Traducción de Andy Cabello Bravo, revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de El diseño HTML de George P. Landow.]
na serie de críticos contemporáneos ha reconocido La inquilina de Wildfell Hall como un texto feminista clave, pese al hecho de que siempre se había comparado desfavorablemente con la obra de las hermanas más célebres de Anne, Charlotte y Emily. Aunque los críticos no erran en absoluto al sugerir que La inquilina carece de la complejidad psicológica de Jane Eyre (1847) o Cumbres borrascosas (1847), la novela ha sufrido de manera innecesaria por las etiquetas despectivas que los primeros estudiosos le impusieron, empezando por los denigrantes comentarios de Charlotte en su prefacio para la edición de 1850 de Cumbres borrascosas y Agnes Grey. Charlotte asevera que Anne se había equivocado de tema en su segunda novela:
Ella había sido llamada, en el decurso de su vida, a contemplar muy cerca de ella, y por un largo periodo, los terribles efectos del talento usado indebidamente y el abuso de las facultades; su naturaleza era intrínsecamente sensible, reservada y de poco ánimo; aquello que ella veía penetraba en los recovecos de su mente: esto le producía daño. Meditaba sobre ello hasta considerar que debía reproducir cada detalle (por descontado, con personajes, incidentes y situaciones ficticias) como un aviso para los demás. (citado en Andrews 27)
Esta actitud crítica se ha perpetuado en el siglo XX por críticos como Winifred Gérin y Margaret Lane. Esta última designa a Anne de forma condescendiente “como ‘una Brontë sin genio’, pero que comparte el temperamento de la familia” (31) en su libro The Drug-Like Brontë Dream (1952). Por su parte, Gérin argumenta, si bien resulta nada convincente, que la disposición didáctica de La inquilina de Wildfell Hall le cierra las puertas al mérito literario: "fue escrito a todas luces como un trabajo de propaganda, un tratado contra el alcoholismo; no puede considerarse una obra de arte" (Gérin 39). Esta índole de argumento ha demostrado ser perjudicial para el texto porque desalienta al lector crítico a investigar la novela más allá de un nivel superficial.
Sin embargo, aunque La inquilina de Wildfell Hall ha recibido una cantidad significativa de censura crítica, también ha ganado atención por su sorprendente radicalismo. Los críticos contemporáneos han probado ser capaces de superar los prejuicios tradicionales que han impedido una comprensión más profunda de la novela en el pasado, por lo que han hallado en ella una serie de ideas subversivamente modernas. En "‘La risa imbécil' y ‘seriedad desesperada’ en La inquilina de Wildfell Hall" (1982), Juliet McMaster rechaza la noción de que ella tenga que defender la novela de Anne Brontë en vez de simplemente analizarla: "parto del supuesto de que La inquilina es una buena e importante novela victoriana que merece una atención crítica seria en tanto que obra de ficción, independientemente de la biografía de la autora" (352). Desde esta perspectiva, McMaster es capaz de centrarse en cómo el patrón estructural y temático de la historia contenida en otra historia "se apoya, a nivel dramático, en la vívida delineación de una risa irresponsable y una seriedad moral en las voces y acciones de los personajes" (368). En efecto, McMaster defiende que Anne Brontë manifiesta ser consciente no solo de los peligros de la corrupción y el libertinaje, o de los estándares morales que diferenciaban los periodos de la Regencia y el victoriano, sino que muestra a su vez, asociando estos diferentes estándares con sus personajes, un agudo (y asombrosamente contemporáneo) entendimiento de las distribuciones desiguales de poder social entre hombres y mujeres en el siglo XIX.
En "La cuestión de la credibilidad en La inquilina de Wildfell Hall de Anne Brontë" (1982), Arlene M. Jackson reconoce que el estilo de escritura de Anne carece de las características que han convertido a Jane Eyre y Cumbres borrascosas en textos canónicos, y da a entender que esto no debe evitar que los críticos aprecien la esencial contribución de una novela como La inquilina: "sin la calcinante intensidad de Charlotte o la imaginación dramática de Emily . . . el estilo de Anne rebosa un control consciente y perceptivo de sus materiales de ficción. Es este control lo que le otorga a Anne la legitimidad al mérito artístico por derecho propio" (198). Jackson reconoce que el a menudo realismo brutal de La inquilina de Wildfell Hall tiene una manera de hacer estallar los mitos victorianos sobre roles de género al "revelar desavenencias maritales llenas de sufrimiento, agonía e incluso monstruosidad" (200). Así, como McMaster, Jackson entiende que la singularidad de la novela reside en la manera de cuestionar las estructuras de poder que definen las relaciones sexuales en la época victoriana:
Anne Brontë también responde a una pregunta que otras novelas coetáneas no se plantean: ¿qué le sucede a un matrimonio y al cónyuge inocente cuando el otro (en concreto, el esposo) lleva una vida de egocentrismo, donde los placeres personales se perciben como merecidos, donde la virilidad y el rol del marido están unidos a la libertad de obrar como uno desea, y la feminidad y el papel de la mujer se asocian a complacer, no necesariamente en la cama, sino también en alabanzas diarias que refuerzan su ego, y sencillamente, regalan atención constante? [203]
Aunque ella acepta las limitaciones de Anne como escritora al comienzo de su artículo, Jackson es capaz de dejar esto a un lado y focalizarse en materias específicas de género en la novela que merecen esclarecimiento y comentario crítico.
Es precisamente este tipo de actitud la que han adoptado críticos contemporáneos con el fin de reconocer el valor de la segunda novela de Anne.
Referencias (en inglés)
Andrews, Linton. "A Challenge by Anne Bronte." Brontë Society Transactions 14:5 (1965): 25-30.
Gérin, Winifred L. The Brontës: II. The Creative Work. Ed. Ian Scott Kilvert. Burnt Mill: Longman, 1974.
Jackson, Arlene M. "The Question of Credibility in Anne Brontë's The Tenant of Wildfell Hall." English Studies 63:3 (1982): 198-206.
Lane, Margaret. The Drug-Like Brontë Dream. 1952. London: Murray, 1980.
McMaster, Juliet. "'Imbecile Laughter' and 'Desperate Earnest' in The Tenant of Wildfell Hall." Modern Language Quarterly 43:4 (1982), 352-68.
Modificado por última vez el
17 de marzo de 2000
Traducido el
18 de agosto de 2020