[••• = en español. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
as vestiduras eclesiásticas son, en nuestro vocabulario, las formas, la vestimenta, con la que los hombres en diferentes periodos han encarnado y representado el principio religioso, es decir, investido la idea divina del mundo con un cuerpo sensible y activo, de modo que pudiera habitar entre ellos como una Palabra viva y dadora de vida.
Indescriptiblemente, éstas son las más importantes de entre todas las vestiduras y ornamentos de la existencia humana. Puedo decir que en primer lugar es aquella maravilla de maravillas, la Sociedad, la que las hila y las teje; puesto que sólo cuando “dos o tres están reunidos” [Mateo 18: 20], aquella religión espiritualmente existente y de hecho indestructible, aunque latente en cada uno, se manifiesta exteriormente y por primera vez (como “con lenguas repartidas de fuego” [Hechos 2: 3]), buscando encarnarse en una Comunión visible y una Iglesia militante. Mística, más que mágica es aquella comunión del alma con el alma, así como cuando ambas miran en dirección hacia el cielo: aquí, es cuando propiamente dicho, el alma habla por primera vez con el alma, ya que sólo al mirar hacia el cielo, tómese en el sentido que se quiera, y no hacia la tierra, es cuando lo que podemos denominar Unión, Amor mutuo, Sociedad, comienza a ser posible… [214]
Toda sociedad concebible, pasada y presente, puede estimarse perfectamente como una Iglesia total y propia, que es lo mejor; segundo, una Iglesia que lucha por predicar y profetizar, pero que aún no puede hasta que su Pentecostés arribe; y tercero y lo peor, una Iglesia que se ha vuelto muda al envejecer o que sólo balbucea un delirio previo a la disolución… [215]
En nuestra era mundial, aquellas mismas ropas eclesiásticas se han convertido afligidamente en ropas miserables: aún mucho peor, muchas de ellas han devenido meras formas vacuas o máscaras bajo las cuales ninguna figura o espíritu humano mora, sino que únicamente arañas y sucios escarabajos horriblemente acumulados conducen el negocio… y en los recovecos desapercibidos está tejiéndose para ella misma nuevas vestimentas con las cuales reaparecer y bendecirnos a nosotros o a nuestros hijos y nietos. [216]
Referencias
Carlyle, Thomas. Sartor Resartus: The Life and Opinions of Herr Teufelsdröckh [1831-32]. Ed. Charles Frederick Harrold. Nueva York: Odyssey Press, 1937.
Modificado por última vez el 12 de marzo de 2005