[Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

El tratado religioso comprende las complejas relaciones entre las mujeres, las costumbres sociales, la realidad económica, la religión, y la forma literaria. En primer lugar, los tratados proporcionaron un estilo de vida socialmente aceptable para las mujeres, particularmente para aquellas con una predisposición evangélica, a la hora de convertirse en autoras. Y algunas mujeres, tales como Elizabeth Missing Sewell, perteneciente a la Iglesia Alta y Hannah More, a la Iglesia Baja, terminaron por desplazarse desde la escritura de tratados hasta la de novelas.

Otra conexión entre el género y el tratado aparece en el hecho de que éstos proporcionaron a las mujeres de clase media la posibilidad de hacer algo fuera de casa. Las sociedades encargadas de organizar los tratados y de distribuirlos personalmente entre los pobres se convirtieron en una ocupación socialmente admitida para las mujeres de clase media, algo constatado por Ford Madox Brown en su cuadro Obra por medio de la mujer que acarrea tratados bajo una sombrilla azul. Como Roe ha observado, estas actividades, socialmente aprobadas porque permitían a las mujeres actuar según comportamientos caritativos apropiados a las nociones de la clase media sobre la naturaleza femenina sin usurpar el poder masculino, proporcionaron la posibilidad y la experiencia de trabajar en organizaciones que convencieron a las mujeres de que no sólo eran con toda seguridad tan capaces como los hombres de comprender la política, la sociedad, y de votar, sino que en realidad merecían votar. De hecho, las sociedades tractarianas (tract societies) fundaron la base sobre la que estructurar la complejidad política que posteriormente resultó ser esencial en el movimiento sufragista.

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Modificado por última vez el 24 de junio de 2011


Modificado por última vez el 29 de abril de 2010; traducido 6 de octubre de 2011