, 1990-1991.
Parte I.
"Copias con manchas de sopa tomadas de bibliotecas públicas de préstamo". A esta situación tuvo que enfrentarse George Orwell hace cuarenta años cuando preparaba su admirable ensayo sobre el novelista victoriano tardío George Gissing (1857-1903). Orwell se quejaba de que algunas de las obras eran completamente imposibles de encontrar. Hoy día esta circunstancia ha cambiado. Las veintitrés novelas de Gissing son fáciles de encontrar y muchas de ellas incluso en edición rústica, gracias al aumento de reimpresiones de textos del siglo XIX que se produjo en los años 70. Gissing se benefició de esta circunstancia más que cualquier autor con la excepción de Thomas Hardy. El repertorio de Gissing ha ido aumentando constantemente desde hace una década y su posición canónica de novelista de segunda línea parece estar asegurada hoy, al contrario que en la época en la que Orwell escribió sobre él.
Las vidas de literatos tienen un valor intrínseco; y porqué no, aún más cuando los documentos nos ofrecen una persona con vida tan atractiva como la de Gissing. Era melancólico y autocondescendiente pero de modo más atrayente que repulsivo. Sus pulsiones autodestructivas, su insensata indiferencia hacia sus propios intereses, incluso su espantosa falta de sentido común provocan en nosotros una cálida reacción hacia él. Muchos lectores han tenido esa sensación, en particular, las mujeres lectoras, desde Virginia Woolf, quien dijo que él era un escritor con quien "establecemos más una relación personal que artística", hasta Gillian Tindall, que dijo que era el autor ya muerto con quien le apetecería más pasar una tarde. Consciente desde pronto de que moriría joven, Gissing trabajó en sus libros - libros que, obstinadamente no vendería — en la creencia de que en el futuro sería reconocido. Su petición de comprensión compasiva era una garra en la manga del lector. "Las condiciones de mi vida son ridículas" le escribe a los Harrison, sus patrones, en julio de 1884. "Sólo existe un consuelo, que viviendo tendré materiales para las obras más oscuras y duras que se hayan visto. Si puedo aguantar hasta haber escrito tres o cuatro libros más, tendré la satisfacción de saber que dejo algo de un estilo demasiado individual como para ser obviado"
Existen un par de razones más por las cuales nos deberían interesar los documentos biográficos que han llegado hasta nuestros días. Una es la luz que arrojan sobre el trabajo creativo de Gissing, una autobiografía disfrazada se halla próxima a la superficie por todos lados. V.S. Pritchett tenía probablemente razón cuando decía que "uno debe mirar al principio y al final a su vida personal, era un escritor excesivamente personal". Cuanto más sabemos de la vida de Gissing, más se sitúa en los anales de las vidas raras de la literatura, cuanto más apreciamos como la experiencia se transforma en arte en La nueva Grub Street (New Grub Street) (1890), en Born in Exile (1892) y particularmente en sus burlonas memorias de semi-ficción The private papers of Henry Ryecroft (1902-3). Cualquier fuente de información es bienvenida si ayuda a valorar con exactitud lo que Pritchett calificó en la obra de Gissing como "excesivamente" personal.
La segunda razón es el especial valor de estas fuentes para el historiador literario y social. Desde los inicios de su carrera, Gissing analizó sus propias aflicciones, las aflicciones del novelista como fenómeno económico de su tiempo; el novelista no es un genio creativo sino un comerciante que se esfuerza para situar un producto que de beneficios en el mercado. Este es el tema central de su obra maestra La nueva Grub Street (New Grub Street). Todos los aspectos de la creación, producción y la mercadotecnia de la literatura le interesaban; y por extensión, sus intereses nos conciernen y debe ser admitido que éstos estaban curiosamente condimentados con cierto rencor y envidia.
Desde luego, otros escritores victorianos dejaron reportes sobre sus carreras como escritores. Trollope y Arnold Bennett revelaron tener buenas relaciones con su oficio, demasiado buenas, de hecho, para beneficio de sus reputaciones. Pero Gissing estaba en una situación distinta a ellos. Nunca fue famoso, ni muy próspero, ni muy rico. Y a duras penas fue feliz. Cuando era soltero se sentía desesperadamente solo y marginado; cuando estaba casado se sentía mayormente miserable e incluso más marginado. Pero trabajaba excepcionalmente duro y tenía la convicción de un sonámbulo de encontrarse en el camino correcto, por lo que no permitía que nada lo desviara. En consecuencia, su vida nos permite penetrar en un estrato literario que de otra forma sería inaccesible para nosotros. Por este motivo, Gissing aparece como testigo clave en dos historias socio-literarias del periodo victoriano The Common Writer (1985) de Nigel Cross y The Haunted Study (1989) de Peter Keating.
Si estos historiadores hubieran tenido acceso a la espléndida edición de la correspondencia de Gissing, podrían haber usado con más resultados la vida de Gissing. Él comenzó su carrera en el preciso momento en el que la publicación de novelas se expandió de forma asombrosa. Gracias al aumento de la alfabetización y al aumento de las librerías circulantes o de suscripción, las novelas se convirtieron en la primera mercancía cultural en la historia producida y comercializada a escala de masas. Las estadísticas de Nigel Cross lo confirman. Cuando aparece en 1880 la primera novela de Gissing Workers in the Dawn , compita por la atención con otras 379 publicadas en ese mismo año en Gran Bretaña. Diez años después 900 nuevas novelas aparecían cada año, cinco años después 1300.Desde el principio, Gissing adquirió una perspectiva pesimista y más bien rencorosa sobre esta monstruosa fecundidad. “Las listas de nuevas publicaciones aterrorizan a uno”, le dijo en 1885 a su hermano. “Una enorme montaña de literatura cuyo valor sustantivo es escaso”. Estas cartas, entre otras cosas, suponen aumento cualitativo en el estudio, complementado por la inmejorable visión de las circunstancias económicas, sociales y personales de la lucha de un escritor en Londres en el ocaso del siglo XIX.
La corta vida de Gissing, a menudo miserable y siempre difícil, ha tenido un perfil claro desde que en 1912 Morley Roberts escribe un ensayo no muy largo tras la muerte de su amigo haciendo públicos algunos detalles sorprendentes. Roberts escribe desde el recuerdo personal y considera que algunos detalles pueden ser erróneos. Más tarde, algunos biógrafos han sido capaces de completar su historia a partir de los documentos que han sobrevivido. Estos documentos constituyen una muestra voluminosa aún teniendo en cuenta la presión que Gissing se infligía para producir y sus heroicas jornadas semi-atado al escritorio. Para él una vida sin memoria, era una vida sin valor. El tono de confesión le sale de modo natural; asiduo escritor de su diario, de sus libros de notas y de sus cartas. Algunos de estos documentos son accesibles a los estudiosos desde hace años porque varios miembros de su familia con escasos recursos los habían vendido a diversas instituciones americanas. Dos de los documentos más importantes, sus memorias y el diario, se publicaron en 1962 y 1978 respectivamente.
La suerte de las cartas de Gissing ha sido incluso más complicada y turbia. Pocos autores modernos sufren tantos cortes en su correspondencia en tantas partes, algunos de los cuales han sido publicados y otros no. Una parte, la selección de cartas dirigidas a miembros de sus familia en 1927 pero en un estado desgraciadamente incompleto y mutilado. La correspondencia con su amigo alemán Edward Bertz y la de H.G. Wells aparecieron en 1961; la que mantuvo con su tercera esposa Gabrielle Fleury apareció en 1964. Han aparecido otras colecciones menores editadas por el infatigable Pierre Coustillas, el más destacado investigador sobre Gissing. Pero existen muchas otras cartas, dispersas a lo largo de mundo en distintas instituciones y manos privadas, algunas de las cuales no han sido aparentemente usadas en ninguna de las dos grandes biografías de Gissing, la de Jacob Korg (1963) y la de John Halperin (1982). Con la aparición de estos dos primeros y espléndidos volúmenes de correspondencia, el orden comienza finalmente a emerger del caos.
Esas cartas son las de un hombre joven. Pese a ello no contienen, según los editores, "ninguna obscenidad excitante, ningún acto lascivo, ninguna palabra lasciva". Por algo Gissing dejó pronto de pensar en sí mismo como joven. Su voz adquiere el tomo y actitud de un hombre de mediana edad cuando él todavía está en la veintena. Era también un hombre intensamente reservado que continuamente borraba sus huellas; a través de este rasgo se puede adivinar que si en alguna ocasión escribió con suficiente franqueza probablemente más adelante recuperó y destruyó buena parte del texto (así por ejemplo, se deshizo de su diario de juventud, y no existen entradas para el periodo cubiertas en estas cartas, lo que las hacen más valiosas). Sus únicos confidentes en estos años de lucha y melancolía fueron sus dos hermanas solteras y su hermano, gente tímida y convencional de Yorkshire, y además, en el caso de sus hermanas, poco comprensivas con sus aspiraciones artísticas y su modo de vida. Pese a que Gissing era infatigable en su correspondencia, hay huecos significativos que dan muestra indudable de sus sesiones de quema de escritos.
Su único confidente verdaderamente íntimo fue su hermano pequeño, Algernon, que obsesionaba a su puritano hermano mayor como si fuera un ángel malo en un juego de moralidad. Poco previsor, vacilante y perezoso, Algernon hizo todo lo contrario a lo que Gissing le recomendaba: dejó su carrera como abogado para ser un novelista menor. Mientras que Gissing era fundamental que un aspirante a escritor se casase con una dependienta o con una heredera, aferrándose con desastrosos resultados a este código, Algernon se casó con una mujer de su misma clase y tuvo familia numerosa. "Para él, lo primero es el confort doméstico"
Nadie dijo nunca algo así sobre George Gissing. Vemos al niño precoz, hijo de un farmacéutico de Wakefield, convirtiéndose en un prodigio escolar, ganando tantos premios en libros que tenía que contratar un taxista para llevarlos a casa. Pero la naturaleza siguió su curso. En mayo de 1876, cuando tenía 18 años y estudiaba en el Owens College, Manchester, Gissing fue sorprendido robando dinero a sus compañeros parar dárselo a una joven de clase obrera, Nell Harrison.
Del derrumbe de sus aspiraciones académicas, de su mes en prisión y de su exilio de ocho meses en América, descubrimos pocas cosas. Sólo hay cinco cartas fechadas entre mediados de 1874 y 1878 y no hay nada en ellas, ni en los cientos que les siguen, que haga referencia directa a su crimen ni al castigo. Los únicos documentos significativos relativos a este asunto que permanecen son cuatro cartas de su amigo John Black que fueron halladas en el bolsillo de Gissing cuando fue sorprendido robando y que se hallan en los archivos de la Universidad de Manchester desde su expulsión. Estas cartas abren una estrecha ventana para conocer la conducta sexual de algunos adolescentes de la época. Black también se había acostado con Nell Harrison. No está claro si ella era una prostituta profesional o una especie de amateur denominada en la época "dollymop", o si era simplemente una adolescente que disfrutaba del sexo con los jóvenes que le gustaban. Lo que está claro es que Gissing se enamoró de ella. No sabemos nada de su estado mental ni emocional pero en un joven sensible, orgulloso y socialmente inseguro, el trauma de haber sido sorprendido robando dinero de los bolsillos de los compañeros — cometiendo lo que Tindall tildó con agudeza de inconfensable por tratarse de un delito propio de la clase obrera — sólo pudo haber sido devastador. Desde entonces y para siempre, "la culpa secreta" persiguió a Gissing, y le indujo la idea de que era un paria social. Esta idea se encuentra como tema oculto en muchas de sus novelas.
Cuando comienzan a parecer de nuevo registros más completos es a partir 1878. Gissing está de vuelta en Londres, lleva una vida precaria como oficinista y maestro y se denomina a sí mismo socialista, radical y positivista (pronto abjurará de todas estas etiquetas). Trabaja en esta época en su primera novela protesta larga Workers in the Dawn , auto-publicada por el autor en 1880. La novela nace muerta pero le reporta algunos patrocinios menores. En este momento vive y está casado con la misma Nell para la que había robado.
Las cartas son discretas respecto al tipo de vida que lleva Gissing con Nell. Evidentemente mucha información fue destruida. Hay indicios de un periodo de armonía doméstica. Encontramos paseos por el parque Richmond, excursiones en días festivos y recetas para la elaboración de mermelada de calabacín. Sin embargo las cosas comienzan a estropearse pronto. La salud de Nell se viene abajo; comienza a beber y a prostituirse para conseguir dinero. Gissing emprende varios intentos de librarse de ella, y después de terribles escenas y lacrimosas reconciliaciones, acaba por pagarle para que vivan separados. "Supongo que una vida perfectamente pacífica e intelectualmente activa es una de esas bendiciones que siempre esperaré hasta que no quede tiempo", escribe melancólicamente.
Esa bendición era en realidad un equívoco. Las calamidades hacían y deshacían a Gissing. Su capricho lo sacó del camino hacia el profesorado. En lugar de libros encuadernados en piel y un estudio cómodo, el destino lo alojó en los bajos de una vivienda pobre en Tottenham Court Road, donde subsistió durante una temporada a base de sopa de lentejas. En lugar de distinciones académicas, soportó diez años como tutor privado de los hijos de las familias ricas, haciendo de correlato masculino de institutriz, con todas las humillaciones que comportaba. En lugar de una respetabilidad marital, se unió a mujeres de mal carácter y la clase obrera. Y lo más duro de soportar para él, en lugar de hallar compañeros con los que congeniara intelectualmente, el destino lo condenó a una soledad absoluta, siempre mental y a veces también física, soledad que llevaría al suicidio hasta al guardián de un faro. "El hecho es que este tipo de vida es muy duro, no puedo soportarlo", le escribe a su hermana en 1885 después de haberse separado de Nell. "Durante horas camino en círculos por la habitación y asqueado con la necesidad de algún cambio en mi vida". Luchando con las revisiones de su cuarta novela en su aislamiento total escribe: "durante tres semanas no he abierto la boca, excepto cuando he entrado en una tienda".
Pronto se revela que lo cuando mejor trabaja es en estas circunstancias. De algún modo, convierte las circunstancias menos propicias (la pesadez del trabajo como tutor, las caseras agresivas y la mala comida) y las más tristes emociones (aburrimiento, envidia, deprivación sexual, soledad desesperada o en sustitución de ésta, discordia doméstica) en oro. La máquina de sacar exámenes adelante se convierte en un artista creativo y es salvado de caer olvido como editor de clásicos.
Nunca dejó de lado los hábitos de su vida de estudiante. John Halperin subtituló su biografía sobre Gissing de forma especialmente apropiada: "Una vida entre libros". La absoluta dedicación intelectual de Gissing y su productividad como escritor son impresionantes. Dedicó prácticamente toda su corta vida madura a escribir 36 novelas — y muchas de ellas son largas, con argumentos elaborados y de tres volúmenes [three-deckers] — De alguna forma dominó también cinco idiomas y mantuvo un elaborado diario y una enorme correspondencia. Ningún novelista leyó nunca tanto como Gissing. Sus lecturas eran como la recomendación de Matthew Arnold: "lo mejor de lo pensado y dicho", pero con una perspectiva europea. Es cierto que tenía carencias; por ejemplo, nunca menciona a Baudelaire, se equivoca cuando habla de Zola y considera repugnante a Maupassant; su ideal de escritor francés es el dickensiano Daudet. Pero hace una valoración de los escritores rusos y de Ibsen antes que muchos de sus compatriotas. Lee a Schopenhauer en alemán, tiene serios conocimientos de métrica griega y, de nuevo, nos lo encontramos en sus raros ratos libres aprendiendo italiano en la obra de Dante con un diccionario, aparentemente por mera diversión. Nos preguntamos si este hombre no hacía nada más en sus horas de vigilia que aprender, leer y escribir.
En estas cartas hallamos también mucha información sobre la economía de los escritores. Gissing era un experto en las tribulaciones del escritor de la Grub Street. Samuel Johnson proporcionó una bien conocida definición en The Vanity of Human Wishes : "trabajo duro, envidia, miseria, patrón y cárcel". La carrera de Gissing presenta coincidencias alarmantes con este diagnóstico, está claro que el término central, "miseria" o pobreza ha sido exagerado en este caso. Su pregunta favorita en sus últimos años, cuando le hablaban de algún arribista era "¿pasó hambre?", pues parecía ser para él lo que le permitiría la entrada en la vida literaria, dado que él lo había vivido. Las cartas muestran pronto un matiz a lo Josiah Bounderby de Dickens. Gissing no va tan lejos presumiendo de haber nacido en una cuneta pero añade un romanticismo considerable a su época de pobreza en sus pseudo- memorias The Private Papers of Henry Ryecroft y quizás en las conversaciones con su amigo y biógrafo Morley Roberts. Está claro que la inseguridad ensombreció sus años de juventud y que sólo fue aliviada por el trabajo sin descanso; pero las cartas muestran que una vez que Gissing se ha convertido novelista nunca conocerá la pobreza ni nada que se le asemeje. Ya en fecha temprana, cuando vive con Nell en un par de habitaciones en Islington, comenta casualmente que paga a una mujer para hacer "el trabajo duro" en casa. Uno o dos años después se hallaba viviendo en condiciones de estrechez y miseria, según su biógrafo californiano Halperin. Esto es lo que sucede cuando se mira desde un siglo más tarde, situado en los lujosos pastos de San Diego; pero las cartas demuestran que Gissing podía muy bien haberse sentido miserable pero no en estrecheces. Tenía tres habitaciones, incluyendo un estudio aparte del cual decía era cómodo, además de bastantes muebles propios.
Por esta época ya ganaba cuatro o cinco libras a la semana, aunque las facturas médicas y, después, la libra semanal que pagaba a Nell lo hicieron seguir siendo pobre. Se nos recuerda en las cartas que en esos días, el negocio de la escritura era todavía una ocupación arriesgada y marginal que servía para ganarse la vida si la persona tenía un mínimo de talento. En particular, podemos ver que la retribución para un escritor por cuenta propia (freelance) de entonces daría envidia a un joven escritor de hoy. En 1884, antes de que Gissing tuviera reputación alguna, ya ganaba seis guineas por un relato ligero y corto. Era el doble de lo que un oficinista menor podía esperar después de una semana de tedioso trabajo. Gissing fanfarroneaba sobre un poema flojo que había publicado en una revista en el año 1883: "la cosa me supuso una guinea. Tiempo gastado en la composición: siete minutos". Y él esperaba pagarle a la señora de la limpieza una guinea por ocho horas fregando.
Part II.
Este conjunto de cartas nos muestran a Gissing luchando con sus cinco primeras novelas. (Exactamente peleándose: "La noche pasada estuve sentado tres horas mortales trabajando sobre 12 líneas y eran unas líneas pobres"). De esas cinco, la primera es un trabajo de aprendiz, otra es un manuscrito perdido y las otras dos son producciones insípidas lejos de los estándares de su madurez literaria. La mejor de ellas es de lejos la segunda, The Unclassed (1884), un texto obsesivo y poderoso, si bien imperfecto, donde Gissing explora por primera vez el territorio social y algunos de los temas que se convertirán en propios de él.
Para aquellos que no han leído mucho de él pero creen tenerlo situado, Gissing es el Zola inglés en los últimos años del reinado victoriano, documentando los suburbios ingleses con el celo de un reformador. Pero esto es una deformación tanto de su actitud como del contenido de sus libros. Sólo cinco de sus novelas se sitúan en los suburbios y, en todas, observa sin sentimentalismos, casi despiadadamente. El relato de los pequeños placeres del pobre en los días festivos, el capítulo "Io Saturnalia!" en The Nether World y las escenas de Litany Lane en The Unclassed son piezas de reportaje indispensables pero implacablemente desdeñosas. No hay nada en Gissing de poeta de los suburbios y muy poco de regenerador social. Él nunca confiere romanticismo a la penuria, excepto a la suya propia. "Desde hace algunos años", escribe a su primer mentor y patrón, el positivista Frederic Harrison, "tuve una inevitable toma de contacto con la gente más pobre, menos educada e innoble". El adverbio es significativo. En este periodo se sentía cercano a los pobres y sus investigaciones parecían haber sido alimentadas por la peculiar mezcla de repulsión dolorosa, culpa e indignación patricia.
En la época de The Unclassed en 1883, Gissing estaba viviendo solo en habitaciones de Chelsea. Había abandonado (o eso decía) su afán de rehabilitación. Ya no era socialista, ni positivista ni radical. Ahora era un artista. Como le contó a Algernon en julio de 1883, cuando trabajaba en el libro: "mi actitud de ahora en adelante es pura y simplemente la del artista. El mundo es para mi un conjunto de fenómenos susceptibles de ser estudiados y reproducidos artísticamente... las aflicciones de otros son para mi materiales de observación"
Las novelas resultantes son tan poco comprometidas como esa concepción. No les falta sentimiento y compasión pero esos elementos sólo aparecen funcionando dentro de la estrecha franja del sistema de clases inglés. Al extremo más bajo de esta franja se le suele denominar "el pobre meritorio", la diligente clase obrera. El típico héroe es el trabajador amable e inteligente que de algún modo no encuentra incompatibles sus jornadas laborales de 10 horas con la actividad cultural, y que asume ésta no por la mejora de su vida vulgar sino simplemente por el bien de su espíritu. Este tipo aparece en The Unclassed encarnado en Sidney Kirkwood. En el eslabón más alto hallamos el mundo de la clase media con sus profesionales acomodados frente a los rigores de la vida en sus enormes casas y multitud de sirvientes. Si subimos más arriba, Gissing pierde la profundidad; mucho más abajo, la ausencia de empatía es total. En el medio están los ambiguos límites del pobre digno, moviéndose libremente, bien descendiendo, bien confundido entre la clase obrera manteniendo sus ambiciones de ascenso.
Este es el territorio de The Unclassed . El título parece referirse a una novela cuyos personajes han sido expulsados de su clase o que han descendido socialmente. Los dos personajes masculinos principales son intelectuales pobres, ambos con rasgos del propio Gissing: Julian Casti, ayudante farmacéutico, ingenuo soñador que desea ser poeta; y Osbert Waymark, clásico maestro de escuela, cobrador de rentas impagadas y novelista fracasado. Dos de los personajes femeninos poseen los rasgos de Nell. Uno es la tendera Harriet Smales, una arpía desequilibrada y maliciosa que acabará provocando la muerte de Casti. El otro es Ida Starr, una mujer joven, libre e inteligente que encuentra por primera vez la independencia en la prostitución y, después, trabajando en una lavandería. Estos personajes no están en absoluto desarraigados, sino que son una nueva subclase que no podría haber existido fuera de las grandes ciudades de finales del siglo XIX de no ser por la oportunidad que éstas brindaban de anonimato. Hacia el final de su carrera, Gissing dio una definición precisa de los habitantes de estos parajes: "la parte más importante de mi trabajo lidia con una clase... propia de nuestro tiempo, bien educada, bien criada pero sin dinero". Con esta última frase Gissing no se refiere a penurias económicas, sino a la falta de ingresos de los personajes en relación a lo que requeriría su imaginación. Gente como él, de hecho. El regusto distintivo de sus novelas surge de la completa separación entre sus propios valores - esencialmente los de un liberal, de un gentleman intelectual de clase media - y la destartalada vida de pequeño burgués en exilio que se había forzado a llevar.
La política sexual de la relación de Waymark e Ida Starr en The Unclassed es el elemento más interesante de esas primeras ficciones. Forma parte de una serie de intentos de Gissing por comprender su propia naturaleza, de manera afín a la psicopatología de la época. Gracias a las revelaciones que sobre sus circunstancias personales podemos encontrar en su correspondencia, sabemos que Gissing sufría el síndrome Virgen-Magdalena de un modo incluso más virulento que el resto de novelistas victorianos. La mayoría de las mujeres núbiles de sus obras eran, bien mujeres de voluntad débil, que explotan sus encantos o arpías violentas, bien virtuosas damas de hielo, normalmente inaccesibles, por lo menos al inútil "hombre tipo Gissing". En sus novelas posteriores, estos roles se estructuran por clases, pero en The Unclassed la compulsión propia del autor es más evidente: en ella, por primera y única vez, el objeto sexual de clase baja es la dama hermosa, delicada y refinada. Por medio de un desenlace de ensueño, ella termina como Lady Bountiful dispensando cuidados a los niños pobres gracias a su matrimonio con Waymark. Ida Starr es la prostituta reformada en la que Nell Harrison debía haberse convertido bajo la tutela de Gissing: una diosa moral que simplemente tuvo que ganarse la vida sirviendo sexualmente a los hombres.
Esta conjunción es desde luego ridícula, algo extraño viniendo de un maestro de la observación realista. Como lo muestran otras novelas y memorias, la fantasía central en la psicología masculina de la época era que las calles de Haymarket eran extraterritoriales, socialmente hablando; es decir, un lugar en el que hombres y mujeres eran "iguales" como compradores y vendedores en el mercado sexual. Waymark e Ida eligieron esas calles e inmediatamente intercambiaron bromas, como en su día Beatrice y Benedick; de hecho, Waymarck cita de Noche de reyes como Ida comienza a revelarle sus encantos. Esto es, desde luego, absurdo si pensamos como debía ser la vida de una prostituta de la calle, algo que conocemos gracias a la evidencia documental, como las extraordinarias memorias anónimas My secret life: recuerdos de la vida de un inglés de la época victoriana - De manera que que Ida Starr sea una trabajadora de la industria del sexo del Londres victoriano resulta muy poco convincente.
Como lo muestran las cartas, Gissing se quedó perplejo por la denuncia contra su The Unclassed . Le sorprendió la siguiente observación especialmente ácida de un crítico: "la larga y continuada relación platónica entre un joven normal — incluso en sus gustos estéticos - y una prostituta de Londres es un incidente poco probable, y de entre el rango de probabilidades, diríamos el menos probable". Este era un simple comentario al que, de cualquier manera, se le escapa lo más importante; el hecho de que la censura de la época no obligó a Gissing a que la relación fuese casta, sino a que simplemente a que sucediera entre bastidores. De hecho, hay en la novela una poderosa atracción sexual; así por ejemplo, durante el segundo encuentro, Waymark siente "su pulso acelerado" y al entrar en el cuarto de Ida ve "a la luz, la forma perfecta, la postura elegante". La parte erótica de la escena es parcialmente matizada por el tono de comedia romántica pero de ningún modo desaparece. Fijémonos en el siguiente pasaje:
"¿encenderás otro cigarro?"
"¿no te molesta el humo?"
"Si lo hiciera, te lo diría."
Habiéndose quitado una a una sus prendas exteriores, ella se levantó y le condujo a la habitación interior. Cuando reapareció, se dirigió a hasta la puerta de la salita y giró la llave en la cerradura..."
Pero las expectativas del lector se ven burlonamente marginadas:
¿Podrías darme más libros para leer?" preguntó ella.
"Te he traído uno pensando que ya deberías estar preparada para él."
. . . Estuvieron juntos cerca de una hora.
Aunque la censura mantuviese la relación fuera de los diálogos, ¿alguien pone en duda que esto sea una relación sexual en código?
La censura, veneno para la mayoría de las técnicas literarias, puede resultar una hormona de crecimiento para otras. Gissing se beneficia en realidad de no poder mostrar a Ida en su ocupación; si hubiera podido hacerlo, varios elementos del complejo retrato habrían desaparecido. Su verdadero interés no es describir el encuentro sexual sino elaborar un discurso más completo sobre las relaciones entre los sexos. Entre Waymark e Ida, tenemos, en lugar de sexo, una charla distendida: una charla entre iguales como la conversación entre los Vincy, hermano y hermana, en Middlemarch . Es bastante diferente del discurso rotundo, respetuoso y mesurado entre hombres y mujeres de clase media y alta que, como una enfermedad hereditaria, ha discurrido a lo largo de varias generaciones de novelistas desde Walter Scott. (El propio Gissing crearía algunos diálogos tediosos de ese tipo con posterioridad). Tanto aquí como en toda la obra de Gissing, al leer en voz alta se perciben generalmente toda una metonimia de relaciones sexuales saludables. La nueva Grub Street (New Grub Street, expone la decadencia y caída de toda la retórica pública, crítica de la intelectualidad, del periodismo, de la ficción en sí misma, y acaba con una escena de interior e íntima de una esposa cantando a su marido para su placer privado. Las relaciones personales y, en particular, las conversaciones entre sexos, son un antídoto contra la degradación de la lengua. En su uso específico del género, del masculino, el lenguaje hace evidente la independencia de Ida Starr de su propio origen social: le está permitido exclamar "fiddlestick!" [N. de T.: la palabra en inglés mantiene connotaciones sexuales propias del género masculino hasta hace pocos años] cuando está en desacuerdo con un hombre. Este era el tipo de genialidades que verdaderamente interesaban a Gissing.
Parte III.
Con la publicación de The Unclassed en junio de 1884 Gissing finaliza su época de aprendizaje. Siguiendo las cartas, Gissing trabaja entonces en Demos. Esta obra, si bien no le reportó prosperidad, por lo menos le confirió cierta reputación. Le seguirían catorce novelas más en la siguiente década.
Es agradable saber que deben aparecer bastantes más volúmenes de cartas, incluyendo aquellas que lo muestran en su cumbre como autor (para mencionar solamente los hitos) La nueva Grub Street (New Grub Street), Mujeres sin pareja (The Odd Women), Born in Exile y The Whirlpool . Los editores quieren publicarlas por completo y estoy seguro de que lo conseguirán. La calidad de sus comentarios es soberbia. No se han olvidado ni de un solo personaje menor; ninguna historia trivial de gaceta provinciana es demasiado insignificante como para no ser identificada. Cualquiera que alguna vez haya emprendido su camino por los kilométricos acres de impresiones borrosas de los periódicos victorianos tardíos tratando de confirmar cualquier suceso menor sabe a lo que me refiero: si estos editores no son capaces de clarificar un asunto, uno siente que los hechos se han desvanecido irreparablemente en las fauces del tiempo. En un solo caso se retira el apoyo el lector, se trata del campo lingüístico. El poderío lingüístico de Gissing era formidable y los editores no esperan menos del lector, al que dejan vagar por el francés, el latín y el griego lo mejor que pueda. Aparte de esto, los editores están muy atentos al cuidado del lector. Cuando Algernon Gissing se queja de que su hermano se ha olvidado de dar datos sobre la altura y anchura de la catedral de San Pablo, los editores añaden ambas cifras en una nota al pie por si el lector se lo cuestionase. Y cuando Gissing menciona cuánto le gusta el puding Snowdon, los editores proveen al lector de una receta. Para cuando esta espléndida edición esté completa, nuestro conocimiento de la cultura inglesa victoriana en su última etapa y de uno de sus analistas más agudos y atrayentes, habrá aumentado inconmensurablemente.
Modificada por última vez 15 de marzo 2010; traducido 9 de agosto de 2011