[Lo siguiente se ha tomado, con el permiso de su autor, de la lista de discusión de Victoria. Traducción de Cristina Cobo Tejederas revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. A menos que se indique lo contrario, la traducción de los títulos de las obras es de Cristina Cobo Tejederas.]

Respuesta a Ellen Moody: sus observaciones sobre la biografía muestran, como usted percibe, que el «arte» de la biografía es individual y que el biógrafo «crea» al biografiado de forma importante. Por consiguiente, yo estaría sorprendido, en respuesta a su pregunta, si se alcanzara alguna vez consenso entre los biógrafos o los lectores de biografías. Además, la pregunta de si un biógrafo tiene la responsabilidad de respetar «la verdad como la vio el sujeto» suscita serios problemas. ¿Cómo puede alguien saber cómo lo vio el sujeto? Podríamos saber cómo el sujeto dijo que lo vio, o cómo él (o ella) quería que se pensara que lo vio, o cómo el sujeto parece desear ser visto. Pienso que cuando los biografiados son cazados en momentos de descuido podríamos pensar que los vemos como ellos se veían a sí mismos, pero no pienso que sea probable que cualquiera de estas supresiones necesarias de la verdad lleve a los espectadores modernos a un consenso.

Las visiones sobre Thackeray tienden a estar divididas, como traté de sugerir en la introducción a la edición crítica de Norton de La feria de las vanidades, entre aquellos que le ven reacio a aceptar cualquier visión simple o esencialista del mundo y del comportamiento humano porque él desconfiaba de la capacidad para el mal y el error cometidos por los buenos, y aquellos que le ven incapaz de tener una visión moral clara debido a alguna debilidad moral o intelectual. Estas visiones son incompatibles y conducirán a desacuerdos sobre cómo él consideraba o trataba a su esposa. Los lectores de las cartas de la época desde la cual la aflicción de Isabella se reveló por primera vez hasta la época en la que Thackeray cesó de visitarla en la casa donde él pagaba por su cuidado, verán reveladas una variedad de actitudes, empezando por miedo y remordimiento mezclado con esperanza y terminando por una especie de desesperación — siempre en aquellos años mezclado con una gran angustia financiera. El cómo se entienda esta evidencia dependerá probablemente en gran medida de cómo uno se ha formado a Thackeray — como cínico, sentimental, oportunista, charlatán, filósofo doméstico, libre pensador, o lo que sea. Es difícil, sin embargo, borrar de la conciencia de uno la visión de Thackeray e Isabella en Irlanda al lado de su odiada suegra, pasando noches atados juntos en caso de que Isabella se despertara y deambulara ella sola, o el humor amargo de los tratamientos acuáticos en Alemania con Thackeray en enaguas sometiéndose a los tratamientos con Isabella en sus brazos.

En cuanto a la biografía de Gordon Ray, es difícil imaginar que sea sustituida, aunque ha habido al menos cuatro biografías escritas desde entonces: la autobiografía de Thackeray novelada por Margaret Forster, El universo de Thackeray (Thackeray's Universe) de Catherine Peters, An Uneasy Victorian de Ann Monsarrat y la biografía crítica de Ina Ferris de la serie Twayne. Cada una es más corta, menos detallada y menos completa que la de Gordon Ray y cada una recrea a Thackeray de forma diferente, y sin embargo, compasivamente. Los académicos recientemente han diferido de la visión de Ray de manera significativa: Ray consideró a Thackeray un hombre de su tiempo con sólidas opiniones masculinas victorianas acerca de las mujeres y con preferencia por mujeres buenas, débiles y dependientes del tipo de Amelia Sedley. Él no recrea a Thackeray como un libre pensador o alguien que rechaza dogmas o visiones esencialistas. Él acepta la propia valoración de Thackeray de la ficción tardía como demostración (con la excepción de Denis Duval) de una disminución de poderes imaginativos. La enseñanza reciente ha concedido a Thackeray una visión más objetiva de Amelia, una visión más existencialista del mundo y ha visto la ficción tardía como la investigación filosófica de la naturaleza imaginativa de historias narrativas — el constructo y, por tanto, la irrealidad de la realidad — que es/era incompatible con la ficción popular, que es el género al cual fue «condenado».

No veo cómo puede decirse que estas nuevas construcciones están algo más cerca de la «verdad» que la de Ray o que éstas permanecerán incuestionables más tiempo que la visión de Ray sobre Thackeray. Lo que podríamos decir es que éstas son actualmente más interesantes.


William Makepeace Thackeray

Modificado por última vez 2000; traducido octubre 2010