[*** = en inglès. Traducción de Montserrat Martínez García revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]

Thomas Carlyle (1795-1881), un contemporáneo de los poetas románticos, traductor de Goethe e historiador de ***la Revolución francesa (French Revolution), comenzó un discurso público sobre la condición de la sociedad inglesa durante la época de ***la Revolución industrial. La educación calvinista de Carlyle pudo haber ejercido influencia sobre su valoración pesimista de la sociedad contemporánea. Fue el sabio victoriano y el crítico social más ampliamente respetado (Victorian sage and social critic). Escribió ensayos políticos, historiografía, sátiras filosóficas y ficción en la que con frecuencia difuminó los límites entre los géneros literarios. Carlyle fue un individualista que identificó la moderna civilización técnica con la pérdida gradual de la libertad individual. Criticó tanto los sistemas feudales como capitalistas en sus obras, Sartor Resartus, Cartismo, Pasado y presente y Panfletos de nuestros días.

Carlyle utilizó por primera vez la frase “Condiciones de la cuestión inglesa” en Cartismo (1839), contribuyendo significativamente a la emergencia de una serie de debates sobre los cimientos espirituales y materiales de Inglaterra, y afectó enormemente a un gran número de escritores de ficción durante la era victoriana y posteriormente. Carlyle estuvo preocupado por el “tema de las dos naciones”, los ricos y los pobres. Asimismo, un número de novelistas ingleses interesados en las condiciones victorianas, en particular Benjamin Disraeli, Elizabeth Gaskell, Charles Dickens, y ***Charles Kingsley, intentaron con influencias diversas, persuadir al público lector para que buscara los medios con el fin de reducir el abismo entre las “dos naciones”. Carlyle ayudó al despertar de la conciencia social entre el público lector y comprendió perfectamente la importancia social y política de la literatura. Atacó el materialismo creciente de la sociedad victoriana y su doctrina del laissez-faire. En sus embestidas en contra de los adinerados, Carlyle anticipó algunas de las ideas de las novelas sobre el estado de Inglaterra. También inspiró a reformadores sociales como John Ruskin y ***William Morris.

“Signos de los tiempos” y las condiciones de la cuestión inglesa

¡Oh, vosotros hipócritas! ¿Podéis discernir la faz del cielo
pero no podéis discernir los signos de los tiempos? — Mateo 16: 3, Biblia del rey Jaime

En junio de 1829, La revista de Edimburgo publicó “Signos de los tiempos” (texto/text) donde Carlyle anticipaba “Las condiciones de la cuestión inglesa” que plantearía una década después en Cartismo (1839) y en Pasado y presente (1843). Como G. B. Tennyson destaca, “Carlyle más que ningún otro hombre antes que él percibió los cambios que la Revolución industrial estaba forjando” (XXVIII). Criticó vehementemente la cultura de la Revolución industrial que, creía, estaba destrozando la individualidad humana. Expresó su desconfianza hacia el espíritu de la “edad mecánica”, manifiesto no sólo en el progreso técnico de la sociedad inglesa sino también en un sentimiento arrollador de inanición: “El rey ha abdicado prácticamente, la Iglesia es una viuda sin bienes parafernales (***jointure), el principio público está ausente, la honestidad privada está desapareciendo, la sociedad, en resumidas cuentas, está derrumbándose rápidamente en pedazos y un tiempo puramente maligno nos ha sobrevenido” (33). El ensayo pretendía atraer la atención del público lector hacia el precio espiritual del cambio social, en particular causado por la industrialización frenética. En “Signos de los tiempos”, Carlyle advirtió que la Revolución industrial (Industrial Revolution) estaba convirtiendo a la gente en autómatas mecánicos desprovistos de individualidad y espiritualidad. Para Carlyle, la máquina y la mecanización poseían un significado doble: literalmente, aludían a los nuevos recursos técnicos, pero también metafóricamente, al pensamiento mecanicista que suprime la libertad humana. Carlyle criticó fuertemente la mecanización del espíritu humano e indicó los elevados costes morales de la transformación industrial.

Se nos pidió que caracterizáramos esta época nuestra mediante un solo epíteto, y tendríamos que sentirnos tentados de llamarla, no una edad heroica, devota, filosófica o moral, sino, por encima de todas las demás, una edad mecánica. Es la edad de la maquinaria, en todos los sentidos internos y externos de la palabra; la era que, con todo su poder indiviso, promueve, enseña y practica el gran arte de adaptar los medios a los fines. Nada se hace ahora directamente o a mano, sino mediante reglas y dispositivos calculados. [34]

En este ensayo semejante a un sermón, Carlyle llevó una cruzada en contra del materialismo científico, el Utilitarianismo (Utilitarianism) y el sistema del laissez-faire (laissez-faire system). Creyó que la libertad de la emergente sociedad mecánica de Inglaterra era una desilusión porque esclavizaba mucho más a los trabajadores con respecto a lo que sus homólogos de antaño habían hecho, y porque la mecanización de la sociedad amenazaba la habilidad humana para pensar y actuar creativamente:

Los hombres se han mecanizado en su intelecto y en sus corazones, así como en sus manos. Han perdido la fe en el intento individual y en la fuerza natural de cualquier tipo. No guardan esperanzas ni luchan por la perfección interna, sino por las combinaciones y organizaciones externas, las instituciones, constituciones, por la mecanicidad de un tipo o de otro. La totalidad de sus esfuerzos, vínculos, opiniones, se vuelve hacia la mecanicidad y posee un carácter mecánico. [37]

En “Signos de los tiempos”, Carlyle intentó por consiguiente remodelar la opinión pública sobre el estado presente de Inglaterra, que para él era insoportable. Su crítica de la “sociedad mecánica” produjo una narrativa memorable en la novela de Tiempos difíciles de Charles Dickens, cuyo subtítulo “Para estos tiempos” está en deuda con el ensayo de Carlyle.

Cartismo

Carlyle planteó las condiciones de la cuestión de Inglaterra en Cartismo (1839) donde expresó su simpatía por los pobres y la clase industrial en Inglaterra, al tiempo que argumentó la necesidad de una reforma más profunda. Se percató de una discrepancia entre la nueva forma de la actividad económica llamada “industrialismo” que prometía un bienestar general y la dramática degradación de las condiciones de vida de los pobres de las ciudades.

El estado del gran cuerpo de gente que vive en un país es el estado del país en sí mismo; […] Sin embargo, ¡leed los debates de Hansard o los periódicos matutinos si no tenéis nada que hacer! La antigua e importante cuestión de si A va a ocupar el cargo o B, con las innumerables cuestiones relacionadas que surgen de ello, corteja párrafos y sufragios para obtener una bendita solución ante esto: la cuestión de Canadá, la cuestión de la apropiación de Irlanda, la cuestión de las Indias occidentales, la cuestión del dormitorio de la reina; las leyes de la caza, las leyes de usura; los negros de África, el panfleto antiesclavista Hill Coolies, el ganado Smithfield y las carretas de perro, modalidades de cuestiones y de temas excepto simplemente éste, ¡el alfa y omega de todos! Con toda seguridad, los miembros honorables deberían hablar también de la condición de la cuestión inglesa. [5]

Carlyle, que había estudiado extensamente las causas de la Revolución francesa, sentía aprehensión por el futuro de Inglaterra. Presentó Cartismo como el síntoma de una enfermedad que afectaba al país. Su efecto podía ser una revolución si el gobierno no mejoraba las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Una cura para este mal sería, para Carlyle, una aristocracia “real” que pudiera conducir a la clase trabajadora a través de las vicisitudes de la historia moderna. Carlyle buscó un nuevo tipo de aristocracia “desclasada” porque criticaba tanto a una aristocracia perezosa poseedora de las tierras como a una aristocracia trabajadora sumergida en el Mamonismo, que en lugar de ser “capitanes de la industria”, era “una banda de bucaneros y de piratas industriales”.

Pasado y presente

Pasado y presente (1843), que se abre con una visita a un asilo para pobres (***workhouse), se escribió como respuesta a la crisis económica que arrancó a comienzos de la década de 1840. Este libro, como su predecesor, Cartismo (1839) y Panfletos de nuestros días (1850), presenta un análisis exhaustivo sobre la naturaleza de la cuestión inglesa. Carlyle opuso el pasado medieval al turbulento presente victoriano de la década de 1830 y 1840. Para él, ésta última fue un tiempo de industrialización incontrolable, culto al dinero, explotación de los débiles, salarios bajos, pobreza, desempleo y disturbios, lo cual llevaría a Inglaterra a la autodestrucción. En el libro primero, Proemio, Carlyle expresa su opinión crítica sobre la condición presente de Inglaterra en un lenguaje elevado y profético. A pesar de los abundantes recursos de Inglaterra, las clases pobres están viviendo en la miseria:

La condición de Inglaterra sobre la cual numerosos panfletos están actualmente en curso de ser publicados y múltiples pensamientos inéditos están pasando por toda cabeza reflexiva, se considera justamente como una de las más ominosas, y además, una de las más extrañas jamás vistas en este mundo [71].

Carlyle muestra un retrato deprimente de la vida diaria de los trabajadores, muchos de los cuales son incapaces de encontrar un trabajo valioso.

Se contabiliza ahora que de estos trabajadores preparados y con éxito, cerca de dos millones se reúnen en asilos para pobres, en prisiones para pobres; o disfrutan de una ayuda humanitaria, arrojada por encima de los muros porque la planta de trabajo de la Bastilla se encuentra llena hasta reventar y la indestructible ley para pobres hecha pedazos por alguien con más fuerza [71-72].

La solución de Carlyle fue la misma que la propuesta en Sartor Resartus (1832), un renacimiento espiritual tanto del individuo como de la sociedad. Las dos secciones del libro muestran las visiones contrastadas del pasado y del presente. Su visión idealizada del pasado está basada en la crónica del monje inglés, Jocelyn de Brakelond (época de apogeo en torno al año 1200) quien describió la vida del abad Sansón y de sus monjes del monasterio de San Edmundo. Carlyle evidencia la organización de vida y trabajo de los monjes medievales como un auténtico idilio, mientras que ve que la vida contemporánea se torna cada vez más insoportable debido a la falta de un liderazgo verdadero.

Carlyle argumenta que una nueva “aristocracia con talento” (Aristocracy of Talent) debería tomar el mando del país y que el pueblo inglés debe escoger a verdaderos héroes y no a falsos héroes o charlatanes. En el tercer capítulo del cuarto libro de Pasado y presente, Carlyle hace tres sugerencias prácticas para la mejora de las condiciones sociales en Inglaterra. Aboga por la introducción de medidas higiénicas legales, perfeccionamiento de la educación y promoción de la emigración. Aunque las dos primeras propuestas se adoptaron rápidamente, la tercera afectó principalmente al pueblo irlandés y escocés, y en grado menor, a la población inglesa.

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Referencias

Bloom, Harold, ed. Thomas Carlyle: Modern Critical Views. Nueva York: Chelsea House Publishers, 1986.

Bossche, Chris R. Vanden. Carlyle and the Search for Authority. Ohio State University Press, 1991. [texto íntegro en la Victorian web//full text]

Carlyle, Thomas. Chartism. Past and Present. Londres: Chapman y Hall, 1858. Reeditado en Elibron Classics Series, 2005.

Tennyson, G.B. A Carlyle Reader. Cambridge: Cambridge University Press, 1984.


Modificado por última vez el 4 de junio de 2010; traducido el 31 de agosto de 2012