[*** = sólo disponible en inglés. Traducción de Elena Sevilla Alonso revisada y editada por Asun López-Varela y George P. Landow. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de Landow.]


He confessed to being absorbed in railways, the new lines of railways projected to thread the land and fast mapping it. — George Meredith, Diana of the Crossways

"How gloriously we go along! I should like to ride on a railway every day." Hippias remarked: "They say it rather injures the digestion." "Nonsense! see how you'll digest to-night and to-morrow." "I hate slow motion after being in the railway," he said. — George Meredith, The Ordeal of Richard Feverel

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os Victorianos experimentaron la llegada de la era del ferrocarril como un punto de inflexión en la historia de Gran Bretaña. Algunos acogieron los cambios que llegaron con la nueva tecnología, mientras que otros se lamentaban por ellos. Como puede esperarse, las referencias al ferrocarril y a todos los fenómenos que lo rodeaban se convirtieron en una parte importante de la ficción Victoriana. El ferrocarril no solo cambió los paisajes tanto urbanos como rurales de la gran Bretaña, la mayoría de las veces a peor, como afirmaban algunos escritores, también cambió la concepción del tiempo y la distancia. Dado que la construcción y el funcionamiento de los ferrocarriles tuvieron un gran impacto en el mundo financiero, particularmente después de la fiebre del ferrocarril de finales de la década de 1840 – el equivalente Victoriano del colapso del “dot.com” de los 90 – proporcionó material evidente para los escritores, tanto en el desarrollo de las tramas como en las crónicas sociales.

Quizás la más simple y obvia apariencia del ferrocarril Victoriano puede encontrarse en forma de toques realistas, algunos de los cuales sirven de útiles recursos para el argumento. Las mantas del ferrocarril que los viajeros utilizaban para calentarse en los primeros vagones se convierten en un elemento básico de las novelas Victorianas – uno de esos detalles que, como el chal indio de Gaskell en el primer capítulo de North and South***, sitúa la acción en un contexto cultural más amplio. Otro detalle igualmente observable que sitúa la historia en la era del ferrocarril es el frecuentemente citado horario. Esta nueva forma de transporte no solo permitía un desplazamiento entre largas distancias mucho más fácil, aunque no siempre cómodo, también situó una rígida cuadrícula horaria sobre los viajes en forma de horarios de viaje. Hacer un viaje de cualquier distancia requería coordinar los horarios de diferentes ferrocarriles. No es sorprendente por tanto que las novelas Victorianas, desde Collins a Gissing, estén llenas de personajes pidiendo, consultando y consiguiendo los horarios de Bradshaw y otros. Así, Norah en No Name de Wilkie Collins, como muchos otros personajes de la ficción Victoriana, “tenía el horario de trenes en la mano.”

Además, tanto las estaciones de tren como los vagones de los mismos se convierten en lugares donde conocidos y desconocidos se encontraban, normalmente con importantes consecuencias para el argumento. El incipiente romance entre Margaret Hale y John Thorton en la novela de Gaskell North and South se ve amenazado, por ejemplo, cuando ella dice haber conocido a un desconocido en la estación de Milton, y The Lovells of Aberdeen de M. E. Braddon*** se centra en los encuentros y malentendidos en un vagón de tren.

Hacer conexiones y perderlas se convierte en un recurso obvio para el desarrollo de la trama. Bajarse del tren en un lugar desconocido para el personaje y esperar, normalmente a solas, a ser encontrado y llevado a una casa de campo, también se vuelve un medio habitual de poner en marcha la trama. Ambos aparecen en Woman in White de Collins, cuando el narrador nos cuenta:

Siguiendo las instrucciones recibidas me dirigí a Carlisle, donde debía tomar un tren de enlace que me llevase hasta la costa. Para empezar el relato de mis infortunios, el primer percance ocurrió cuando la locomotora tuvo una avería entre Lancaster y Carlisle. A causa del retraso ocasionado por este accidente perdí el tren de enlace que debía coger a la hora justa de llegar a la estación. Tuve que esperar varias horas; así cuando el próximo tren me dejó en la estación más cercana a la casa de Limmeridge, eran más de las diez y la noche tan oscura que apenas pude encontrar el cochecillo que me aguardaba por orden del señor Fairlie.

[My travelling instructions directed me to go to Carlisle, and then to diverge by a branch railway which ran in the direction of the coast. As a misfortune to begin with, our engine broke down between Lancaster and Carlisle. The delay occasioned by this accident caused me to be too late for the branch train, by which I was to have gone on immediately. I had to wait some hours; and when a later train finally deposited me at the nearest station to Limmeridge House, it was past ten, and the night was so dark that I could hardly see my way to the pony-chaise which Mr. Fairlie had ordered to be in waiting for me.]

Y, por supuesto, era mucho más efectivo que cuando el tren dejaba a alguien en una estación solitaria en medio de la noche, lo cual es misterioso y desconcertante.

Las incomodidades de los viajes en tren aportan un medio común para transmitir la experiencia del viaje así como la personalidad del viajero. Uno de los personajes de The Golden Calfde M. E. Braddon crea el contraste entre la naturaleza y la máquina: "I am only tired of railway travelling, smoke and sulphur, dust and heat. A quiet walk across the common and through the wood will be absolute refreshment and repose." Tanto en la ficción como fuera de ella, la gente se quejaba del caos y el ajetreo de la gran cantidad de personas corriendo de un lado para otro, chocando entre ellos y, en general, actuando de una forma poco común años antes. Este fragmento de No Name de Collins nos sumerge en el abarrotado escenario de la estación de York:

He reached the platform a few minutes after the train had arrived. That entire incapability of devising administrative measures for the management of large crowds, which is one of the characteristics of Englishmen in authority, is nowhere more strikingly exemplified than at York. Three different lines of railway assemble three passenger mobs, from morning to night, under one roof; and leave them to raise a traveler's riot, with all the assistance which the bewildered servants of the company can render to increase the confusion. The customary disturbance was rising to its climax as Captain Wragge approached the platform. Dozens of different people were trying to attain dozens of different objects, in dozens of different directions, all starting from the same common point and all equally deprived of the means of information. A sudden parting of the crowd, near the second-class carriages, attracted the captain's curiosity. He pushed his way in; and found a decently-dressed man -- assisted by a porter and a policeman -- attempting to pick up some printed bills scattered from a paper parcel, which his frenzied fellow-passengers had knocked out of his hand.

Igual de comunes que las quejas sobre las multitudes son aquellas sobre los comportamientos vulgares y el tener que relacionarse con trabajadores que aguantaban los hedores y la suciedad del duro trabajo manual. Como señala John R. Kellet en , Railways and Victorian Cities algunas denuncias a La Casa de los Comunes mencionaban esas quejas así como el hecho de que los trabajadores usaban lenguaje obsceno y “escupían en el suelo, fumaban pipas ofensivas, cocinaban arenques en las salas de espera si estas se dejaban abiertas y …”. Como la queja del personaje de A Life for a Life de Dinah Mulock Craik:

I never take a short railway journey in the after part of the day but I am liable to meet at least one drunken "gentleman" snoozing in his first-class carriage; or, in the second class, two or three drunken "men," singing, swearing, or pushed stupidly about by pale-faced wives. The sadness of the thing is, that the wives do not seem to mind it, that everybody takes it quite as a matter of course. The "gentleman," often grey-haired, is but "merry," as he is accustomed to be every night of his life; the poor man has only "had a drop or two," as all his comrades are in the habit of taking, whenever they get the chance: they see no disgrace in it; so they laugh at him a bit, and humour him, and are quite ready to stand up for him against all in-corners who may object to such a fellow-passenger. They don't; nor do the women belonging to them, who are well used to tolerate drunken sweethearts, and lead about and pacify drunken husbands. It makes me sick at heart sometimes to see a decent, pretty girl sit tittering at a foul-mouthed beast opposite; or a tidy young mother, with two or three bonnie children, trying to coax home, without harm to himself or them, some brutish husband, who does not know his right hand from his left, so utterly stupid is he with drink. To-night, but for my chance hand at a railway-station, such a family party as this might have reached home fatherless, and no great misfortune, one might suppose. Yet the wife had not even looked sad — had only scolded and laughed at him.

Además de aportar recursos para la trama y material para las descripciones realistas, los ferrocarriles Victorianos generaron tres importantes temas – sus efectos destructivos en la ciudad (effects on the city***) especialmente en las viviendas para los pobres, su destrozo en el paisaje inglés (landscape***,)y su implicación en la codicia, las estafas, el fraude en el mercado y la Fiebre del Ferrocarril (Railroad Mania***).

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Lecturas sugeridas

Carter, Ian. Railways and culture in Britain: the epitome of modernity. Manchester, UK; Manchester University Press, 2001.

Kellett, John R. Railways and Victorian Cities. London: Routledge & Kegan Paul, 1979; Toronto: U. of Toronto Press, 1979.

Kostal, R.W. Law and English railway capitalism, 1825-1875. Oxford: Clarendon Press; New York: Oxford University Press, 1994.

The essential book for anyone who wants to learn about the relations of Victorian railways to contemporary government, industry, finance, urban life, and so on, Kellett's volume is packed with quotations from primary sources, including parliamentary reports and contemporary periodicals; it also has valuable maps and illustrations [GPL].

Robbins, Michael. Law in The railway age. Manchester, UK: Mandolin, Manchester University Press, 1998.

Schivelbusch, Wolfgang. The Railway Journey: The Industrialization of Time and Space. Berkeley: U. of California Press, 1986.


Modificado por última vez el 28 de diciembre de 2009; tradicio 28 de mayo de 2018