[••• = Disponible solo en inglés. Esta reseña está reproducida aquí gracias al generoso permiso de English Studies. Se trata de una versión extendida basada en una primera publicación en línea del 14 de noviembre de 2014, y de una versión impresa en English Studies, Vol. 96, I (2015): 107-08. La autora ha añadido ilustraciones complementadas con leyendas en esta versión para la Victorian Web. Haga click en las imágenes para ampliar. Todas las citas que se presentan en este texto han sido traducidas por la traductora de este artículo. Traducción de Irene Brunete, revisada y editada por Ana Abril. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de .]

Portada del libro reseñado. La deslumbrante imagen es de “Paisaje literario” , de Martin Heron.

Como Marianne Thormählen explica en su introducción, editar esta reciente incorporación a la serie “Literature in Context”, de Cambridge presentó dificultades inusuales. Además de tener que tratar con tres autoras en lugar de con una –como es lo habitual–, Thormählen tuvo que reunir nuevos conocimientos sobre la interrelación entre sus vidas y sus obras; cuestión que no ha dejado de fascinar incluso cuando el enfoque de la crítica moderna ha sido el de intentar separarlos. Afortunadamente, una verdadera galaxia de académicos de las hermanas Brontë han ayudado a Thormählen a enfrentar triunfalmente estos desafíos. Dentro de ese grupo de académicos, encontramos nombres tan reconocidos como Christine Alexander, pionera en la investigación de las obras de juventud de las Brontë y de su arte y que, además, ha escrito varios capítulos sobre esos dos temas en este tomo; también encontramos a Margaret Smish, cuyas ediciones de las novelas en Clarendon y en World’s Classics, además de tres volúmenes sobre la correspondencia de Charlotte, han constituido el trabajo de toda una vida. Dos importantes investigadoras que, además, coeditaron la igualmente imprescindible Oxford Companion to the Brontes; así pues, sobran razones para elegirlas entre los muchos otros nombres reconocidos que aquí figuran.

La primera y más larga sección del libro trata sobre “Lugares, personajes y publicación”. Sus diecinueve ensayos abarcan muchos temas: desde los lavaderos en Haworth Parsonage, descritos en el entretenido capítulo de Ann Dinsdale titulado “La vida doméstica en Haworth Parsonage”, hasta “el camino hacia la impresión” de las Brontë, en otra útil disertación de Linda H. Peterson. Encontramos diversos capítulos sobre cada una de las tres hermanas: Dinah Birch enfatizará “la determinación y el optimismo frente a los contratiempos” de Charlotte (66); Lyn Pyckett nos sorprenderá con el retrato de la “pequeña consentida Em” como la chica nueva en la escuela Roe Head (69), y Maria Frawley comentará de forma particularmente provechosa la habilidad de Anne para convertir su propia oscuridad “en materia para sus obras, en el tema de su arte” (81). También hallamos un gran escrito de Drew Lamonica Arms sobre los lazos fraternales y sus complicados efectos en las obras:

A pesar de la afirmación de Charlotte –con respecto a su cercanía–, la intimidad creativa y emocional entre las hermanas Brontë no fue siempre una unión armoniosa entre mentes afines; a lo largo de sus vidas, las hermanas se apoyaron y se desafiaron mutuamente, permitiéndose así encontrar su propio y distintivo estilo literario. Escribir en colaboración reforzó el sentido de solidaridad familiar de las Brontë. Asimismo, fue el medio por el cual establecieron, afirmaron y exploraron sus particulares diferencias; diferencias entre hermanas moldeadas en la misma horma, criadas en circunstancias y espacios semejantes, con similares experiencias vitales como hermanas, mujeres, institutrices y autoras, cuya devoción mutua era profunda e intensa. Para muchos lectores, determinar las inevitables influencias que tuvieron cada una en los escritos de sus hermanas con sus peculiares características es el mayor desafío y el mayor estímulo para estudiar la vida y las obras de las Brontë. [97]

También encontramos capítulos dedicados a otras personas dentro del círculo de las Brontë, incluyendo a su padre y a su madre. Dudley Green dibuja un entrañable retrato revisionista de Patrick Brontë como un padre amoroso y escrupuloso además de un entregado pastor anglicano; mientras que Bob Duckett tiene en cuenta a aquellas mujeres que ayudaron a llenar el lugar de la madre después de su muerte: su tía, Elizabeth Branwell; y Margaret Woolner, de la escuela Roe Head en Mirfield. Con el tiempo, Margaret Woolner se convirtió en amiga íntima y consejera y acompañó a Charlotte al altar en ausencia del padre de ésta. “Si la señora Brontë fue la madre que los niños Brontë apenas conocieron y Elizabeth Branwell la madre sustituta a la que nunca amaron”, dice Duckett con agudeza, “entonces Margaret Woolner era, al menos para Charlotte, la sabia consejera y amable confidente que la joven necesitaba” (51).

Hacia el final de esta sección, Margaret Smith nos brinda algunos fascinantes detalles acerca de cómo las cartas de las hermanas fueron escritas y transportadas hasta sus destinos y cómo, increíblemente, encontramos nuevos detalles hoy en día, incluso después del monumental trabajo realizado en ellas. Entre los otros capítulos que cierran la Primera Parte está el capítulo de Janet Gezari, sobre cómo la poesía –incluyendo a Branwell Brontë, para variar– “se adueñó de su vida” (citado 134). Por último, pero no por ello menos importante, la investigación de Stephen Colclough sobre los diferentes tipos de bibliotecas públicas y sus catálogos estudia otro modo en el que las ideas circulaban, revelando que las obras de las Brontë podrían haber alcanzado a algunos lectores de clase trabajadora incluso en la década de 1850, a través de las nuevas bibliotecas gratuitas en ciudades como Manchester y Liverpool. En efecto, “múltiples copias” de las novelas fueron encargadas desde Manchester en esos primeros años (164).

A la izquierda: Haworth Parsonage, fotografía tomada en la época de Charlotte Brontë. (Wood, frente a la página 16). A la derecha: Iglesia de Haworth en la época de Chartlotte Brontë (Wood, frente a la página 288).

Los hallazgos de Colclough muestran como los nuevos intereses de nuestro tiempo están generando nuevas entradas en el corpus de las Brontë. Los seis ensayos que encontramos en “Becas, críticas, adaptaciones y traducciones”, en la Segunda Parte, incluyen las hábiles síntesis de Sara J. Lodge y Alexandra Lewis sobre el siglo XX y el enfoque crítico actual del trabajo de las hermanas, respectivamente, indicando los inagotables enfoques sobre el tema. En particular, •••Jane Eyre y ">Cumbres Borrascosas todavía impregnan no solo la cultura británica, sino la mundial, incluso a medida que ésta continúa evolucionando. La exposición por parte de Patsy Stoneman de la oleada de precuelas, secuelas, obras de teatro, películas, adaptaciones televisivas, ballets, óperas, musicales, etc. es otro tour de force. Stoneman nos desvela curiosidades feministas, como puede ser la producción teatral de Jane Eyre adaptada por Fay Weldon, en la que se usaron muñecas grises de tamaño real para manifestar las presiones sociales a las que estaban expuestas las mujeres victorianas; mientras que Paula Rego nos dibuja un Rochester fascista. El arquetípico estatus social de Cumbres Borrascosas también se muestra, por ejemplo, en una coproducción hindi del 2009 ambientada en el desierto Rajasthani.

Volviendo al contexto histórico y cultural más próximo, la Tercera Parte también abarca una amplia variedad de temas: desde la religión y la educación hasta la sexualidad y la salud mental. Aquí, el ensayo de Simon Avery sobre la política demuestra la utilidad del proyecto de contextualización con un convincente enfoque sobre como El profesor es un “participante abandonado en el sólido grupo de novelas sociales de la década de 1840”. Avery señala que cuando William Crimsworth, el héroe de la despreciada primera novela de Charlotte, rechaza a la católica Mlle Reuter en favor de la “honesta protestante Frances”, esto “abre debate sobre temas como la nacionalidad, el patriotismo y la religión que resonarían a través del último trabajo de Charlotte”. Se agradece, para variar, encontrar esta novela en el punto de mira. Era una muestra de lo que estaba por llegar. La exposición de las hermanas a los periódicos y a las revistas, discutida por Joanne Shattock en el siguiente capítulo, había abierto sus mentes hasta tal punto que todas sus novelas debían desafiar “las ideologías políticas y sociales dominantes del momento” (264).

Una de las contribuciones de Thormählen a esta sección, “Matrimonio y vida familiar”, respalda la descripción anterior de Dudley Green de la familia Brontë como una familia más feliz y menos aislada de lo que nos han hecho creer: “A pesar de que la casa parroquial carecía de una figura que debiese haber mantenido todo junto, una esposa y una madre, era el norte al que apuntaba cada brújula de los Brontë” (311). Pero las excursiones de los Brontë hacia el norte y sus “apetitos voraces de lectura” les había dado más que una vaga idea de lo que ocurría, en general, en la sociedad (331). Jill L. Matus nos recuerda que “la sexualidad en una variedad de formas –y no menos en sus expresiones sociales ilícitas como la bigamia, el adulterio y la ilegitimidad– aparece a lo largo de todo el trabajo de las Brontë”. El resumen es sorprendente:

En Jane Eyre, la heroína casi contrae un matrimonio bígamo. Confinada en el ático de Thornfield, encontramos a una lunática que se ha vuelto loca, al menos en parte, debido a su exceso sexual (sus “apetitos de gigante”) (111.i.306). El señor Rochester ofrece un sincero recuento de todas sus amantes y cortesanas y no hay que olvidar que, posiblemente, su pupila sea su hija ilegítima. En Cumbres borrascosas, la casi incestuosa pasión de Catherine y Heathcliff amenaza y abruma las estructuras familiares convencionales y los lazos matrimoniales, aunque muchos lectores y críticos a lo largo de los años han cuestionado hasta qué punto esa pasión es sexual. […] La inquilina de Wildfell Hall describe las consecuencias de la disolución del matrimonio, del libertinaje y de las relaciones extramatrimoniales, atreviéndose a exponer las injusticias de las leyes en materia de divorcio y de la custodia de los hijos a principios del siglo XIX. Incluso Agnes Grey, la novela –supuestamente– más desapasionada de las Brontë, describe el paso de la pubertad hasta la madurez sexual. Y su narradora, una institutriz, observa como Rosalie “sale” al mercado matrimonial. La rivalidad sexual, los celos, el deseo y la atracción dan vida a su historia incluso mientras lucha por disimular sus sentimientos. [330]

La sexualidad es frecuentemente tratada en ensayos individuales y nada de esto será nuevo para aquellos que trabajan en la primera línea de los estudios de las Brontë. Pero gana relevancia si es visto desde el corpus colectivo y ayuda a explicar algunas de las primeras respuestas hacia sus obras, ya que los lectores se declararon conmocionados “por el conocimiento sexual implícito en las novelas. Algunos llegaron al punto de preguntarse qué oscuro pasado fue ocultado por su, aparentemente, respetable vida campestre” (330-31).

Patrick Brontë (Reid, frontispicio).

Las ilustraciones de estos diecisiete ensayos muestran cuánto terreno está cubierto. Entre ellos se encuentran bocetos de árboles estilísticamente distintos de cada una de las hermanas: la ilustración de Anne en el ensayo de Christine Alexander sobre arte y música y el de Charlotte y Emily en el ensayo de Barbara Gates sobre historia natural; una horripilante imagen de las varillas de ballena del corsé de Charlotte en el revelador ensayo de Brigitta Berglund sobre la vestimenta; y, lo más conmovedor, una página de un libro médico contemporáneo cuidadosamente anotado por Patrick Brontë que, a pesar de todos sus esfuerzos, vio a toda su familia morir antes que él. Es difícil mantenerse al día con los nuevos avances en los estudios de los Brontë, también los académicos en esta área probablemente encuentren mucho material inédito.

Inevitablemente, con tantos capítulos cortos (42 en total), algunos de los ensayos están comprimidos y algunos “contextos” necesitarían un tratamiento más completo. Las visitas de Charlotte a Londres donde hizo turismo, conoció a Thackeray, G. H. Lewes y otros, y donde visitó la Gran Exposición al menos cinco veces, se mencionan en la útil y detallada cronología que se encuentra al principio, pero sólo se menciona superficialmente en los demás capítulos. Sin embargo, considerando la corrección hecha a la habitual historia de las Brontë de muchas maneras, por ejemplo, en el capítulo de Sue Lonoff sobre “La experiencia en Bruselas” de Charlotte y Emily, además de la gran cantidad de información nueva y discusión estimulante que ofrece, la recopilación de ensayos hecha por Thormählen es una inestimable contribución a los estudios de las hermanas Brontë.

Libro en evaluación

Thormählen, Marianne, ed. The Brontës in Context. Cambridge: Cambridge University Press, 2012. xxxiv + 388 pp. £65.00. ISBN: 978-0-521-76186-4.

Fuentes de ilustración

Reid, T. Wemyss. Charlotte Brontë: A Monograph. 3a ed. London: Macmillan, 1877. Internet Archive. Contributed by Cornell University Library. Web. 2 enero 2015.

Wood, Butler, ed. Charlotte Bronte, 1816-1916; a centenary memorial, prepared by the Bronte society, with a foreword by Mrs. Humphry Ward and 3 maps and 28 illustrations. Nueva York: Dutton, 1918. Internet Archive. Contributed by University of California Libraries. Web. 2 enero 2015.


Traducido el 6 del septiembre de 2018