[Traducción de Laura Frutos revisada y editada por Ana González-Rivas Fernández. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. *** = disponible sólo en Inglés.]

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lizabeth Barrett Browning creció en el seno de una familia evangelista y sus doctrinas fueron una gran influencia en su elección de imágenes bíblicas y en la construcción de su mito personal en su novela Aurora Leigh. De acuerdo con la creencia evangelista, la pérdida del paraíso de Adán y Eva puso en evidencia la depravación innata del Hombre. Paradójicamente, la caída del Hombre hace que éste se vuelva mucho más consciente de su naturaleza humilde y le ayuda a apreciar mejor el sacrificio de Cristo por la humanidad. Poseído por el reconocimiento de su propia iniquidad, el evangelista creyente vive con la doble convicción de que él es el producto del pecado original y, a la vez, el receptor del amor redentor de Jesucristo.

En Aurora Leigh, la imagen Bíblica del “Hombre caído” se recupera a partir de los textos puritanos, en los que se enfatiza el trasfondo histórico de la imagen y se le da un significado victoriano. Según Kerry McSweeney, “el contexto esencial en el que se debe colocar el relato de Aurora Leigh para entenderlo y saborearlo por completo… es altamente victoriano… Como Carlyle y Ruskin, la poetisa de Aurora Leigh es una profeta cultural que crea una escritura secular” (McSweeney xxxii). Siguiendo los estándares de la literatura victoriana, el uso de la tipología bíblica de Barret Browning ilustra la dimensión espiritual de lo que parece ser un lugar común. En su mito personal, la naturaleza se convierte en una metáfora que representa la fusión de lo espiritual y de los elementos terrenales de la Existencia.

En el libro IX, Aurora Leigh, una poetisa de treinta años que acaba de reunirse con su primo Romney, identifica su rechazo a la propuesta de matrimonio que le hizo Romney diez años antes como su propia caída en desgracia. Su “escritura secular”, que surge desde su repentina epifanía emocional (a la que los evangelistas eran tan aficionados), refleja la poética de la propia Elizabeth Barrett Browning:

...Passioned to exalt
The artist's instinct in me at the cost
Of putting down the woman's, I forgot
No perfect artist is developed here
From any imperfect woman.
Flower from root,
And spiritual from natural, grade by grade
In all our life. A handful of the earth
To make God's image! the despised poor earth,
The healthy odorous earth — I missed with it
The divine Breath that blows the nostrils out
To ineffable inflatus — ay, the breath
Which love is. Art is much, but love is more.
O Art, my Art, thou'rt much, but Love is more!
Art symbolizes heaven, but Love is God
And makes heaven. I, Aurora, fell from mine. (IX.645-59)

Barret Browning creía que el poeta, aun permaneciendo “firmemente asentado en el mundo natural” (McSweeney xxxiii), debía también “alcanzar/ el mundo espiritual más allá de éste” (VII.779-80). Consideraba el matrimonio entre el hombre y la mujer como un paralelismo terrenal de la unión amorosa de Dios con la humanidad. El uso que Barrett Browning hace de Aurora como portavoz está basado en una estrategia habitual de la Autobiografía ficticia, como explica Machann:

Cuando se estudia el género de la autobiografía victoriana en sus propios términos, y en su contexto histórico, hay menos posibilidades de imponer estándares ajenos a su época, tales como la introspección intensa y la confesión sin justificación. Los autobiógrafos victorianos exploran sus propias personalidades y analizan su propio desarrollo mental especialmente para explicar o defender sus compromisos con el discurso social y sus obras públicas, y para un escritor profesional todo ello es generalmente un intento de explicar o defender su propia obra. [165]

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Creado 1996; traducido 10 julio de 2015