[Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

El Protestantismo estableció un punto de apoyo precario en Inglaterra muy poco después de la protesta inicial de Lutero en 1517, y durante muchos años los protestantes siguieron siendo una pequeña minoría, con frecuencia perseguida. Prevaleció, sin embargo, un descontento generalizado con respecto tanto al grado de corrupción dentro de la Iglesia católica inglesa como a la falta de vitalidad espiritual. Una actitud anticlerical omnipresente por parte de la población en general y del Parlamento en particular hizo posible que Enrique VIII obtuviera la anulación en 1533 de su primer matrimonio (con Catalina de Aragón) frente a la oposición papal, y que en 1534 el Acta de Supremacía transfiriera la supremacía papal sobre la Iglesia inglesa a la Corona. No fue hasta la década de 1550, sin embargo, con Eduardo VI, cuando la Iglesia inglesa se hizo protestante en doctrina y rito, e incluso entonces siguió siendo tradicional en su organización. Con la católico-romana María I, la reacción político-religiosa concluyó con la quema en la hoguera de algunos protestantes eminentes y con el exilio de muchos otros, lo cual condujo a su vez a una asociación popular del Catolicismo con la persecución y la dominación española. Cuando Isabel I logró el trono en 1558, restauró no obstante un Protestantismo moderado, codificando la fe anglicana en el Acta de Uniformidad, el Acta de Supremacía, y los Treinta y nueve artículos (Thirty-Nine Articles).

Desde la llegada de Isabel I, la Iglesia de Inglaterra (la Iglesia anglicana) intentó, con niveles de éxito variables, consolidar doblemente su posición como religión nacional de Inglaterra, a medio camino entre el Catolicismo (Catholicism) y el Puritanismo (Puritanism). Con Carlos I, las políticas papistas y de la Iglesia alta del arminiano William Laud (Arminian) alienaron el ala puritana de la Iglesia, y tras la victoria de los parlamentarios de Cromwell (frecuentemente puritanos) sobre los monárquicos de Carlos (frecuentemente católicos) en las Guerras civiles de 1642-1651, la Iglesia anglicana, por entonces la Iglesia de Inglaterra, fue mayoritariamente desmantelada.

El énfasis puritano sobre el individualismo imposibilitó sin embargo el establecimiento de una Iglesia presbiteriana nacional (Presbyterian Church) durante el Interregno, mientras que la Restauración de la Monarquía con Carlos II en 1660 facilitó el restablecimiento de la Iglesia anglicana, purgada de puritanos divididos entre varias facciones que disentían. Siguió siendo la Iglesia oficial del Estado hasta la aprobación del Acta de Tolerancia en 1690 que permitió a los disidentes (Dissenters) celebrar reuniones en templos autorizados. Después de eso, se debilitó política y espiritualmente, y el siglo XVIII demostró que no estaba lo suficientemente preparada para encarar la seriedad del desafío espiritual, implícito en la aparición del Metodismo (Methodism).

En el momento en que nació el movimiento metodista a finales del siglo XVIII, había 13.500 sacerdotes anglicanos en Inglaterra, pero sólo 11.700 beneficios (ingresos fijos derivados de las tierras y diezmos de la Iglesia vinculados a una parroquia determinada) para mantenerlos, y muchos de estos beneficios eran tan escasos que multitud de sacerdotes tenían más de uno. Algunos clérigos, además y gracias a la influencia política y social, controlaban más de uno de los beneficios más ricos. Por añadidura, la Iglesia dependía demasiado de los intereses políticos y económicos como para autorreformarse: la mitad de los beneficios eran cedidos por terratenientes, y el gobierno tenía el derecho de nombrar a todos los obispos, de asignar un número determinado de prebendas y cientos de beneficios, de tal manera que no es muy exagerado decir que la Iglesia se convirtió, hasta un grado considerable, en el coto de los hijos más jóvenes de los miembros de la aristocracia que tenían poco interés en la religión y menos interés en el número creciente de los pobres dentro de las ciudades. En consecuencia, existían alrededor de 6.000 parroquias anglicanas que carecían de sacerdotes, vacío que los evangélicos metodistas aprovecharon.

En el siglo XIX, la Iglesia de Inglaterra permaneció en una tierra media, pero tuvo que ampliar considerablemente sus doctrinas. Este proceso se vio facilitado considerable y parcialmente porque muchos anglicanos de las clases altas, cansados de las disputas doctrinales, querían únicamente una religión racional, moderada y práctica que les permitiera rendir culto en paz. Esta perspectiva «latitudinaria» posibilitó a la Iglesia absorber no sólo el movimiento evangélico (Evangelical movement) que, avivado por las mismas energías que provocaron el nacimiento del Metodismo, amplió la facción anglicana de la Iglesia baja, sino el Movimiento de Oxford (Oxford Movement) que alimentado por los mismos impulsos activistas, presidió el renacimiento de una nueva facción, la Iglesia alta, en el otro extremo. Durante la mayor parte del siglo XIX, los evangélicos siguieron prevaleciendo entre el clero, pero las universidades se convirtieron en los bastiones de la facción de la Iglesia alta. Al mismo tiempo, el Acta de ayuda católica y romana de 1829 (Roman Catholic Relief Act of 1829) emancipó a los católicos, hecho que aumentó todavía más la presión sobre la Iglesia, ya que muchos clérigos de la Iglesia alta (many High-Churchmen,) particularmente John Henry Newman y sus discípulos, terminaron por desertar al Catolicismo. Entretanto, la facción de la Iglesia extensa (Broad Church) recibió un apoyo gubernamental totalmente desproporcionado para su tamaño. A mediados del siglo XIX, y como consecuencia de esto, la Iglesia de Inglaterra se encontró sin ninguna organización. A pesar de que sus partidarios eran mayoritariamente conservadores, un porcentaje elevado de sus líderes se encontraba, ideológicamente hablando, muy peligrosamente cerca del Catolicismo, y el censo religioso de 1851 mostró que sólo alcanzaba alrededor de un catorce por ciento de la población de Inglaterra.

Aunque la autoridad real de la Iglesia disminuyó (diminished) después de esto, el fervor evangélico también disminuyó, y la riqueza industrial experimentó un movimiento considerable desde los antiguos no-conformistas hasta la Iglesia establecida. Los colegios públicos (public schools) y las universidades, incluso después de liberarse de las restricciones religiosas, siguieron siendo los bastiones del Anglicanismo, y en 1919 la Iglesia logró un grado de unidad todavía superior cuando, tras la aprobación de un acta que separaba efectivamente la Iglesia del Estado, fijó una asamblea que, cincuenta años después, se convertiría en el principal cuerpo legislativo de la Iglesia.

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Contenido creado por primera vez en 1988 y actualizado por última vez el 17 de marzo del año 2000;
traducido 2 de noviembre de 2010